Wazhma lo dejó todo tras de sí buscando una vida “libre de amenazas” cuando escapó de Afganistán después de la entrada de los talibanes en Kabul. Una verdadera travesía en medio del terror.
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En unas instalaciones preparadas en Emiratos Árabes Unidos para acoger a los afganos en tránsito hacia otros países, esta estudiante de medicina de 21 años busca superar la pesadilla vivida los últimos días en su país.
“Mi marido trabajaba para la embajada estadounidense. Ellos (los talibanes) nos habrían matado si nos hubiéramos quedado”, explica en inglés Wazhma a la AFP unas horas antes de tomar un avión rumbo a Estados Unidos.
“Huimos con lo puesto. Nada más”, afirma.
Esta joven afgana forma parte de las decenas de miles de evacuados de Kabul tras la llegada al poder de los talibanes.
Wazhma, su marido, su cuñado y su sobrino pasaron “los tres días más largos” de sus vidas en la carretera, moviéndose en secreto hasta alcanzar las puertas del aeropuerto de Kabul donde el personal estadounidense les esperaba.
“La situación era muy mala. Gracias a Dios estamos a salvo”, dice con su sobrino, apenas un bebé, en brazos.
Preguntada si alguna vez volverá a su país, ríe y dice que “nunca, salvo si los talibanes se van”.
Está segura de que los fundamentalistas islámicos no van a cambiar la política de discriminación contra las mujeres que ya instalaron durante su primer gobierno, entre 1996 y 2001, a pesar de las promesas que han hecho en los últimos días.
“Estoy contenta de irme. Solo me preocupan mi madre, mi padre, mi hermana y mi hermano”, dice.
Mientras tanto, en Kabul, los trabajos de evacuación enfilan sus últimos días a pesar de que sigue presente el miedo tras el atentado mortífero de hace dos días del Estado Islámico, que dejó al menos 85 muertos, entre ellos 13 soldados estadounidenses.
A pocos días de la fecha límite del 31 de agosto, todavía quedan más de 5.000 personas dentro del aeropuerto esperando ser evacuadas, y una muchedumbre en el perímetro exterior rogando por entrar.
“Teníamos miedo”
Naim, un afgano que trabajaba como traductor para el ejército estadounidense y que fue evacuado con sus cinco hijos, cuenta que se escondió el mismo día que los talibanes entraron en Kabul, el 15 de agosto.
Él y su familia consiguieron llegar al aeropuerto pero tuvieron que esperar tres días hasta que un avión estadounidense les llevará a Emiratos Árabes Unidos.
“Teníamos miedo de que nos mataran”, cuenta este hombre de 34 años junto a su mujer y sus hijos, tres niñas y dos niños.
“Agarré solo la ropa de mis hijos y nuestros documentos de identidad. Perdimos todo lo demás. Solo quiero que mis hijos tengan una buena vida”, agregó.
Hombres, mujeres y niños afganos esperan con impaciencia en estas instalaciones en Emiratos Árabes Unidos, tomando jugos o sentados en sillas blancas junto al numeroso personal sanitario antes de tomar un vuelo con destino a Estados Unidos.
Una niña afgana, con un vestido dorado y negro, aguarda su turno para la revisión médica, balanceando las piernas adelante y atrás mientras juega con un oso de peluche.
Decenas de personas hacen cola mientras las autoridades emiratíes los inscriben para entrar en las instalaciones.
Las naciones del Golfo, incluidos Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Baréin y Catar, fueron fundamentales durante las tareas de evacuación proporcionando a las naciones occidentales bases avanzadas y un centro de acogida antes de que los afganos sean transferidos hacia terceros países.
Emiratos Árabes afirmó el jueves que ayudó en la evacuación de 28.000 personas, y acogió a 8.500 evacuados en un centro temporal antes de que partieran hacia Estados Unidos.
Cerca de 112.000 personas abandonaron el país desde el 14 de agosto, el día antes de que los talibanes se hicieron con el poder, según el gobierno estadounidense.
Algunos países, incluidos Francia, Reino Unido y España, anunciaron el fin de sus operaciones de evacuación el viernes, como ya hicieron otros países como Canadá y Australia esta semana.
Naciones Unidas afirmó que espera para “el peor escenario” cerca de medio millón de refugiados afganos hasta finales de año.
A pesar de las promesas de los talibanes, muchos afganos temen una repetición de la estricta interpretación de la ley islámica, como ya ocurrió cuando gobernaron entre 1996 y 2001, y represalias contra los colaboradores de las misiones occidentales o del precedente gobierno.
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