Como una de esas series con demasiadas temporadas y un final previsible, la polémica sobre quién asistirá a la Cumbre de las Américas en Estados Unidos esta semana acabó con la confirmación de varias ausencias notorias.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha ratificado que faltará a la cita porque la Casa Blanca dejó fuera de su lista de invitados a los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua por considerarlos “dictadores”.
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“No voy a ir a la cumbre porque no se invita a todos los países de América”, definió AMLO el lunes, semanas después de haber condicionado por este motivo su asistencia al cónclave de Los Ángeles.
La misma actitud adoptaron los presidentes de Bolivia, Luis Arce, y Honduras, Xiomara Castro, quienes estarán ausentes del encuentro de líderes de gobierno que comienza este miércoles.
Además, el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, faltará por problemas “de agenda”, según su portavoz. Y su homólogo de Uruguay, Luis Lacalle Pou, suspendió su participación el lunes porque contrajo covid-19.
Con otros invitados como el mandatario salvadoreño Nayib Bukele sin confirmar su asistencia hasta este miércoles, la 9ª Cumbre de las Américas sería así una de las que menos jefes de Estado y gobierno reciba desde que empezó a celebrarse en 1994.
Y estas ausencias reflejan, según analistas, un panorama novedoso sobre el peso de EE.UU. y la democracia en la región.
El encuentro de Los Ángeles fue concebido por Washington como una oportunidad para impulsar una nueva agenda regional, luego de años de indiferencia o de lo que expertos definieron como una política de castigos y amenazas del expresidente Donald Trump hacia América Latina.
Pero ahora el gobierno anfitrión de Joe Biden busca restarle importancia a la falta de participación de varios presidentes en Los Ángeles.
La Casa Blanca aguardaba esta semana la presencia de 23 jefes de gobierno del continente y planificaba acuerdos incluso con los cancilleres o ministros que representen a los invitados ausentes.
“Realmente esperamos que la participación no sea de ningún modo un obstáculo para lograr negocios significativos en la cumbre”, dijo un alto funcionario del gobierno de EE.UU. que habló con periodistas bajo la condición de que su nombre se mantenga en reserva.
Entre el miércoles y el viernes, la agenda del cónclave abarca áreas temáticas como economía, salud, crisis climática, inseguridad alimentaria y migración.
Biden prevé proponer una “Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica” en base a los tratados comerciales que ya existen en el hemisferio y buscar acuerdos de colaboración en temas migratorios.
La vicepresidenta de EE.UU., Kamala Harris, afirmó que hay compromisos del sector privado por unos US$1.900 millones para crear oportunidades económicas en los países del Triángulo Norte centroamericano (El Salvador, Guatemala y Honduras) de donde salen migrantes hacia EE.UU.
Pero muchos se preguntan, por ejemplo, cuán profundo podría ser un compromiso sobre migración en la cumbre cuando los líderes de países cruciales en el tema (Honduras, Guatemala y México) han decidido saltearse la cita.
Distintos analistas observan la ausencia de varios presidentes en la cumbre como un reflejo del declive del liderazgo de EE.UU. en América Latina.
“No ven tanto beneficio (de asistir), o que faltar les vaya a representar padecer de algo”, dice Javier Corrales, profesor de ciencia política en el Amherst College de EE.UU., a BBC Mundo. “Eso sí es señal de la pérdida de influencia o del descuido que hay respecto a tratar a estos socios como socios”.
Con varias de sus embajadas en América Latina sin embajadores y su emblemático paquete de US$4.000 millones de ayuda a Centroamérica estancado en el Congreso, Biden ha tenido dificultades para lograr grandes cambios en la política de Trump hacia la región.
Algunos comparan esta situación con la rapidez con que EE.UU. aprobó en mayo un paquete de US$40.000 millones de ayuda a Ucrania para su lucha contra la invasión de Rusia.
