Sorprendió al mundo con sus reformas y estuvo en el corazón de la caída de la Unión Soviética.
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Mijaíl Gorbachov, el exdirigente soviético que puso fin a la Guerra Fría, murió a los 91 años, según informaron este martes agencias de noticias rusas que citan fuentes hospitalarias.
Gorbachov se ganó la aclamación de la comunidad internacional y recibió el Premio Nobel de la Paz en octubre de 1990 por su papel en la finalización de la Guerra Fría y la reunificación de Alemania.
En Rusia, sin embargo, su reputación nunca se recuperó entre quienes lo consideran el culpable de la caída de la Unión Soviética.
Cuando se presentó a las elecciones presidenciales en 1996 solo recibió el 5% de los votos.
Según algunos analistas, su error consistió en pensar que podía reformar y, a la vez, mantener la Unión Soviética tal y como estaba.
El mismo Gorbachov analizaba así su papel en la caída del bloque soviético:
“A pesar de todos los males y miserias actuales, los rusos, y en general la gran mayoría de los ciudadanos de los países de la ex órbita soviética, prefieren vivir en una sociedad libre y democrática, como la que hoy disfrutan, a la situación que vivían bajo el comunismo. Ese es el marco en el que puedo encuadrar mi responsabilidad en mi etapa como exmandatario de la Unión Soviética”.
Mijaíl Sergeiovitch Gorbachov nació en 1931 en Privolnoe, un pueblo de la región de Stravopól, en el sur de Rusia.
Su carrera política comenzó cuando alcanzó la posición de director regional del Partido Comunista.
A los 48 años se convirtió en ministro de Agricultura del gobierno de Josif Stalin y viajó a Moscú.
En 1986, tras la muerte de Konstantín Cherchenko fue elegido como secretario general del Partido Comunista, el más alto cargo en la Unión Soviética.
Su nombramiento sorprendió a muchos, pues se impuso a políticos con más experiencia y edad.
Tras su elección, la entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, le dio lo que fue considerado como el visto bueno de los países occidentales.
“Me gusta Gorbachov”, dijo la Dama de Hierro. “Creo que podemos hacer negocios con él”.
Su forma elegante de vestir y su manera directa de hablar lo distinguían de sus predecesores, y su esposa, Raisa -quien falleció en 1999-, parecía más una primera dama estadounidense que la esposa de un secretario general.
Una vez llegó al poder, Gorbachov lanzó dos estrategias para tratar de impedir el colapso de la Unión Soviética, que parecía inminente.
Según el líder, el país necesitaba una perestroika o reestructuración económica.
“Se están quedando rezagados tras el resto de la economía. Sus productos de mala calidad son una desgracia”, les dijo a los líderes del Partido Comunista.
La perestroika iba acompañada de otra estrategia, glasnost, que se traduce como apertura o transparencia.
En efecto, bajo su mandato aumentaron la tolerancia de credo y pensamiento y la divulgación de noticias nacionales e internacionales.
Emprendió además una campaña para democratizar el Partido Comunista y permitir el pluripartidismo.
En cuanto a la política exterior, Gorbachov se centró en poner fin a años de Guerra Fría y firmó varios acuerdos con los gobiernos estadounidenses de Ronald Reagan y de George Bush para el control de armas nucleares.
El mandatario también puso fin a la ocupación soviética de Afganistán, regularizó las relaciones diplomáticas con China, e incluso se alió con Estados Unidos durante la Guerra del Golfo en 1991.
A finales de la década de los 80, Gorbachov enfrentó su más dura prueba: la Unión Soviética comenzaba a resquebrajarse.
En julio de 1989, anunció que los países miembros del Pacto de Varsovia podían decidir su propio futuro.
En Polonia, Lech Walesa asumió el poder y, en septiembre, Hungría abrió sus fronteras hacia occidente sin respuesta alguna de las tropas soviéticas.
