En el bosque siberiano, el padre envía con una pala tierra sobre las brasas que brotan del otro lado de una trinchera cavada para una “quema dirigida”, mientras su hijo vierte gasolina al suelo y mira cómo las llamas ennegrecen los troncos de los abedules.
En esta tarde de julio en Yakutia, una inmensa región de Siberia grande como cinco veces Francia pero poblada por menos de un millón de habitantes, Ivan Fiodorov y su hijo Piotr ayudan a los bomberos a evitar que un enésimo incendio llegue a sus tierras.
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Los grandes incendios forestales son un fenómeno habitual de Siberia, pero desde hace tres años las llamas golpean con una violencia inaudita a Yakutia.
Frente a las dificultades que enfrentan los bomberos, centenares de voluntarios participan en los esfuerzos para combatir estos fuegos, vinculados con el cambio climático según los expertos.
En junio, un primer incendio se acercó a las tierras agrícolas que rodean Bias Kiuiol, su aldea, explica Ivan Fiodorov, de 65 años. Lograron repeler el fuego, pero se produjo un segundo incendio y después un tercero.
“Ya no teníamos fuerza. Es bueno que hayan venido”, suspira, hablando de la decena de bomberos que trabajan cerca.
Lamentando la inacción del gobierno, Fiodorov explica que él y los suyos se encargaron de la lucha contra las llamas.
Su hijo Piotr, de 42 años, le ayudó durante 17 días seguidos. Sus otros tres hijos y su hija viajaron cuatro horas en automóvil a principios de julio desde la capital regional, Yakutsk, para apoyarlos.
“Aún no hemos podido cortar nuestro heno porque estábamos ocupados combatiendo las llamas”, asegura. Y si los incendios continuaran intensificándose en los próximos años, “lucharé contra el fuego, ¿qué más puedo hacer?”, comenta.
“He vivido toda mi vida en la taiga. Soy dependiente de la naturaleza y debemos protegerla”, añade.
Dar a los bomberos la posibilidad de descansar
Pero la taiga no es la única afectada. En julio, Yakutsk se vio recubierta durante varios días por una densa contaminación atmosférica, calificada como unos de los peores episodios de contaminación registrados en el mundo.
En esta ciudad de 300.000 habitantes, los voluntarios se preparan a finales de julio para partir hacia el distrito de Gorny, donde se encuentran Bias Kiuiol y algunos de los incendios más intensos.
Varias decenas de miembros de un club de atletismo se reunieron en un centro para voluntarios. Allí, dos empleados del ministerio de Situaciones de Emergencia dirigen una formación en gestos de socorro.
“Nuestro trabajo es prepararos lo antes posible”, explica uno de ellos, pero los hombres, impacientes por partir, escuchan a medias.
“Cuando nuestra patria arde, no podemos quedarnos al margen”, asegura el responsable del club, Turgun Popov, de 50 años.
Su objetivo no es apagar los incendios por sí mismos, sino dar a los profesionales “la posibilidad de descansar unas horas o unos días porque apagan incendios desde hace meses”, subraya.
A principios de ese día, el centro había enviado 10 voluntarios por helicóptero al Parque Natural de los Pilares del Lena, una formación rocosa natural inscrita en la lista del patrimonio de la Unesco. Otros voluntarios irán más tarde.
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