El psicoanalista y escritor argentino Gabriel Rolón se enfrenta a los lugares comunes y edulcorados que aún nos rodean sobre el amor e invita a ver su otra cara, eso que él llama “el lado B del amor”. Es más, para Rolón, San Valentín es un día como cualquier otro. “Aunque a veces me preste al juego y aproveche la excusa para cenar y brindar con un rico vino con mi mujer”, nos dice.
—¿Cuáles son esas verdades o malas noticias que debemos saber sobre el amor? No hay un saber posible acerca del amor y quien crea que tiene las respuestas sobre un tema tan complejo se equivoca. Pero me he dado cuenta de que el amor tiene demasiada buena prensa y la gente suele decir que es lo mejor que puede pasarnos en la vida. Bueno, aquí viene una de esas malas noticias: eso no es cierto.
—¿Por qué?Porque el amor es solo un sentimiento y, como tal, algo que sienten las personas. Y las personas pueden ser sanas o enfermas y vivirán sus emociones según esta característica. Si nos enamoramos de alguien sano, el amor puede ser la puerta de entrada a una vida maravillosa, pero si por el contrario, nos enamoramos de alguien enfermo, esa puerta lejos de llevarnos al paraíso nos conducirá al infierno. Saber esto es fundamental para llegar a una conclusión importante: no todos los amores merecen ser vividos. Hay amores a los que es preferible renunciar para cuidar nuestra propia integridad.
—¿Todo eso es lo usted describe en su libro “Encuentros (el lado B del amor)”?Exacto. Esa expresión deviene de los antiguos discos simples de vinilo, que por lo general tenían un lado A, el que todos escuchaban y conocían, y un lado B que casi nadie tenía en cuenta. En lo personal, pienso que el lado A nos cuenta que el amor es algo milagroso, que el ser amado es fiel, considerado y nos va a hacer feliz. En cambio el lado B, que también forma parte del disco, devela que muchas veces una mala relación puede dejarnos en un territorio de indiferencia, violencia o sufrimiento. Y, si no queremos caer en ese tipo de relaciones patológicas, es necesario que le prestemos atención a esa otra parte del amor de la que en general no queremos saber nada.
—¿Sirve de algo aceptar que vamos a ir a sufrir?Freud dijo que nunca estamos tan indefensos como cuando nos enamoramos. Porque el amor nos coloca en un estado de vulnerabilidad en el cual nuestra tranquilidad depende de lo que el otro haga. Por eso es necesario aceptar que el enamorado está en riesgo y que el dolor es una posibilidad que tiene que tener en cuenta quien se adentra en la construcción de un amor. Pero cabe diferenciar que hay dolores propios de todo vínculo que son inevitables, y otros que son patológicos. Sufrir porque alguien nos abandona es esperable, e incluso sano, en cambio quedarnos en un vínculo en el que se nos trata con indiferencia o crueldad, es perfectamente evitable.
—Dan ganas de huir del amor… De las malas relaciones no hay que huir, hay que irse, que es un movimiento menos compulsivo y más sano. Por supuesto que amar es riesgoso, pero quien huya de este riesgo es probable que viva una existencia oscura y desapasionada. Por eso no creo que haya que evitar el amor, al contrario. Pero sí es conveniente salir cuanto antes de aquéllos que llevan el germen de nuestro padecimiento.
—¿Cuáles cree que son los clichés o las frases de película que más daño le han hecho al amor?Que el amor es algo que se encuentra y no que se construye. Que el amor nos completa, en lugar de aceptar que debemos aprender a vivir con la falta. Que quien ama debe soportar todo, porque puede llevarnos a tolerar lo intolerable. Y que al amor nunca muere, porque nos desvía la atención del hecho de que, para que así sea, hay que cuidar mucho cada uno de nuestros actos.
—Ha dicho que el amor no garantiza la fidelidad. ¿Cómo psicoanalista ha sido común cruzarse o tratar a personas infieles o que han sufrido infidelidad?Sí, es algo que he escuchado muchas veces en el consultorio. Se trata de un momento muy doloroso, porque produce el quiebre de una ilusión: aquélla que sostiene que el amor hace que dos sean uno, y que existe alguien que nos completa. La infidelidad pone de manifiesto que por muy bien que estemos con alguien, existe la posibilidad de que nuestra pareja desee a alguien más. Es una verdad tremenda, pero que debemos aceptar. Solo así alguien podrá trabajar por una fidelidad elegida y sustentable.
—¿Qué es lo que más le ha sorprendido al tratar o hablar con personas infieles?Si algo he aprendido es estar abierto a las sorpresas. Me he encontrado con personas que viven su infidelidad con culpa, otros casi como si no tomaran consciencia de lo que arriesgan, quienes se torturan por haberlo hecho y los que, por el contrario, justifican cada una de sus actos, incluso los más injustificables.
—Pese a ser más común de lo que se admite, la infidelidad es uno de los temas que más indigna en nuestra sociedad, ¿por qué cree que es así? Porque existe una creencia errónea que sostiene la idea de que la fidelidad sería lo natural y esperable. Por eso nos asombra y nos indigna enterarnos de una infidelidad, porque sentimos como si esa persona hubiera quebrantado una ley natural. Y no es así. En el ser humano casi nada es natural. La mayoría de las cosas, por no decir todas, son culturales.
—¿Hay forma de saber si estamos frente a un amor para toda la vida?Sí, claro. En nuestro lecho de muerte. Recién ahí podremos mirar a alguien a los ojos y decir con emoción: hemos estado juntos toda la vida. Hasta ese momento, todo amor está amenazado, y está bien que así sea. Porque quien cree que tiene el amor asegurado deja de cuidarlo y estar atento a los detalles que, en definitiva, son los que lo mantienen vivo.
—La infidelidad, los celos, el desamor son temas viejos, ¿los ha reconfigurado la tecnología y el WhatsApp?Son temas tan antiguos como el amor. Porque forman parte de una lista de cosas que pueden ocurrir cuando nos entregamos a una relación amorosa. Antes una infidelidad se descubría por una mancha de lápiz labial en la camisa, y hoy por un mensaje de WhatsApp que no ha sido borrado, pero el hecho siempre ha estado allí como una amenaza. Lo mismo ocurre con los celos. Las personas celosas que antes revisaban los bolsillos son las que hoy revisarían nuestro mail.
—Para usted, ¿cómo es un verdadero final feliz en una relación amorosa?Creo en la posibilidad de los finales sanos, en un marco de respeto. Dejar de amarse no implica haberse convertido en malas personas, y no tenemos por qué enojarnos y ser enemigos de alguien solo porque ha dejado de amarnos. Pienso que los amores que han sido nobles encuentran, aún en el momento de la despedida, la posibilidad de agradecer por todo lo compartido.
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