En los últimos tiempos se han escuchado críticas a Washington incluso de gobernantes latinoamericanos habitualmente alineados con sus políticas.
“Creo que no tienen una visión de América Latina”, dijo Lacalle Pou en una entrevista con la BBC el mes pasado.
Cuando se supo que varios líderes de la región podían faltar a la cumbre, Biden envió al exsenador demócrata a Chris Dodd a Latinoamérica para convencer a algunos de los que estaban en duda.
Aunque no logró que asistiera López Obrador, Dodd sí aseguró la participación de los presidentes de Argentina, Alberto Fernández, y de Brasil, Jair Bolsonaro, a quien ofreció una reunión bilateral con Biden.
Pero incluso esto fue visto como un indicio del menor peso de EE.UU. en una región donde era hegemónico y en las últimas décadas creció la influencia de China.
“Que los estadounidenses hayan tenido que hacer este tipo de esfuerzo para atraer a la gente a la cumbre demuestra más debilidad que fuerza”, dice a BBC Brasil Daniela Campello, profesora de política en la Fundación Getulio Vargas, una universidad brasileña de élite.
“Los presidentes latinoamericanos han escrito en la pared que tampoco ven a los estadounidenses con tanta urgencia”, agrega Campello, también investigadora del Centro Wilson, un foro de análisis independiente en Washington.
En medio de la controversia sobre la lista de invitados a Los Ángeles, hubo sugerencias de reconsiderar la convocatoria a nuevas cumbres de las Américas por su ineficacia.
“Como demostraron ocho ocasiones anteriores, el intento de hallar un terreno común por consenso entre estos estados tan dispares lleva inevitablemente a una palabrería sin efectos en el mundo real”, escribió Dan Restrepo, quien fue asesor para América Latina del expresidente estadounidense Barack Obama, en el diario Los Angeles Times la semana pasada.
La cumbre previa, celebrada en 2018 en Lima, también estuvo marcada por la ausencia de Trump y de otros presidentes.
Y la reunión de esta semana es probable que el mayor debate haya ocurrido antes de su inicio, por la decisión de Biden de dejar fuera a los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
“(Biden) cree que debe atenerse a sus principios y no invitar a dictadores”, explicó la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, el lunes.
Ese mismo día, López Obrador confirmó que faltaría a la cita y enviaría en su lugar a su canciller Marcelo Ebrard.
“No puede haber cumbre si no participan todos los países”, dijo AMLO. “O puede haber, pero consideramos que es seguir con la vieja política de intervencionismo, de falta de respeto a las naciones y a sus pueblos”.
Corrales cree que el embrollo sobre las invitaciones “se debe ver también como el declive del valor que algunos líderes de América Latina le están dando a la democracia”.
“Decir que países como Cuba, Venezuela y Nicaragua merecen estar sentados en la mesa de un foro de este tipo es estar muy ciego del modo en que esos gobiernos han atacado a sus propias sociedades”, opinó.
Algunos de los líderes ausentes o sin confirmar asistencia también enfrentan críticas.
Giammattei anticipó en mayo que faltaría a la cumbre, después que el Departamento de Estado señalara que la fiscal general guatemalteca está involucrada en hechos de “corrupción considerable”.
Bukele ha instalado un estado de excepción en El Salvador para impulsar una política de “mano dura” en seguridad que, según organizaciones como Amnistía Internacional, genera “violaciones masivas de derechos humanos”.
Incluso López Obrador ha sido acusado de debilitar el pluralismo democrático en México, señala Corrales, pero descarta que su ausencia en la cumbre perjudique su “relación especial” con EE.UU., que tiene a ese país como gran socio comercial.
De hecho, AMLO anunció esta misma semana que prevé viajar Washington para reunirse mano a mano con Biden en julio, luego de criticar su lista de invitados a la cumbre.
“Se puede dar el lujo de ser teatral en esto”, dice el analista, “sabiendo que no le va a traer costos”.
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