Esta semana se volvió a encender el polvorín en Nagorno Karabaj, una región cuyo control es disputado por Armenia y Azerbaiyán desde el fin de la era soviética.
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Si bien este miércoles 20 se consiguió pactar un alto al fuego entre fuerzas azerbaiyanas y separatistas armenios luego de que registraran 25 muertes por los enfrentamientos de la víspera, los temores de que ambos bandos se enfrasquen en otra guerra como las que protagonizaron en 1990 y en el 2020 siguen latentes.
Y en medio de todo el conflicto Rusia aparece como un personaje principal, cuya autoridad podría haber sido desafiada.
Territorio en disputa
Cuando la Unión Soviética iba contando sus últimos años, en 1988, armenios y azerbaiyanos iniciaron un enfrentamiento por los 11.500 kilómetros cuadrados que conforman Nagorno Karabaj.
La guerra entre ambas exrepúblicas soviéticas dejó entre 20 mil y 30 mil muertos y se resolvió con una votación realizada en el Parlamento local que decidió quedarse como parte de Armenia.
Dicho escenario dio pie a un enfrentamiento étnico que con la independencia de ambos países se volvió a transformar en una guerra.
En 1994, Rusia intervino y decretó un alto al fuego luego de que las fuerzas armenias tomaran control de la región que oficialmente formaba parte de Azerbaiyán, basándose en una delimitación hecha por los soviéticos en 1923.
La comunidad internacional, además, reconoce a la zona como territorio azerbaiyano, pese a que en ella viven unos 120 mil armenios.
En el 2020, en el nuevo conflicto militar entre ambos países, Azerbaiyán recuperó el control de Nagorno Karabaj. Desde entonces, el gobierno de Bakú ha lanzado una serie de medidas orientadas a erradicar a los grupos separatistas.
Una de las medidas más importantes, en ese sentido, fue el bloqueo del Corredor de Lachín, impuesto en diciembre del 2022. Se trata de la vía principal entre Nagorno Karabaj y Armenia, por la que llegaban la mayoría de recursos de primera necesidad al enclave pero al que Azerbaiyán acusa de utilizar como vía para suministrar armas a los rebeldes.
El papel ruso
Al igual que en 1994, y que esta semana, en el 2020 Rusia fue un actor clave para fijar un alto al fuego entre ambos bandos. En aquella ocasión, además, Moscú acordó desplegar a unos 2 mil cascos azules en Nagorno Karabaj para proteger tanto el Corredor de Lachín como para garantizar la estabilidad en la zona.
Los eventos ocurridos desde entonces solo demuestran que Moscú falló en dicho papel.
“El ataque de Azerbaiyán deja en pésima posición a los rusos, sus fuerzas precisamente debían mantener la estabilidad en la zona. Esto, claramente, tiene que ver con las limitaciones que está enfrentando Rusia por la guerra en Ucrania. Pero eso no hace que deje de ser humillante que se lance un ataque cuando ellos han destinado 2.000 hombres al lugar. Es como si Azerbaiyán se burlara de su autoridad”, comenta a El Comercio el internacionalista Francisco Belaúnde Matossian.
Según el experto, este nuevo enfrentamiento es el resultado de una serie de eventos que se fueron acumulando en los últimos tres años en la zona. Para comenzar, Azerbaiyán estableció un puesto de control militar en el Corredor de Lachín pese al despliegue ruso, además de que ordenara el cierre de la vía en diciembre y no interviniera en noviembre del año pasado cuando se produjo una escaramuza entre ambos estados.
Todo esto pese a que Armenia forma parte de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, una alianza militar creada tras la disolución soviética que en resumen garantiza la protección mutua de sus miembros, entre ellos Armenia y por supuesto Rusia.
“Armenia, por su parte, está bastante decepcionada de Rusia. Se supone que Armenia forma parte de la alianza defensiva con Rusia, pero Moscú no hizo nada. Eso ha llevado a que Armenia se incorpore a la Corte Penal Internacional y acepte participar en ejercicios militares conjuntos con Estados Unidos”, comenta Belaúnde Matossian.
Moscú, por su parte, ha negado en repetidas ocasiones las acusaciones de inacción acumuladas durante los últimos años, algo que para el analista abre la puerta a teorizar sobre un posible plan alterno ruso.
“Nunca podemos descartar que haya una estrategia perversa detrás y Rusia haya permitido ese ataque para que Armenia vuelva a recurrir a ellos. No lo podemos asegurar, pero podemos teorizar al respecto”, asegura.
En medio de las sensaciones de traición entre los armenios, acusaciones de inacción rusas y señalamientos de invasión hacia los azerbaiyanos, también aparece Estados Unidos en escena. Washington condenó a través del secretario de Estado, Antony Blinken, las hostilidades de Bakú sobre Nagorno Karabaj y urgió a que cesen de inmediato.
Si bien la mirada estadounidense está centrada principalmente sobre Ucrania en estos momentos, tampoco estaría dispuesto a desaprovechar la oportunidad de ganar influencia en el estratégico Cáucaso sur.
“Estados Unidos quiere aislar a Rusia, así que todo país que se separe de ellos les sirve. Sobre todo, quieren que no haya países a los que llegan bienes de Occidente que luego sean enviados a Rusia. Desde ese punto de vista le es provechoso a Washington tener presencia en la zona”, explica Belaúnde Matossian.
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