No será fácil curar las antiguas y profundas heridas dejadas por Alemania en Namibia de lo que ahora es considerado como un genocidio perpetrado por las fuerzas coloniales.
Este viernes, después de más de 100 años, Berlín reconoció oficialmente las atrocidades que cometió durante la ocupación de Namibia en la época colonial y le ofreció al país africano una suma de dinero como compensación.
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Pero ¿cómo se compensa la destrucción de toda una sociedad? ¿Qué precio se puede poner?
Alemania aceptó pagar más de US$1.000 millones de dólares.
“A la luz de la responsabilidad histórica y moral de Alemania, pediremos perdón a Namibia y a los descendientes de las víctimas”, aseguró este viernes el ministro de Relaciones Exteriores, Heiko Maas.
El funcionario alemán agregó que su país, en un “gesto para reconocer el inmenso sufrimiento infligido a las víctimas”, apoyará el desarrollo de la nación africana a través de un programa que costará más de US$1.300 millones.
La suma será pagada a lo largo de 30 años e invertida en infraestructura, atención médica y programas de capacitación que beneficien a las comunidades afectadas.
Pero algunos líderes namibios se han negado hasta ahora a respaldar el acuerdo, según informó el periódico estatal New Era.
En Namibia, los descendientes tanto de las víctimas como de los colonizadores han discutido encarnizadamente sobre qué precio se le puede poner al genocidio.
La colonia alemana de África del Sudoeste
“A lo largo de toda esta playa, había un campo de concentración”, dice Laidlaw Peringanda. “El alambre de púas corría por donde se ve el estacionamiento hoy”.
El artista y activista social señala más allá de una hilera de cafeterías al aire libre y un parque infantil en el paseo marítimo de Swakopmund, el principal balneario de Namibia, donde las aguas frías del Atlántico chocan contra el borde del desierto del Namib.
“Mi bisabuela me contó que algunos miembros de nuestra familia fueron traídos aquí y obligados a trabajar, y murieron”.
Habla de los años 1904-1908, cuando la actual Namibia era la colonia alemana de África del Sudoeste.
Decenas de miles de personas murieron cuando las fuerzas coloniales reprimieron brutalmente los levantamientos de dos de los principales pueblos del país, los herero y los nama, matando a la mayor parte y llevando a otros a un desierto (el desierto de Omaheke, en el este del país) donde muchos murieron de hambre.
Los sobrevivientes terminaron en campamentos donde fueron utilizados como mano de obra esclava.
Se estima que perecieron hasta 65.000 de los 80.000 herero que vivían en África del Sudoeste bajo dominio alemán al comienzo del período colonial, así como quizás 10.000 de una población de nama estimada en 20.000 miembros.
Si no morían de hambre, lo hacían por el agotamiento, la sed o por las balas y los cañones. La violación de mujeres fue sistemática.
Cientos de cráneos de víctimas fueron enviados a Alemania para estudios sobre diferencias raciales que buscaban probar la superioridad de los blancos. Veinte de esos cráneos fueron devueltos por un hospital en Berlín a Namibia en 2011.
Las atrocidades cometidas en la entonces África del Sudoeste han sido descritas por los historiadores como “el genocidio olvidado” de principios del siglo XX.
Desde 2015, cuando Alemania reconoció formalmente que las atrocidades cometidas allí podían ser tipificadas de genocidio, el país había estado negociando un acuerdo de justicia restaurativa con Namibia.
Nunca antes una expotencia colonial se había sentado con una antigua colonia de esta manera para llegar a un acuerdo integral sobre el legado del pasado.
Alemania dijo en ese entonces que presentaría una disculpa formal.
“Cualquier herero, con o sin armas, será ejecutado”
Las potencias europeas sellaron el reparto de África en la conferencia de Berlín en 1884. Alemania, que tuvo colonias en el territorio de los actuales Camerún, Togo y Tanzania, se anexó también la costa suroeste del continente africano, actualmente Namibia.
Allí, Alemania expulsó a comunidades de sus tierras, que fueron entregadas a colonos alemanes. La población nativa fue sometida a todo tipo de abusos, incluyendo violaciones y asesinatos.
En 1903 los guerreros herero y nama se rebelaron lanzando ataques en los que murieron decenas de colonos.
Alemania respondió de forma despiadada.
En 1904 el emperador alemán, el káiser Guillermo II, despachó unos 14.000 soldados a Namibia bajo el comando del notorio Lothar von Trotha, el general que había reprimido brutalmente rebeliones nativas en China y el este de África.
Quienes sobrevivieron batallas como la de Waterberg fueron asesinados, o forzados hacia el ardiente desierto de Kalahari, donde soldados alemanes habían envenenado los pozos de agua.
El mensaje de Von Trotha a los herero no deja lugar a dudas:
“Yo, general de los soldados alemanes, envío esta carta a los herero. La nación herero debe abandonar el país... Si se niegan, los forzaré a cañonazos... Cualquier herero, con o sin armas, será ejecutado”.
“Von Trotha dijo a sus soldados que no perdieran su honor disparando contra mujeres y niños, que dispararan para asustarles y las forzaran a huir al desierto, donde enfrentaron una muerte segura por sed y hambre”, señaló a BBC Mundo Reinhart Koessler, profesor en el departamento de ciencia política de la Universidad de Friburgo y académico especializado en memoria política, que ha estudiado durante dos décadas el pasado colonial de Alemania en el oeste de África.
Para Koessler, las palabras de Von Trotha “fueron una intención clara de exterminación, y eso es lo que constituye genocidio, la voluntad de eliminar un grupo étnico”.
La violación de mujeres herero y nama fue tan generalizada que muchos descendientes tienen actualmente algún ancestro alemán.
“Yo soy un descendiente directo de los ovaherero. Tanto mis abuelos paternos como maternos tenían sangre alemana en sus venas por el abuso sexual que los soldados alemanes cometieron contra mi pueblo”, señaló a BBC Mundo Ngondi Kamatuka, presidente interino de la Asociación Ovaherero contra el Genocidio en Estados Unidos.
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