El martes se descubrió que Jack Ma, el fundador de Alibaba y alguna vez el líder empresarial más rico de China, vive en el centro de Tokio, la capital de Japón desde hace seis meses, según informó el Financial Times.
El magnate, cuyo paradero era un enigma desde octubre de 2020, decidió adoptar un perfil bajo luego de criticar los bancos estatales chinos, a los que acusó de tener una “mentalidad de casa de empeño” y de alentar a que nuevos grupos de poder participen de créditos a sectores vulnerables de la sociedad. Por este motivo sus dos empresas: Ant y Alibaba fueron objeto de diferentes embates del gobierno chino, regulaciones y multas multimillonarias.
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Después de ese discurso, al empresario no se lo volvió a ver públicamente por tres meses. Se rumoró que Ma había estado bajo arresto domiciliario o detenido por las autoridades chinas. Algunos dudaban que siguiera vivo.
En su momento los reguladores chinos cancelaron la oferta pública de Ant, que se había valuado en 37.000 millones de dólares y a su vez multaron a Alibaba por otros 2800 millones bajo el argumento de que la empresa tecnológica cometió abusos “monopólicos”.
“Ese día aparentemente cruzó la línea roja invisible de lo que se puede decir y hacer en la China de Xi Jinping”, dijo a la BBC Christina Boutrup, una analista de temas de China que ha entrevistado a Ma en algunas ocasiones. “Creo que fue una gran sorpresa para él. Nunca habría cruzado esa línea si hubiera sabido lo mal que le podía ir”, agregó.
Eventualmente, después de tres meses, el 20 de enero de 2021, Ma volvió a aparecer en un corto video para un evento de caridad. Al mes siguiente apareció jugando al golf en la isla de Hainan.
En China, el magnate posee una casa en la región de Hangzhou, una ciudad cercana a Shanghái, la metrópolis donde tiene su sede Alibaba. Sin embargo, desde sus encontronazos con las autoridades, una vez más decidió desaparecer del radar y radicarse en el extranjero, lo que le permitió eludir la represión gubernamental al sector tecnológico local y las estrictas cuarentenas por el coronavirus dictadas por Xi Xinping.
La investigación del diario británico concluyó que, desde hace al menos seis meses, vice en la capital nipona, donde tiene chef personal y realiza escapadas al campo, siempre seguido de cerca por un estricto operativo de seguridad.
La publicación destacó asimismo que sus actividades sociales se centran en un puñado de clubes privados, uno en el corazón del elegante barrio de Ginza y otro en el distrito financiero de Marunouchi, frente al Palacio Imperial.
Ma renunció a su puesto como presidente de Alibaba en 2019, sin embargo aún forma parte del directorio de la fundación que él mismo creó y que lleva su nombre: Fundación Jack Ma.
Su presencia en Japón ha dado lugar a especulaciones sobre movimientos de Ma relacionados con Ant Group, cuyo control estaría planeando ceder el empresario chino, así como con Alibaba.
El gigante tecnológico nipón Softbank anunció de hecho una reducción de sus participaciones en Alibaba desde el 24,28% hasta el 23,73% entre abril y junio, una transacción que coincidió con la estancia de Ma en Tokio y que reportó a la firma nipona ganancias de 5,37 billones de yenes (37.130 millones de euros).
El propio Ma formó parte de la junta directiva de Softbank hasta mediados de 2020, mientras que el fundador y CEO del grupo japonés, Masayoshi Son, ocupó también un puesto en el consejo de administración de Alibaba hasta fechas similares.
Los inicios de Ma
Pese a su inmensa fortuna, Ma pasó por tiempos difíciles. Ganaba 14 dólares por mes como profesor y su currículum rebotaba en cuanta empresa intentase entrar. Cinco años antes de crear Alibaba, ya inmerso en el mundo de los negocios en internet, en un viaje a Estados Unidos el empresario no logró encontrar su cerveza favorita. De esa experiencia, surgió la idea madre de la empresa china: crear un espacio que acercara distintos productos tanto a particulares como a empresas.
Nacido en Hanghzou, ciudad costera a unos 170 kilómetros de Shanghai e hijo de padres semianalfabetos, actores de “pingtan” (un arte tradicional de contar historias con música), Ma, salvo en inglés, era un “pésimo estudiante”.
En un país que idolatra la excelencia escolar, su boletín siempre dejó mucho que desear, y carga con la deshonra de haber sido reprobado dos veces en el examen de ingreso a la universidad, para finalmente ser admitido en su tercer intento “en la peor universidad de Hanghzou”, según su propia definición.
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