Nas Mohamed tuvo que mantener en secreto por muchos años su homosexualidad para sobrevivir en Qatar, su país natal, pese a que “lo sabía desde muy pequeño”.
“Recuerdo que tenía unos 11 o 12 años y ya lo pensaba, pero no sabía lo que realmente significaba ser gay”, relata el hombre que ahora tiene 35 años en entrevista con BBC Mundo.
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“No tenía acceso a nada. No tenía internet, no había una comunidad gay en mi ciudad y no estaba expuesto a nada. No comprendía lo que estaba pasando conmigo”.
Inicialmente decidió ignorar y reprimir cualquier pensamiento ligado al sexo y a su orientación sexual.
Prefirió enfocarse en sus estudios de medicina y la religión; era entonces una persona “extremadamente religiosa” que se sabía el corán de memoria.
Así transcurrió su adolescencia y los primeros años de su vida adulta, durantes los cuales solo tuvo que ignorar las sugerencias de que debía conseguir una esposa.
“A muchos de nosotros nos empujan a casarnos muy jóvenes, a veces antes de los 20 años. Para mí, lo más difícil fue tratar de resistir a la presión a mi alrededor para que me casara”, afirma.
“Tenía que dar una buena razón para no querer casarme, para que no sospecharan”.
Fue durante un viaje a Las Vegas, con 22 años, cuando confirmó que “definitivamente” era gay. Asistió a una discoteca LGBT+ y se sintió realmente libre por primera vez.
“Comprendí que no tenía ningún tipo de tendencia ni deseo por tener sexo heterosexual. Estaba en shock. Luego empecé a leer y aprender más sobre mí y sobre lo que implicaba ser homosexual”, cuenta.
Pero tras regresar a Qatar, reprimió totalmente el deseo sexual que había despertado en él.
“Vivía con un miedo constante. Pensé que me matarían si alguien se enteraba de que soy gay, si se sabía públicamente. Los asesinatos de honor son muy tribales en Qatar. Algunas familias lo hacen, otras no, y el gobierno trata de no intervenir”.
Al terminar su carrera en 2011, cuando tenía 24 años, Nas tomó la decisión de mudarse “temporalmente” a Estados Unidos, donde pasaría tres años realizando una residencia para completar su entrenamiento profesional como doctor.
Nunca regresó.
Después de finalizar su residencia en un hospital en Connecticut y una beca de investigación en el estado de Pennsylvania en 2015, pidió asilo en California alegando la persecución a la que se enfrentaría en su país debido a su orientación sexual.
Pero antes de pedir asilo, llamó a sus padres para explicarles por qué nunca volvería a Qatar.
“Les confesé que era gay y que no me sentía seguro en casa, que no creía que pudiera volver. Tuvimos una gran pelea y luego hablamos un par de veces más, pero nunca terminó bien”, explica Nas.
Cuenta que tristemente la relación con sus padres terminó con la primera llamada telefónica.
“Por tradición y vergüenza, me imagino que se habrán inventado una historia para nuestra familia extendida. No sé qué les habrán contado, pero supongo que ahora ya todos saben la verdadera razón de por qué me fui, gracias a mis entrevistas”.
Nas Mohamed ganó notoriedad este año tras hablar públicamente sobre su homosexualidad.
Muchos le han otorgado el título de “primer qatarí en salir públicamente del clóset”, después de que diera entrevistas a diferentes medios.
Explica que decide salir del clóset ahora porque antes no lo tomaban en cuenta.
Pero la Copa del Mundo que se celebra en Qatar a finales de este año ha puesto el foco en ese país y en todas las denuncias sobre abusos a los derechos humanos y a las minorías que se reportan regularmente en el Estado árabe.
A principios de año, Nasser Al Khater, director ejecutivo de la Copa Mundial de la FIFA 2022 en Qatar, aseguró en una conferencia de prensa que todos los fanáticos serán bienvenidos en Qatar, siempre y cuando respeten las tradiciones del país.
“Me gustaría asegurarle a cualquier aficionado, de cualquier género, orientación (sexual), religión o raza que tenga la seguridad de que Qatar es uno de los países más seguros del mundo, y todos serán bienvenidos aquí”, precisó.
“Las demostraciones públicas de afecto están mal vistas, no es parte de nuestra cultura, y eso aplica a todos”.
