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Beijing (EFE)
Hoy, es el día Nacional de China y los manifestantes en Hong Kong se preparan para una acción a largo plazo, mientras las autoridades de Beijing debaten cómo responder ante el desafío democrático que ha planteado la población de la excolonia británica.
Mientras las protestas han logrado reunir a su mayor número de seguidores gracias al festivo nacional de hoy, que irá seguido de otro día de fiesta mañana, las posibilidades sobre cómo buscar un acomodo, sobre el papel, se presentan complicadas.
“Sería difícil, pero hay margen de maniobra”, dijo hoy a Efe Willy Lam, profesor de Política en la Universidad China de Hong Kong.
En primer lugar, la posición del jefe ejecutivo de la región administrativa especial de Hong Kong, Cy Leung Chung-ying, se está volviendo cada vez más insostenible ante las peticiones insistentes de dimisión o cese por parte de los manifestantes.
“Leung es visto como una comparsa de Beijing”, explica Lam, quien cree que su cese “no solucionaría el problema, pero sí ayudaría”, ya que “es muy impopular” entre la población del territorio.
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Existe un precedente, y es el cese del primer jefe ejecutivo que tuvo Hong Kong tras el retorno a la soberanía china en 1997, Tung Chee-hwa, quien dimitió en marzo de 2005 después de que una masiva manifestación en su contra, precisamente un 1 de octubre (2003), debilitara decisivamente su posición a los ojos de Pekín.
Lam percibe además que Beijing puede buscar otros puntos de encuentro con la población de Hong Kong sin dar la impresión de que cede a sus demandas.
Por ejemplo, las autoridades chinas podrían mantener su decisión del 31 de agosto sobre la elección del próximo jefe ejecutivo en 2017 (que será por sufragio electoral entre un máximo de tres candidatos que hayan recibido el visto bueno de un comité consultivo de al menos 1.200 miembros), pero flexibilizar algunos puntos menores.
Así, si Beijing cambia la forma en que se forma ese comité consultivo (por ejemplo, con una parte de sus miembros elegidos por sufragio universal), podría argumentar que ha democratizado algo más la elección de 2017 sin modificar las líneas generales de su decisión, explica este veterano profesor de política china.
En todo caso, Lam descarta, igual que han hecho otros analistas en declaraciones a Efe en los últimos días, la posibilidad de que el Gobierno chino saque al Ejército a despejar las calles, ni siquiera con material estrictamente antidisturbios.
Esa posibilidad sería “el último recurso, pero sería enormemente perjudicial para el Partido Comunista de China”, considera.
El último precedente es el uso muy moderado de material antidisturbios del pasado fin de semana por parte de la policía de Hong Kong (que lanzó gas pimienta con aerosoles y varias tandas de gases lacrimógenos), y cuyo único resultado práctico fue aumentar de forma muy considerable las filas de los manifestantes.
Ante la inactividad policial de los últimos días, el éxito de la protesta en arrancar concesiones a Beijing radicará en su unidad y en su nivel de determinación, por lo que el movimiento tiene muchas probabilidades de ir para largo, salvo que las autoridades chinas acepten, con las de Hong Kong como intermediarias, abrir un diálogo político.
Muchos de los presentes en las calles de Hong Kong son conscientes de que están ante una movilización larga: “Volvemos a descansar, pero esperamos que esto dure, estamos dispuestos a aguantar lo que haga falta hasta que nos den una respuesta”, dice a Efe Lily, una chica de 30 años camino de su casa tras pasar la noche en vela en la zona de Admiralty.
“Quieren que nos cansemos, lo que no saben es que estamos concienciados: vamos a venir aquí hasta que dimita Cy Leung”, afirma por su parte Gordon, un joven de 28 años que estudia un postgrado en Negocios.
En todo caso, la población de Hong Kong “ha perdido el miedo a la policía”, recalca Lam, quien destaca que el discurso patriótico y nacionalista del presidente chino, Xi Jinping, en los últimos años “ha sido contraproducente” en este territorio.
De momento, las autoridades están necesitando unos días para asumir una realidad “que nos ha sorprendido a todos, a mí el primero”, y además “ha cambiado el ADN político de la ciudad”, resume.