Una de las primeras decisiones del presidente de Kazajistán, Kasim-Yomart Tokaev, para contener las violentas protestas en su país fue llamar a Moscú.
Al otro lado del teléfono estaba Vladimir Putin, su homólogo ruso. Horas después, un grupo de paracaidistas rusos aterrizó en Kazajistán para “estabilizar” al país y ayudar al gobierno local en la supuesta “operación antiterrorista” contra los manifestantes.
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Las fuerzas de seguridad kazajas han informado de que “decenas” de manifestantes antigubernamentales han muerto y cientos resultaron heridos.
Además, según las autoridades, 12 miembros de las fuerzas de seguridad kazajas han muerto y 353 han resultado heridos en los disturbios.
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Las protestas estallaron el pasado domingo, luego de que las autoridades de la exnación soviética levantaran los límites de precios del gas licuado de petróleo, que muchas personas usan en sus automóviles.
La medida resultó en un aumento de los precios al consumidor, lo cual generó la ira de la población.
Para el martes, las protestas ya se habían extendido a la mayoría de las ciudades y pueblos de Kazajstán y rápidamente se volvieron violentas cuando la policía comenzó a utilizar gases lacrimógenos y granadas paralizantes contra una multitud de miles de personas en la ciudad más grande del país, Almaty.
Además del precio del combustible hay otros motivos políticos para el descontento. Kazajistán es descrito como un país autoritario y la mayoría de las elecciones las gana el partido gobernante con casi el 100% de los votos. No existe oposición política efectiva.
Un portavoz del Departamento de Policía de Almaty le informó a los medios locales este jueves que “fuerzas extremistas” habían intentado asaltar varios edificios gubernamentales, incluido el departamento de policía.
En este contexto Tokaev pidió la ayuda de Putin. Pero, ¿qué tiene que ver Rusia en un asunto interno de Kazajstán?
El presidente Tokaev acusó a “bandas terroristas” formadas en el extranjero de estar detrás de la ola de violencia e informó que había solicitado la ayuda de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza de antiguas naciones soviéticas liderada por Rusia.
La alianza está conformada actualmente por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán, y fue concebida como una unión para contrarrestar las amenazas militares externas.
Tras la solicitud kazaja, el actual presidente de la OTSC, el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, aseguró que la alianza enviaría fuerzas de mantenimiento de la paz “por un período limitado de tiempo”.
Kazajistán, una nación de unos 19 millones de habitantes, comparte una extensa frontera con Rusia y se encuentra en lo que Moscú considera como su esfera de influencia.
“Kazajistán es un aliado internacional muy importante para Rusia. Es miembro de todos los proyectos de integración de Moscú como la Unión Económica Euroasiática y la OTSC, la cual han utilizado para enviar tropas”, le dice a BBC Mundo el analista Temur Umarov, del centro de estudios Carnegie Moscow Center, con sede en la capital rusa.
“Se puede decir que Kazajistán es el aliado número uno de Moscú, y para Rusia es muy importante mantener una frontera estable con Kazajistán y le interesa que un régimen político amigo pueda controlar una situación como la actual”, explica el experto en Asia Central.
Esta es la primera vez que la OTSC, fundada después de la disolución de la Unión Soviética, acepta desplegar “fuerzas de paz” para ayudar a un país miembro.
En 2010, Rusia rechazó una solicitud de Kirguistán para que la OTSC enviara fuerzas de paz a ese país cuando estalló allí una ola de violencia étnica, alegando que era un asunto interno.
Entonces, ¿por qué Rusia decide intervenir en Kazajistán ahora, y no lo hizo cuando Kirguistán solicitó ayuda?
Además del hecho de que Kirguistán no comparte una frontera con Rusia, el analista uzbeco Temur Umarov cree que la respuesta está en las diferencias políticas.
Kirguistán suele tener regímenes más inestables y “caóticos”.
“Los principales partidos políticos se odian y cuando uno llega al poder, el otro se va y espera hasta poder regresar, y todo el sistema cambia”, explica Umarov.
“Kirguistán ha pasado por tres revoluciones en los últimos 20 años (2005, 2010 y 2020) y para Rusia ha sido muy arriesgado intervenir en esos procesos porque no estaba seguro de si el partido que iba a apoyar retendría el poder”, añade.
Este no es el caso de Kazajistán.
“Todo el mundo está bastante seguro de que el régimen político actual seguirá en el poder”.
El actual presidente del país, Kasim-Yomart Tokaev, ganó unas criticadas elecciones en 2019, después de que el exmandatario Nursultan Nazarbayev renunciara en marzo de ese año.
Nazarbayev había gobernado Kazajistán por 19 años, desde la caída de la Unión Soviética en 1990.
Pero con las fuerzas armadas de Rusia fuertemente comprometidas a lo largo de la frontera con Ucrania, la crisis en Kazajistán parece ser inoportuna para Moscú.
Según Alexander Baunov, otro analista de política exterior rusa del centro de estudios Carnegie Moscow Center, el Kremlin ahora necesita “dividir su atención” y “gestionar la inestabilidad estratégica en dos frentes”.
“Parece que Ucrania y la OTAN ya no son el único foco principal de las futuras conversaciones entre Rusia y Estados Unidos, hay un nuevo tema candente para las negociaciones con Biden”, escribió en Twitter.
“Si tienes grandes ambiciones de poder, muestra lo que puedes hacer en varios frentes (...) Kazajstán pondrá a prueba las capacidades actuales de Rusia. Será a la vez distractor y aleccionador”, agregó.
Un video publicado por los medios rusos muestra a un pequeño número de soldados rusos subiéndose a un avión de transporte militar.
Según la OTSC, las fuerzas de paz se desplegarán para ayudar a proteger las instalaciones estatales y militares en Kazajstán.
Obtener una imagen clara de lo que está sucediendo en Kazajistán está resultando difícil en medio de lo que los grupos de monitoreo describen como un “apagón de Internet a escala nacional”.
Hay algunos reportes que aseguran que las fuerzas de seguridad se han puesto del lado de los manifestantes en algunos lugares.
Abdujalil Abdurasulov, periodista de la BBC en Almaty
La bulliciosa plaza de Almaty se ha convertido en una zona de conflicto, con edificios y vehículos incendiados.
Mucha gente tiene miedo de salir a la calle, especialmente de noche porque los enfrentamientos continúan. Los sonidos de disparos y explosiones les recuerdan a las personas lo peligroso que puede ser que salgan de sus hogares.
Los grupos de vigilantes locales están bloqueando las entradas de sus poblados en los alrededores de Almaty para evitar saqueos.
Los puestos de control y las barreras improvisadas también bloquean la entrada a la ciudad, por lo que la gente usa calles estrechas para entrar y salir de Almaty.
Hay grandes colas en las gasolineras. Los residentes encuentran dificultades para comprar alimentos porque los centros comerciales, supermercados, cafés y restaurantes están cerrados. Solo las tiendas pequeñas siguen abiertas.
Y el apagón de Internet continúa, por lo que la gente no puede retirar dinero ni recargar sus teléfonos.
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