Pero varias asociaciones, como la Federación Europea del Deporte Gay y Lésbico, se han quejado de que las garantías de seguridad para las personas LGBTQ+ en Qatar siguen siendo inadecuadas a meses del inicio de la Copa del Mundo.
Nas afirma que no salió del clóset para contar su propia historia, sino para dar a conocer la de todos los miembros de la comunidad LGBT+ en Qatar.
“Es muy peligroso salir del clóset cuando eres qatarí y me he estado preparando para esto por meses”, insiste.
Cuenta que a través de su trabajo reciente como vocero de la comunidad LGBT+ de Qatar, se ha dado cuenta de lo grande que es la comunidad en su país natal.
Pero todos ocultan su sexualidad y tienen miedo de hablar del tema o de confesárselo a alguien.
Según él, esto se debe a que en la policía qatarí hay un equipo dedicado a “cazar” personas LGBT+ y cuando encuentran a algún miembro de la comunidad le quitan el teléfono y hurgan dentro de sus contactos para tratar de ubicar a otros.
“Conozco a personas gays que ni siquiera saben que otras cerca de su círculo también lo son, pues es muy peligroso para una persona LGBT+ conocer a otra”.
Ser gay es ilegal en Qatar.
Según el artículo 296 de su código penal, las penas a las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo van desde prisión de 3 a 5 años o incluso la muerte, aunque no existen pruebas de que se hayan aplicado penas de muerte por relaciones sexuales consentidas en privado entre adultos del mismo sexo.
Nas afirma que dentro de la comunidad gay qatarí reina la censura y nada es transparente, pero asegura que no todos viven bajo las mismas condiciones.
“Hay personas LGBT que viven bien. Es una minoría con suerte, porque son muy ricos, con familias muy grandes, o son aceptados dando por hecho que eso tiene que ser un secreto familiar”.
Pero agrega que incluso estas personas viven con muchas limitaciones sobre lo que pueden hacer y algunas suelen tener problemas de salud mental.
“Muchos de nosotros no corrimos con la misma suerte y nos pasaron cosas horrorosas”.
Nas afirma que pese a que ya no vive en Qatar aún teme por su vida. Ha recibido una lluvia de insultos y amenazas de muertes después de hacer pública su homosexualidad.
“Incluso viviendo aquí en San Francisco no me siento seguro. Porque hay mucho odio y violencia contra nosotros”, prosigue.
Tuvo que cerrar casi todas sus redes sociales para reducir el número de mensajes de odio que recibe a diario, a excepción de una cuenta en Instagram que utiliza como una plataforma para su activismo.
Pero así como recibe mensajes de odio, también le envían agradecimientos.
“Me dan las gracias por ser la voz de mucha gente que no puede hablar. Me ha contactado mucha gente de la comunidad LGBT+ y muchos aliados de todas las clases sociales qataríes”.
El gobierno estadounidense le otorgó asilo en 2017 a Nas tras una intensa batalla legal.
Desde 2015 ha hecho de San Francisco, California, su hogar y dice que jamás podría regresar a Qatar.
“Sin duda alguna me maltratarían al llegar. Creo que mi propia familia me mataría por lo que estoy haciendo. Hay gente que me dice en Instagram que si pongo un pie allí me ayudarán a conocer a Alá”, señala.
El qatarí añade que también podría ser perseguido por el gobierno qatarí por “violar la ley”.
Nas espera que su historia sirva para que mucha gente se informe de lo “atrasada” que está la sociedad qatarí en cuanto a libertades y derechos de la comunidad LGBT+.
Y les hace un llamado a los extranjeros que visiten Qatar durante la Copa Mundial de Fútbol a que no se oculten, pues insiste en que la visivilidad es importante.
También espera que sirva para que otros qataríes homosexuales o transexuales tengan historias documentadas para mostrar como evidencia si planean pedir asilo en otros países donde puedan vivir libremente.
“Somos una población que necesita ayuda y apoyo. Lo que está pasando en Qatar no afecta solo a los qataríes, sino a la comunidad LGBT+ en todo el mundo”, asegura.
“Necesitamos que nuestros derechos sean respetados universalmente, que a donde vayamos seamos tratados con igualdad y como humanos con derechos, no como criminales. Necesitamos más voces”.
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