Ha sido catalogado como “uno de los errores más grandes” de Saddam Hussein.
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El 2 de agosto de 1990, el ejército iraquí, comandado por el entonces presidente de la República de Irak, cruzó la frontera hacia Kuwait, matando a cientos de personas que se resistieron a la invasión y obligando al gobierno kuwaití a exiliarse en Arabia Saudita.
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Es una fecha que para muchos marcó el comienzo de una larga y turbulenta etapa en la historia de Medio Oriente.
La invasión tomó por sorpresa al pequeño país petrolero, que no se esperaba tal acción, pero sobre todo a la comunidad internacional.
Tras múltiples advertencias y una resolución del Consejo de Seguridad de ONU, una coalición -la más grande desde la II Guerra Mundial- liderada por EE.UU. y apoyada principalmente por Arabia Saudita y Reino Unido, emprendió una misión para expulsar a las fuerzas iraquíes de Kuwait el 17 de enero de 1991.
Después de semanas de intensas batallas aéreas, navales y finalmente una incursión terrestre, Irak se rindió a finales de febrero y aceptó restituir la soberanía de Kuwait poco después.
Desde Bagdad, la invasión fue descrita como “una de las decisiones más terribles” de Saddam Hussein por el excanciller iraquí Hoshyar Zebari.
Y desde Kuwait es vista como un desafortunado episodio que causó disrupciones económicas, políticas y sociales.
“Hussein incluso se disculpó con Kuwait en un momento, muchos años después de la invasión. Creo que él mismo lo vio como un error”, dice a BBC Mundo Nayef Al-shammari, profesor de Economía de la Universidad de Kuwait.
30 años después, la invasión a Kuwait sigue siendo una herida abierta en la región, pero, ¿qué ha cambiado en el pequeño país de la península Arábiga desde aquella incursión militar?
Una mayor presencia estadounidense
La invasión a Kuwait fue un evento que puso en evidencia la vulnerabilidad de los países más pequeños del golfo Pérsico y resaltó la importancia de que mantuvieran una relación estrecha con Estados Unidos y otras grandes potencias.
“Es una región del mundo muy volátil, con países muy pequeños rodeados de otros mucho más grandes”, explica en conversación con BBC Mundo Kristian Ulrichsen, experto en Medio Oriente del Instituto Baker de la Universidad Rice, en Houston, Estados Unidos.
“Hasta la década de los 80, EE.UU. no estaba realmente presente en el Golfo, como lo está ahora, y esta fue una decisión en parte tomada por los mismos pequeños Estados de la región, que se dieron cuenta de que necesitaban un garante de la seguridad en la zona, un papel que Reino Unido ejerció hasta 1971”.
Desde la Guerra del Golfo, EE.UU. ha instalado un amplio número de bases militares en los países del golfo Pérsico y en la actualidad Kuwait alberga alrededor de 13.000 tropas estadounidenses en su territorio, según informes del Servicio de Investigación del Congreso de EE.UU. (CRS, por sus siglas en inglés).
Madurez política
En 1986, el entonces emir de Kuwait, Jaber al-Ahmed al-Sabah suspendió el parlamento argumentando que la seguridad del país estuvo "expuesta a una feroz conspiración extranjera que puso en riesgo vidas y casi destruyó la riqueza de la patria", refiriéndose a un incidente derivado de la guerra entre Irán e Irak y la amenaza que este conflicto representaba para el pujante país petrolero.
No era la primera vez que el mandatario kuwaití disolvía la Asamblea Nacional: también la había suspendido por cinco años entre 1976 1981.
Ulrichsen sostiene que Kuwait, a diferencia de otros países del Golfo, ya contaba con un importante parlamento y un paisaje político en la época.
"Hubo cierto grado de 'tire y empuje' donde los políticos obviamente querían poderes, pero el gobierno y la familia gobernante no necesariamente querían dárselos".
A principios de 1990, un grupo de exparlamentarios comenzó a presionar al gobierno para que restaurara el parlamento y esto ocasionó una crisis política en la que el emir trató de crear una nueva Asamblea Nacional, más débil que la antigua, en lugar de restaurar la que se había suspendido. Esta movida fue boicoteada.
“Ya había tensión en Kuwait antes de la invasión, pero lo que pasó después fue que muchos kuwaitíes abandonaron el país y se refugiaron en Arabia Saudita, donde luego hubo un gran reencuentro en octubre de 1990 en el que inicialmente la familia gobernante pensó que todos sus ciudadanos se unirían y le jurarían lealtad”, señala el especialista en Medio Oriente.
Pero lo que realmente pasó fue que hubo negociaciones entre el gobierno, sus ciudadanos y los políticos de la nación petrolera.
"Dijeron: 'Si vamos a jurarles lealtad, queremos garantías de que la Asamblea será restaurada'. Hubo una especie de toma y dame", prosigue.
En octubre de 1992, habiendo ya recuperado su soberanía, Kuwait organizó unas elecciones generales que tuvieron una participación de más del 80% de la población votante.
Desde entonces, las funciones del parlamento han continuado sin interrupciones mayores.
