“No queda esperanza”, dice el jefe de la Defensa Civil de Jableh. Un silencio angustioso planea sobre esta ciudad del noroeste de Siria, devastada por el sismo, donde los rescatistas luchan desde hace casi una semana para encontrar supervivientes.
Han pasado varias horas desde el último rescate, en el que dos personas fueron extraídas de entre los escombros.
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“Pese a ello, a cada paso, nos detenemos y gritamos: ¿hay alguien vivo?”, explica Alaa Moubarak, junto a un perro que olfatea alrededor de un edificio destruido.
El perro rastreador recorre la zona durante media hora. Luego se marcha sin ladrar: no hay más supervivientes.
Esta escena se repita casi a diario en Jableh, donde las posibilidades de salvar vidas se reducen drásticamente.
De los 52 vecinos de un inmueble de cinco pisos, sólo 14 están vivos.
Entre ellos, una mujer y su hijo fueron rescatados de entre los cascotes el viernes, entre gritos de la multitud, que pensaba que seguirían otros hallazgos. La mujer falleció durante su traslado al hospital.
La ciudad costera de Jableh, en el litoral mediterráneo, está situada en la provincia de Latakia, bastión del régimen duramente golpeado por el sismo que sacudió Turquía y Siria el 6 de febrero, y que por el momento causó más de 30.000 muertos, de ellos casi 3.600 en Siria.
“Trabajo manual”
El perro rastreador depende de un equipo de 42 socorristas que llegaron el viernes de Emiratos Árabes Unidos, equipados con cámaras avanzadas, sensores y depósitos de carburante.
Los equipos sirios, libaneses e iraníes trabajan casi sin medios y escarban entre los restos con palas y sus manos.
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“No hemos recibido nuevos equipos desde hace 12 años, 90% de nuestra reserva está fuera de uso”, se lamenta Moubarak. “Si hubiéramos tenido este tipo de equipamiento, habríamos salvado cientos de vida, quizás más”.
Siria, devastada por 12 años de guerra, sufre escasez de recursos básicos. La falta de carburante y los cortes de electricidad constantes obligan a los equipos de rescate a trabajar con su propio material.
Al pie de un edificio destruido, un ingeniero que trabaja para el ministerio de Defensa dice de forma anónima: “Nuestro trabajo puede ser descrito principalmente como trabajo manual”.
“Totalmente sepultado”
En los barrios más poblados de Jableh, cientos de personas se acercan a los equipos de rescate para intentar obtener informaciones sobre las personas desaparecidas.
Mohammad al Hamadi observa trabajar a los socorristas entre los restos de lo que antes era su casa.
El hombre, de 23 años, herido en la pierna derecha, es el único superviviente de su familia. Sus padres y su hermano murieron.
“El edificio se desplomó sobre nuestras cabezas. Yo quedé totalmente sepultado”, explica.
Sólo logró sacar un dedo entre los bloques de hormigón, recuerda. “Tuvieron que agarrarme por el dedo para levantarme”, añade.
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Cerca de allí, el coronel Hamad al Kaabi, responsable de los rescatistas emiratíes, advierte de que las posibilidades de encontrar supervivientes son tan mínimas que los equipos de emergencia han sido autorizados a utilizar excavadores y maquinaria pesada para retirar los escombros.
“La mayoría de los supervivientes ya fueron sacados”, asegura.
Aunque “todavía queda una chance de encontrar supervivientes”, dice manteniendo una última esperanza.
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