En noviembre de ese mismo año, el curso de la historia europea cambió: el muro de Berlín cayó y, poco después, Alemania se reunificó.
En marzo de 1991, las repúblicas bálticas de Lituania, Estonia y Letonia se independizaron de Moscú.
En un principio, Gorbachov intentó evitarlo por la fuerza, pero la ola independista se propagó por todos los países miembros del Pacto de Varsovia.
Gorbachov fue acusado por los miembros de su partido de línea dura de haber dejado ir a los países bálticos y de socavar los fundamentos del Partido Comunista y de la Unión Soviética.
En agosto de 1991, Mijaíl Gorbachov fue retenido en su villa de verano en Crimea por un grupo de delegados del Partido Comunista que intentó forzarlo a renunciar e impedir la firma del nuevo acuerdo que reemplazaba la estructura central soviética por una más federal.
El entonces presidente de la Federación Rusa, Boris Yeltsin, denunció el golpe y reunió apoyo para Gorbachov.
El aún secretario general regresó a Moscú, pero estaba políticamente debilitado.
En diciembre de 1991 y tras la independencia de Ucrania, Yeltsin declaró la disolución de la Unión Soviética y el establecimiento de la Comunidad de Estados Independientes.
Cuatro días después, el día de Navidad, Mijaíl Gorbachov renunció a su cargo.
La URSS había dejado de existir.
En 2016, en el 25 aniversario de aquellos acontecimientos que cambiaron el mundo, el ex líder soviético concedió una entrevista al corresponsal en Moscú de la BBC, Steve Rosenberg.
“Lo que ocurrió con la URSS fue mi drama. Y un drama para todos los que vivieron en la Unión Soviética”, dijo. “Hubo traición a nuestras espaldas. A mis espaldas”, aseguró el ex mandatario.
“No pudieron hacerlo por medios democráticos. Entonces cometieron un crimen. Fue un golpe de Estado”, declaró.
En esa misma conversación con la BBC, Gorbachov justificó sus acciones ante quienes lo responsabilizaron, especialmente en Rusia, de la descomposición del país y la pérdida consiguiente de influencia internacional.
“El enfrentamiento y la división en un país como el nuestro, repleto de armas, incluyendo armas nucleares, podía haber causado numerosas muertes y una inmensa destrucción”, explicó.
“No podía permitir que eso pasara. Renunciar fue mi victoria”, dijo.
Cuando preguntaban en los últimos años su opinión acerca de la situación actual de Rusia, la deriva autoritaria de la que muchos acusan al actual mandatario ruso, Vladimir Putin, y el balance de la perestroika, el ex secretario general se mostraba crítico.
“Ese proceso (iniciado por la perestroika) no se ha completado”, le dijo a la BBC en 2016.
“Tenemos que hablar francamente de esto. Hay personas para quienes la libertad es una molestia, no se sienten bien con ella”, apuntó, sin aclarar a qué personas se refería.
Desde la desaparición de la URSS, Gorbachov viajó por el mundo dictando conferencias y administrando la fundación que lleva su nombre.
También publicó libros como “La hora de la Paz”, “El siglo futuro de la Paz”, “No hay alternativa de la Paz”, “Moratoria” y “Perestroika”.
El desarme nuclear se convirtió en una de sus causas.
Sin embargo, en sus últimos años, Gorbachov vio cómo uno de sus grandes logros como dirigente era desarticulado.
En 2019, Donald Trump retiró a su país del tratado de las Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) que habían suscrito Gorbachov y el entonces presidente de Estados Unidos Ronald Reagan en 1987.
Poco después, Putin siguió los pasos de Washington.
“Todas las naciones deben destruir todas las armas nucleares. Es necesario para salvarnos a nosotros mismos y a nuestro planeta”, le dijo Gorbachov a la BBC en noviembre de 2019, cuando se conmemoraba el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín, el hecho que probablemente más marcó su intensa vida política.
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