Hay animales que llegan al mundo de la política solo para hacer el bien. “Si quieres un amigo en Washington, consigue un perro”, es una de las frases que a menudo se le atribuye al expresidente estadounidense Harry Truman y que retrata bien la lealtad inquebrantable de los amigos de cuatro patas, incluso en los ambientes más hostiles.
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Su aporte en el reino del poder es evidente. De un lado están los animales: tiernos, leales y puros. Del otro, los políticos, que no necesitan mayor descripción. No son pocos los mandatarios y candidatos presidenciales que posan con sus mascotas o muestran públicamente su afecto por ellas, cosechando ‘likes’ y comentarios positivos en las redes sociales.
Ocurre hasta con aquellos que uno no describiría como tiernos, como el mandatario ruso, Vladimir Putin, cuyas fotos cargando amorosamente a cachorros de diferentes razas no parecen muy compatibles con las acusaciones de tiranía y de envenenamiento de enemigos que recaen sobre él. Varios de los animales que llegan a sus brazos le son obsequiados por otros líderes mundiales.
La propia Asociación Histórica de la Casa Blanca reconoce que, desde el mandato de Theodore Roosevelt, las mascotas presidenciales en Estados Unidos han estado a la vista del público y han humanizado la imagen política de los mandatarios. “La mascota del presidente Herbert Hoover, un perro policía belga malinois llamado King Tut, es conocida por haber fijado la imagen de Hoover ante el público, que se consideraba carente de carisma y calidez personal”, señala en su sitio web.
En nuestra región, la reciente presentación en redes sociales de Brownie, el perro del presidente electo de Chile, Gabriel Boric, es uno de los últimos ejemplos de los valores y ventajas que pueden aportar los animales a los políticos. El cruce de pastor alemán tiene sus propias cuentas de Twitter e Instagram, y hasta hizo una videollamada con Dylan, el collie que es una de las cinco mascotas del jefe de Estado argentino, Alberto Fernández, quien también suele postear fotos con sus mascotas en sus canales oficiales.
Mayor cercanía
Incluso antes de las redes sociales, las mascotas presidenciales siempre habían sido muy populares, algunas hasta se convirtieron en celebridades por derecho propio y aparecieron en videos, libros y programas de televisión.
“El perro del presidente Franklin Roosevelt, Fala, era su compañero constante, y era tan popular que tenía su propia secretaria para manejar su correspondencia”, dice a El Comercio Diana Owen, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Georgetown.
También recuerda que en un discurso sobre los supuestos abusos de los fondos de su campaña, el presidente Richard Nixon mencionó que el perro de la familia, Checkers, era un regalo, y que no lo iba a devolver. El presidente George W. Bush y su esposa tenían dos terriers escoceses, Barney y la Sra. Beasley. Las aventuras de los dos terriers y del gato de los Bush, Willie, fueron seguidas en videos de cámaras web y aparecieron en libros.
Durante el primer mandato de la administración Clinton, Socks, un gato callejero adoptado por los Clinton, fue la mascota de la familia. Socks también apareció en libros y dibujos animados, tuvo cameos en programas de televisión y apareció en un videojuego. Dejó la Casa Blanca durante el segundo mandato de los Clinton porque no se llevaba bien con el perro de los Clinton, Buddy. En tanto, Barack Obama y su esposa adquirieron los perros de aguas portugueses Bo y Sunny para sus hijas, y la familia aparecía a menudo paseando o jugando con los perros.
Más recientemente, los perros de los Biden han sido objeto de cierto dramatismo. Luego de que Champ fuera expulsado de la Casa Blanca por incidentes con mordeduras y Major falleciera, la pareja presidencial estadounidense tiene ahora un nuevo perro, Commander, que se ha vuelto muy popular.
“Las mascotas de los políticos y presidentes tienen un papel político subestimado que, sin embargo, es importante. Las mascotas proporcionan una forma de conectar con la gente y generar empatía que trasciende la política. La relación de los políticos con sus mascotas permite conocer su vida personal y su personalidad, que de otro modo no son visibles para el público, especialmente porque pueden transmitir una sensación de cariño y diversión”, señala Owen.
