Nairobi, EFE
La secta radical Boko Haram, autora del secuestro de más de 200 escolares mujeres que ha suscitado una gran condena internacional, es una milicia que lucha por imponer un Estado islámico en Nigeria, un país de mayoría musulmana en el norte y predominantemente cristiano en el sur.
El grupo, cuyo nombre significa en lenguas locales “la educación no islámica es pecado”, fue fundado en el 2002 por el clérigo musulmán Mohamed Yusuf.
Yusuf creó en Maiduguri, la capital del estado de Borno (noreste), un complejo religioso que incluía una mezquita y una escuela islámica, donde muchas familias musulmanas de bajos recursos inscribieron a sus hijos.
Pero el objetivo de Yusuf no era realmente establecer un centro educativo, sino un campo de reclutamiento de jóvenes que posteriormente lucharían contra el Gobierno Nigeriano para instaurar un Estado regido por la sharía o ley islámica.
En el 2009, Boko Haram empezó a atentar contra edificios del Gobierno en Maiduguri y comisarías de policía.
Ese mismo año, Mohamed Yusuf fue detenido y asesinado por las fuerzas de seguridad.
Aunque las autoridades nigerianas aseguraron entonces que era el fin de Boko Haram, los islamistas se reagruparon bajo el actual líder del grupo armado, el teólogo Abubakar Shekau, por el que EE.UU. ha llegado a ofrecer una recompensa de 50 millones de dólares.
Desde entonces, los fundamentalistas mantienen una sangrienta campaña que ha causado más de 3.000 muertos, especialmente en el noreste del país, base espiritual y de operaciones del grupo fundamentalista, donde miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares.
Pero no fue hasta el 2011, cuando Boko Haram atrajo la atención internacional con un atentado contra la sede de Naciones Unidas en Abuya, la capital administrativa de Nigeria, en el que murieron 23 personas.
A finales de diciembre de ese mismo año, el Gobierno Nigeriano declaró la situación de emergencia en el noreste del país, concretamente en los estados Yobe, Borno y Adamawa, donde los ataques no han cesado.
En el último año, la campaña de los islamistas se ha intensificado con asesinatos frecuentes, secuestros, robos y destrucción de escuelas y viviendas en esos estados norteños.
La secta ha pasado de atentar disparando desde motos (principalmente a políticos o miembros de las Fuerzas de Seguridad en el norte del país) a realizar ataques coordinados, lo que hace temer que hayan podido surgir vínculos entre Boko Haram y la red terrorista Al Qaeda, aunque ese extremo no ha sido confirmado.
Uno de los casos que más ha conmocionado a Nigeria y a la comunidad internacional ha sido el secuestro de más de 200 adolescentes en una escuela de Chibok, en Borno, retenidas desde el pasado 14 de abril y a las que Boko Haram ha amenazado con vender como esclavas.
Además, el pasado domingo otras 11 niñas, de entre 12 y 15 años, fueron secuestradas por supuestos miembros de la secta en el pueblo de Warabe, igualmente en Borno.
Aunque inicialmente los ataques se centraban en el norte del país, los terroristas han aumentado sus acciones en el resto de Nigeria, especialmente en Abuya.
El pasado 14 de abril, un atentado en una de las principales estaciones de autobuses de la capital causó 75 muertos y 216 heridos y, unas semanas después, otro ataque con bomba en la misma zona dejó al menos 19 muertos y 60 heridos.
Boko Haram también ha llevado a cabo secuestros de ciudadanos occidentales en el vecino Camerún, el último de ellos el pasado 4 de abril, cuando raptó a dos sacerdotes italianos y una monja canadiense que todavía están en paradero desconocido.
Recientemente, el Gobierno de Camerún informó de que la secta mantiene una red de reclutamiento en el país y, desde febrero, alistó a cerca de 200 jóvenes -de entre 15 y 19 años- en Kolofata, una zona fronteriza con Nigeria, en el extremo norte de Camerún.
Con unos 170 millones de habitantes integrados en más de 200 grupos tribales, Nigeria, el país más poblado de África, sufre múltiples tensiones por sus profundas diferencias políticas, religiosas y territoriales.