“Hasta cierto punto, la invasión contribuyó a la restauración de la vida política y parlamentaria en Kuwait”.
El economista kuwaití Nayef Al-shammari concuerda con que la participación de la gente en la vida política y en las elecciones ahora es mayor: "Esto también se debe a la llegada de las redes sociales".
División entre los que se fueron y los que se quedaron
La invasión iraquí creó divisiones sociales en Kuwait, entre los que permanecieron en el país durante los casi siete meses de ocupación y los que decidieron refugiarse en el extranjero.
Se estima que cerca de 400.000 kuwaitíes huyeron después de la invasión, una cifra que representaba cerca de la mitad de los ciudadanos de Kuwait en 1990. En ese entonces el país tenía una población de poco más de 2 millones de habitantes de los cuales alrededor del 60% era extranjera.
“En Kuwait hubo una resistencia muy activa y esta se sintió marginada. Hubo mucha tensión entre los que se fueron inmediatamente y aquellos que se quedaron en el terreno poniendo su vida en riesgo, pues ayudaron a esconder a ciudadanos occidentales, por ejemplo, a recolectar información sobre el paradero de las fuerzas iraquíes, que luego le pasaban a miembros de la coalición occidental, etc.”, subraya Kristian Ulrichsen.
Los que se quedaron no esconden el resentimiento que sintieron por los que abandonaron el país por una cómoda vida en Arabia Saudita, Egipto, Estados Unidos, Francia o Reino Unido, que fueron los principales destinos.
Según reportes, el gobierno de la rica nación petrolera le transfería a la mayoría de sus ciudadanos exiliados montos superiores a los US$1.000, una cantidad que podría duplicarse o triplicarse dependiendo del tamaño de la familia y del costo de vida local.
Aunque con el pasar de los años esa herida dejada por la invasión ha ido sanando sobre todo en las nuevas generaciones, todavía un sector de la población recuerda y juzga aquel éxodo.
Un país más conservador
Sus enormes reservas de petróleo lo han convertido en uno de los países más ricos del mundo y también, comparado con otras monarquías del Golfo, cuenta con un sistema político más abierto.
Pero a pesar de su riqueza y de contar con el parlamento más antiguo y más influyente de los seis Estados que conforman el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo, Kuwait todavía sigue siendo un país "muy" conservador.
Kristian Ulrichsen, de la Universidad Rice, señala que este aspecto de la sociedad kuwaití se ha acentuado y ha perdurado 30 años después de la invasión.
“Creo que el trauma social fue tan grande que los kuwaitíes se volvieron más islamistas y en cierto modo más conservadores”.
Este conservadurismo abarcó incluso las relaciones con otras naciones de la región.
"Antes Kuwait ofrecía ayuda económica a otros países en Medio Oriente, luego se dieron cuenta en 1990 que algunos países que se habían beneficiado de la ayuda kuwaití, como Jordania y Yemen, respaldaron a Saddam Hussein o trataron de ser neutrales durante la invasión. Por lo que los kuwaitíes dejaron de confiar tanto en sus vecinos".
En las últimas décadas, la nación de mayoría musulmana sunita ha visto ciertos progresos sociales como la introducción del voto de la mujer en 2005 y de un dictamen para que las mujeres obtengan pasaportes sin el consentimiento de sus esposos en 2009.
Pero también ha habido episodios en los que se ha acusado al gobierno de coartar libertades, como cuando se le prohibió a varios canales de televisión emitir informaciones sobre un supuesto complot contra el sistema de gobierno en junio de 2014 o cuando el líder opositor Mussallam al-Barrak fue sentenciado a cinco años de cárcel en 2013 por "socavar la autoridad del emir".
Una economía más dependiente del petróleo
Todo conflicto bélico trae consecuencias económicas y esta invasión generó pérdidas multimillonarias para la región y muy especialmente para Kuwait.
La industria petrolera fue la más golpeada tras la quema de cientos de pozos petrolíferos kuwaitíes por el ejército iraquí a principios de 1991, pero desde entonces el sector se ha recuperado.
“En 1990, justo antes de la invasión, solíamos producir 1,5 millones de barriles diarios (mbd), y actualmente estamos en los 2,8 mbd, por lo que se puede decir que la producción ha mejorado considerablemente”, asegura Nayef Al-shammari, profesor de Economía de la Universidad de Kuwait.
En aquella época los ingresos generados por la explotación de petróleo representaban casi el 40% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, recuerda el economista, y ahora rodean el 60%.
“Ahora dependemos mucho más del petróleo, pese a que siempre se está hablando de planes para diversificar la economía”.
Actualmente el país se sostiene gracias a las multimillonarias exportaciones de petróleo que aportan más del 90% del total del presupuesto nacional, un porcentaje también superior a la preguerra.
Al-shammari juzga que una invasión como la de 1990 debió haber fomentado mejoras estructurales, pero esto, según dice, no pasó en Kuwait.
"Hubo mejoras sociales y un cierto progreso político, pero las distorsiones económicas aún persisten a pesar de todos los años que han pasado".
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