Sudáfrica padeció durante décadas una enfermedad mortal llamada Apartheid. El *régimen segregacionista que dividió al país africano por el color de su piel, instaurado por una minoría blanca, y que encontró en Nelson Mandela a su feroz enemigo.
Su solo nombre significa separación en Afrikaans, variante sudafricana del holandés. Se instauró en 1944 bajo el pretexto de buscar el desarrollo del país africano. El régimen estableció un sistema jurídico llamado los Bantustanes, que no fue más que la división del país en grupos raciales, donde la minoría blanca, cerca del 20% de la población, dominaba al resto.
Cualquier tipo de relación entre personas de razas blancas y negras estaban prohibidas por disposición del gobierno blanco. Estos últimos se consideraban que eran los verdaderos sudafricanos. Incluso cuatro años después se decretaron leyes discriminatorias para asegurarse que se cumpliera esta ordenanza.
Entre los dictámenes que oficializó el régimen afrikáneres destacaba la prohibición de las personas negras a ocupar algún cargo público. Así como la negativa de que puedan votar por algún gobernante. Otra que las personas de raza negra no podían utilizar el transporte público, menos ingresar a zonas asignadas para la población blanca, a menos que tengan una orden de la policía.
Este régimen fue el que arrestó a Nelson Mandela en agosto de 1962, tras considerarlo una amenaza para el gobierno por liderar las protestas antiracistas. El Apartheid lo condenó a cadena perpetua en 1964 por ser su principal opositor, sin pensar que lo convertiría en el preso político más célebre del mundo.
Luego de 27 años, Mandela fue puesto en libertad por orden del presidente sudafricano, Frederik De Klerk. Cuatro años después Madiba, nombre popular como bautizaron a Mandela, se convirtió en el primer mandatario de raza negra de su país y el primero en ser elegido en elecciones democráticas.