Durante la guerra de Siria, que comenzó hace una década, la minoría kurda se convirtió en un aliado de Occidente en la lucha contra los yihadistas, al tiempo que levantaba una administración autónoma para controlar regiones del noreste del país.
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En esta Siria fragmentada, ¿qué futuro le espera a esta comunidad otrora marginada pero decidida a defender sus conquistas?
La guerra en Siria ¿el gran cambio?
Durante décadas, los kurdos han denunciado discriminaciones del gobierno central de Damasco. La guerra, que comenzó en 2011, obligó al régimen a centrarse en los rebeldes armados, lo que ha permitido a la minoría emanciparse.
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Después de la retirada del ejército sirio de sus territorios, los kurdos instauraron en 2013 una “administración autónoma”, con una policía, una fuerza militar y colegios donde se enseña su lengua.
“Antes de 2011, no había nada que nos diera esperanza. Los kurdos estaban totalmente oprimidos. Ni siquiera teníamos documentos de identidad”, recuerda Aldar Jalil, uno de los artífices de este proyecto de autonomía.
Los kurdos controlaron primero las regiones de esta comunidad y, a medida que las fuerzas kurdas progresaban frente al grupo Estado Islámico (EI), se expandieron a otras zonas donde vive una población predominantemente árabe.
En enero de 2015 la milicia kurda de las Unidades de Protección Popular (YPG) expulsó al Estado Islámico de la ciudad de Kobane, en la frontera con Turquía.
Con el apoyo de Occidente, las YPG se pusieron al mando de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una coalición que engloba a combatientes árabes y que fue derrotando a los yihadistas.
En la actualidad las FDS todavía controlan los principales campos petroleros en el este.
Casi dos años después de haber proclamado en marzo de 2019 la caída del “califato” del Estado Islámico, estas fuerzas retienen en sus prisiones a miles de combatientes de la organización ultrarradical.
Las familias (mujeres e hijos) de estos yihadistas también están recluidas en campamentos en condiciones miserables. En ellos hay miles de extranjeros considerados indeseables en sus países y que los kurdos quieren que sean repatriados.
¿Qué futuro le espera con Estados Unidos, su aliado?
Los kurdos apuestan desde hace tiempo por su alianza con Washington, y por la presencia de miles de soldados estadounidenses para protegerlos de las amenazas de Turquía, su vecina, o en su relación con el régimen.
Por eso los anuncios contradictorios del expresidente estadounidense Donald Trump sobre una retirada fueron muy impactantes en 2019. A día de hoy solo quedan 900 soldados estadounidenses y se desconoce qué pasará con ellos.
Sin el aliado estadounidense, las fuerzas kurdas serán “muy vulnerables a los ataques externos”, subraya Dareen Khalifa, del International Crisis Group (ICG).
Y, según ella, el nivel de presencia estadounidense tampoco los protege de los “intentos de desestabilización”.
La autonomía kurda irrita a Ankara, que considera “terroristas” a las YPG y teme que sus éxitos alimenten las aspiraciones independentistas en su territorio.
Turquía ya ha lanzado tres ofensivas contra las YPG. En 2018 se hizo con el control de una parte de Afrin y conquistó una franja fronteriza al año siguiente.
Esta última operación no hubiera sido posible sin la retirada estadounidense del sector, por lo que se consideró como una luz verde de Donald Trump.
“El enfoque” del gobierno de Joe Biden “será algo diferente”, espera Khalil. “Pero no podemos contar con ellos. Sus políticas no están garantizadas”, añade.
El nombramiento en la Casa Blanca de Brett McGurk como coordinador para Oriente Medio es una señal positiva. Bajo el mandato de Trump, este exemisario ante la coalición internacional antiyihadista criticó duramente la retirada de Siria.
Khalifa reconoce que el debate se centra en “el destino de las FDS”. En Washington, más allá de las divisiones entre partidos, se nota “una sensación de cansancio respecto a Siria junto con el miedo a quedarse atrapado en ‘guerras sin fin’”.
¿Una posible reconciliación con el régimen?
Para detener la ofensiva de Ankara en 2019, los kurdos alcanzaron un acuerdo con el régimen y su aliado ruso, que desplegó tropas en territorios de la minoría, aunque las FDS siguen controlándolos.
“Los kurdos de Siria siempre han preferido el gobierno sirio a Turquía”, afirma el analista Mutlu Civiroglu.
Pero las negociaciones para determinar el destino de las regiones kurdas nunca han dado resultado. El régimen acusa a los kurdos de ambiciones separatistas, que ellos niegan. La minoría quiere preservar sus logros y Damasco exige una vuelta a la situación anterior a la guerra.
El diálogo sigue abierto. Pero “el régimen sigue sin estar convencido de que deba dar un paso adelante y aceptar algunos ajustes”, lamenta Aldar Khalil.
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