Diana C. Mutz, profesora de Ciencia Política y Comunicación de la Universidad de Pensilvania, explica que “mucha gente cree que el trato que los propietarios dan a sus mascotas nos dice algo sobre cómo tratarán también a otros seres humanos”.
Todos los presidentes de Estados Unidos en los últimos 100 años, a excepción de Donald Trump, han tenido mascotas en la Casa Blanca. “Los partidarios de Trump querían que tuviera un perro, pero él dijo que le parecía indigno pasear un perro. Las mascotas de la Casa Blanca aparecen con frecuencia en las fotos y, en general, ayudan a humanizar al presidente”, apunta Mutz a este Diario.
Owen indica también que los gobernantes tienen mascotas a su lado durante períodos de escándalos y guerras, ya que se ha demostrado que suavizan el mensaje. “Sin embargo, las investigaciones demuestran que las mascotas no son eficaces para desviar la atención de los problemas que afectan directamente a los electores, como en los períodos de crisis económica”, apunta.
Más allá de ello, el amplio atractivo de las mascotas puede ayudar a los políticos a conectar con los amantes de los animales de todos los partidos. El presidente Barack Obama se mostró sorprendido por el número de mensajes de simpatía que recibió de sus rivales cuando falleció su perro, Bo.
En cuando a qué tipo de público atraen más los contenidos relativos a las mascotas las expertas coinciden en que captan a todas las edades. “Aunque son especialmente populares entre los aficionados jóvenes, incluidos los que no están en edad de votar”, añade Owen.
El origen de la fascinación
En resumen, las mascotas son el tipo de temas que le interesan incluso a las personas que no se interesan por la política. ¿De dónde viene esta fascinación?
Harriet Ritvo, historiadora y profesora del MIT que estudia las relaciones entre humanos y animales, señala que en Europa y otros lugares afines, el conjunto actual de actitudes hacia los animales comenzó a surgir -al menos para la gente corriente- en la última parte del siglo XVIII, que también vio el comienzo del movimiento humanitario moderno y la difusión de la tenencia de mascotas entre los no elitistas.
“Pero, por supuesto, hay pruebas de sentimientos de estrecha relación con los animales domésticos e incluso con los animales salvajes adoptados en muchas culturas. No puedo especular sobre los humanos a nivel universal, pero parece probable que la mayoría de las personas -así como muchos animales- perciban las similitudes entre los humanos y otras especies”, señala a El Comercio.
Por eso es comprensible que los humanos sintamos más empatía por aquellos que aman a los animales. Se trata, explica Ritvo, de una perspectiva que en el siglo XIX y antes de esa fecha se había expresado a menudo en su versión negativa. “Es decir, se consideraba que la inclinación a ser cruel con los animales podía predecir la futura violencia hacia las personas u otro tipo de comportamiento delictivo”, apunta la historiadora.
En estos días, el papel de los animales en la política depende mucho de la publicidad que los medios de comunicación hagan de las mascotas de los presidentes y políticos y de sus interacciones con ellas.
“Dado el ciclo mediático de 24 horas al día, 7 días a la semana en Estados Unidos, hay mucho tiempo de emisión que llenar que no existía en los días de los noticiarios de 30 minutos. Las historias de mascotas tienen interés humano y pueden ayudar a llenar ese tiempo. Son historias que siempre atraen a los medios de comunicación”, explica Diana C. Mutz.
Además, que una mascota determinada ayude a la imagen de un político depende del tipo de mascota y del público al que quiera apelar.
Mutz recuerda el caso de Rafael Warnock, el primer senador negro de Georgia. El político presentó a su perro en los anuncios de su campaña y recibió mucha atención de los medios de comunicación (lo cual es aún mejor para él porque el candidato no necesita pagar por el tiempo de emisión gratuito). “Pero lo más importante es que se trataba de un tipo de perro (un beagle) que resultaba tierno para el tipo de personas que suelen temer a los hombres negros. Alguien que tiene un pitbull o un caimán como mascota envía un mensaje muy diferente”, apunta.
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