El Pacto de Varsovia, una alianza de ocho naciones socialistas, fue por varias décadas la respuesta de la Unión Soviética a la OTAN, la unión militar de Occidente.
Pero la caída de la superpotencia socialista y el fin de la Guerra Fría significaron también la disolución de aquel acuerdo de cooperación militar que había sido firmado en 1955 por los países del Bloque del Este.
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No obstante, tardaron menos de un año en crear otra alianza.
El 15 de mayo de 1992, seis naciones exsoviéticas (Rusia, Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán) firmaron un nuevo pacto, el Tratado de Seguridad Colectiva, al cual se unirían más tarde Azerbaiyán, Bielorrusia y Georgia.
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De esa manera, nació la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC), un proyecto más pequeño y mucho menos poderoso que el Pacto de Varsovia.
Casi tres décadas después, la alianza militar toma relevancia en un momento de alta tensión en Asia Central.
Desde el pasado domingo, Kazajistán, uno de sus miembros fundadores, atraviesa una intensa ola de protestas que ha dejado “decenas” de muertos y cientos de heridos.
El detonante fue el levantamiento de los precios del gas licuado de petróleo por parte del gobierno, lo que resultó en un aumento de los precios al consumidor, aunque detrás hay también otras razones políticas en un país catalogado como autoritario y en el que no hay oposición efectiva al gobierno.
Este viernes, el líder autoritario del país, Kasim-Yomart Tokaev, dijo que había ordenado a las fuerzas de seguridad que “disparen sin previo aviso”, en medio de una violenta represión de las protestas.
Tokaev también informó que “20.000 bandidos” habían atacado la principal ciudad del país, Almaty, que se ha convertido en el epicentro del conflicto.
Asimismo los ha tildado de “terroristas” entrenados en el extranjero, sin dar pruebas de ello.
Según el Ministerio del Interior, 26 “criminales armados” y 18 agentes de seguridad han muerto hasta ahora.
Ante la crítica situación, Tokaev solicitó la intervención de la OTSC para ayudar a las fuerzas de su país a contener las protestas.
Poco después, un grupo de tropas rusas aterrizó en el país para “estabilizar” la situación.
Actualmente, la alianza está conformada por seis naciones exsoviéticas: Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán.
“Liderada por Rusia, la OTSC es el equivalente de la región a la OTAN”, le dice a BBC Mundo Kate Mallinson, experta en Asia Central y la Unión Soviética del instituto Chatham House, en Londres.
La analista británica asegura que, después de que el tratado entró en vigor en 1994, fue visto como una “charlatanería durante muchos años”, incluso tras convertirse propiamente en una alianza militar.
Aunque la actual intervención militar en Kazajistán, al menos formalmente, la hizo la OTSC, el profesor Neil MacFarlane, especialista en política exterior rusa y la dinámica regional de la extinta Unión Soviética, apunta que en realidad la operación fue hecha por Moscú y define la alianza como una “fachada”.
“Esta organización ha existido por varias décadas y nunca ha hecho nada realmente, aparte de algunos ejercicios”, le dice el experto a BBC Mundo.
“Es una organización muy parcializada. Rusia saca algunos modestos beneficios de ella, pero no muchos. Hasta que pasa un evento como el actual y le sirve para intervenir y reprimir la disidencia interna con la ayuda de esta fachada multilateral”.
Los miembros de la OTSC disfrutan de una cooperación con las sofisticadas fuerzas armadas de Rusia, y de ventajas como la venta de armas usadas y entrenamiento.
Para Kate Mallinson, de Chatham House, Rusia usa la OTSC para justificar instalaciones militares en sus países miembros, mientras obtiene el poder de veto sobre cualquier otra base extranjera en la región.
La experta asegura que las ambiciones del club han crecido durante las últimas décadas, con la creación de fuerzas de mantenimiento de la paz en 2007 y de fuerzas de reacción rápida en 2009, compuestas por 20.000 efectivos de élite, de acuerdo con la organización.
“El año pasado, la alianza mejoró su perfil cuando llevó a cabo simulacros antiterroristas conjuntos en reacción a los disturbios en Afganistán”, añade Mallinson.
Además, apunta que el tratado es útil para Rusia, porque le da importancia y confianza.
“Rusia se siente más segura como actor militar global, debido a sus supuestos éxitos en Ucrania y Siria”.
Hasta esta semana, la alianza nunca había intervenido para resolver una crisis.
En 2010, Rusia rechazó una solicitud de Kirguistán para que la OTSC enviara fuerzas de paz a ese país cuando estalló allí una ola de violencia étnica, alegando que era un asunto interno.
La organización tampoco intervino durante las masivas protestas en contra del régimen de Alexander Lukashenko en Bielorrusia en 2020.
Entonces, ¿por qué lo hace ahora?
Para el profesor Neil MacFarlane hay varias razones, una de ellas es geopolítica: Kazajistán tiene una de las fronteras terrestres más extensas del mundo y la tiene con Rusia.
“Rusia tiene mucho cuidado con lo que pasa en esta larga e indefensa frontera, pero también le preocupa que este incidente en Kazajistán pueda promover actividades terroristas en la región, donde se han producido ataques terroristas en el pasado”, añade.
“Y otro factor puede ser que a Rusia no le gusta la diplomacia multipolar de Kazajistán y quiere que se acerque un poco más al eje ruso”.
Kazajstán es un país enorme, del tamaño de Europa Occidental, y tiene algunas de las mayores reservas de petróleo del mundo.
Produce 1,6 millones de barriles de petróleo al día, más que Colombia, Ecuador y Venezuela, pero gran parte de su población vive con pocos ingresos.
Según la analista Kate Mallinson, el presidente Vladimir Putin consideraba a Nursultan Nazarbayev, quien gobernó Kazajstán por 19 años hasta 2019, como uno de sus aliados más cercanos y está decidido a evitar otra revolución “de color” en el espacio postsoviético.
“Tokaev necesitaba apoyo para sofocar la oposición y Putin estaba más que feliz de enviar tropas rusas a su vecino del sur”, asegura la experta en Asia Central.
El profesor Neil MacFarlane duda de que la organización llegue a ser algún día tan relevante como el Pacto de Varsovia o como la OTAN.
“La organización sólo funciona cuando Rusia la necesita. Cuando Kirguistán la necesitó, ¿qué pasó? Nada. (El exmandatario ruso) Dmitri Medvédev dijo en esa ocasión que la OTSC no era para intervenir en asuntos internos, pero ¿en qué es diferente la situación actual?”, se pregunta.
MacFarlane dice que no anticipa qué pueda pasar con la alianza, pero recuerda que desde hace décadas sigue perdiendo miembros.
Azerbaiyán, Georgia y Uzbekistán, tres antiguos integrantes del pacto, la abandonaron.
“Si alguna vez la OTSC fue una organización multilateral, últimamente se parece cada vez más a un instrumento ruso de política internacional”, concluye.
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