En los últimos días ha habido un flujo constante de personas de etnia armenia que huyen de la disputada región de Nagorno-Karabaj.
Azerbaiyán lanzó un asalto de 24 horas contra el enclave armenio, rodeado por territorio azerbaiyano, el 19 de septiembre y, tras un alto el fuego negociado al día siguiente, se permitió a los refugiados salir a través del estrecho corredor de Lachín, que conecta el enclave con Armenia.
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Se estima que, hasta el 27 de septiembre, casi 30.000 personas habían cruzado desde que se abriera el corredor el 24 de septiembre. Se espera que muchos de los aproximadamente 120.000 armenios karabajos partan hacia Armenia.
Mientras tanto, al menos 68 personas murieron y unas 350 resultaron heridas en una explosión en una gasolinera en la carretera principal del enclave que sale de Stepanakert, su capital.
El primer ministro armenio, Nikol Pashinián, acusó a Azerbaiyán de realizar una limpieza étnica en la región, algo que Azerbaiyán niega, a la vez que describe el conflicto como una operación “antiterrorista” y asegura que la población mayoritariamente armenia sería integrada en Azerbaiyán y se respetarían sus derechos.
Pero parece que el éxodo de armenios desposeídos va a continuar, y estos son una población enojada. Están enojados con Azerbaiyán por el bombardeo que los obligó a huir. Están enojados con Turquía por apoyar y armar a Azerbaiyán.
Curiosamente, no están enojados con Rusia, cuya falta de atención animó a Azerbaiyán a tomar medidas contra ellos. De hecho, se espera que algunos de los refugiados de Nagorno-Karabaj lleguen a Rusia a través de Armenia.
Están sobre todo enojados con el gobierno armenio, como muchos de sus compatriotas en la propia Armenia. Pero las protestas masivas han sido más una expresión de desesperanza que de desafío.
Nagorno-Karabaj –donde ha habido una población de etnia armenia desde el año 200 a.C.– se ha perdido, y mucha gente culpa a su líder. Ser testigos de la llegada de los refugiados ha aumentado el costo emocional.
La respuesta del primer ministro armenio, Nikol Pashinián, ha sido brutal.
Hasta 350 manifestantes han sido detenidos y algunos de ellos fueron al parecer golpeados por las fuerzas de seguridad. Pashinián ha dado a entender que fue el Kremlin quien instigó los disturbios.
Pero, incluso si la cobertura de los medios rusos es hostil hacia Pashinián, los propios armenios tienen muchas quejas contra su primer ministro.
Los disturbios se producen tras las revueltas de 2020 por la pérdida de territorio y de prestigio tras la segunda guerra de Karabaj. Durante el conflicto, las fuerzas azeríes volvieron a ocupar grandes extensiones de territorio previamente ocupado por Armenia.
Así que Pashinián ya era impopular incluso antes de la más reciente intervención militar azerí.
Sus índices de aprobación en junio de 2023 eran muy bajos, sólo el 14% expresaba confianza en él y el 72% calificaba negativamente su desempeño. Sin embargo, hay poca cohesión entre los grupos de oposición más allá del deseo de que Pashinián renuncie.
Las relaciones de Rusia con Armenia son inestables desde hace algún tiempo.
Tras la invasión de Ucrania, Moscú giró hacia Turquía, patrocinador de Azerbaiyán, al estimar que esa relación sería más valiosa para mitigar los efectos de las sanciones occidentales.
Hasta cierto punto fue un cálculo racional, pero también hay un elemento personal. Vladimir Putin nunca simpatizó con Pashinián, quien llegó al poder en 2018 después de que protestas populares derrocaran a Serzh Sargsyan, amigo del Kremlin.
Sin embargo, la estrecha relación de Armenia con Rusia se remonta a siglos atrás, así que los dos líderes lograron llevarse bien.
Las cosas empezaron a agriarse realmente entre Rusia y Armenia en 2023, cuando Armenia se negó a albergar los ejercicios militares de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), invitando en su lugar al ejército estadounidense a adiestrarse allí.
La visita altamente simbólica de la primera dama armenia, Anna Hakobián, a Ucrania a principios de septiembre parece haber sido la gota que colmó el vaso. Al parecer, Armenia ya no consideraba a Rusia como un amigo o una fuerza a tener en cuenta.
Azerbaiyán no ha logrado aún todos sus objetivos.
Busca abrir enlaces terrestres directos con el enclave que tiene incrustado en Armenia, la República Autónoma de Najicheván, que tiene una población de poco menos de 450.000 habitantes. Esto también daría al territorio principal de Azerbaiyán un acceso directo a Turquía en lugar de tener que pasar a través de Irán.
Armenia se opone firmemente a las propuestas para crear el “corredor Zangezur”, ya que bloquearía efectivamente la frontera del país con Irán. La cuestión ha sido motivo de irritación desde la primera guerra de Karabaj en 1991, tras la que las dos poblaciones sólo estuvieron unidas por vía aérea.
Parte del acuerdo que puso fin a la segunda guerra de Karabaj en 2020 incluía el libre tránsito a través de Zangezur, pero nunca se llegó a poner en marchar. La idea vuelve a estar ahora sobre la mesa, planteada por el presidente azerí Ilham Aliyev en una reunión con el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, el 25 de septiembre, cuando se reunieron en Najicheván.
Esto introducirá a Irán en el juego, ya que cualquier corredor entre Azerbaiyán y Najicheván pasaría por su frontera. Será necesario llegar a algún tipo de acuerdo que aborde las preocupaciones de seguridad de Irán, y es muy probable que esto involucre a Moscú como uno de los aliados más cercanos de Teherán.
Así pues, Moscú parece haber tomado una decisión consciente de abandonar a Armenia en busca de relaciones más estrechas con Azerbaiyán y Turquía y la oportunidad de actuar como intermediario influyente con Irán.
A los ojos de Putin, sin duda, Pashinián es desechable. Puede esperar hasta que llegue al poder un líder diferente y más dócil.
Mientras tanto, el giro de Armenia hacia Occidente parece casi inevitable. Es probable que el país se retire de la OTSC y solicite unirse a la OTAN y poder viajar a la UE sin necesidad de visado. Sin embargo, la manera en que Pashinián está sofocando las protestas incomodará a muchos potenciales aliados en Occidente.
La situación se vuelve más compleja por la dependencia que tiene Europa de Azerbaiyán por el gas y por su ubicación estratégica en el corredor euroasiático entre China y Europa.
Occidente todavía puede desempeñar un papel valioso como mediador de paz entre Armenia y Azerbaiyán. Pero para que cualquier acuerdo duradero se mantenga, Rusia y Turquía tendrán que participar en lugar de convertirse en sus saboteadores. Este es un problema con muchas piezas móviles.
*Anna Matveeva es investigadora visitante del King's Russia Institute, King's College de Londres.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz click aquí para ver la versión original.
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