En un documental de 2013, el exvicepresidente Dick Cheney (2001-2009) describía ese momento: “Tienes la ceremonia ahí desarrollándose al frente, pero más o menos detrás de una de las grandes columnas, dos tipos están parados allí con su uniforme militar y, en el momento adecuado, uno se acerca para entregárselo al otro”.
Y, cuando ese militar acepta el maletín, “el nuevo presidente es el que tiene el control de los activos nucleares”.
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Trump no estaba en la ceremonia para entregar el “balón”
Esta vez, sin embargo, cuando el nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, juró ayer, miércoles, el cargo, su antecesor, Donald Trump, ya estaba a 1.600 kilómetros de distancia en la soleada Palm Beach, al sur de Florida.
Era la primera vez en 151 años que un presidente no acudía a la ceremonia de investidura de su sucesor. El último en hacerlo fue Andrew Johnson en 1869, pero entonces EE.UU. no poseía uno de los arsenales nucleares más grandes del mundo.
Por suerte, no existe un solo “balón nuclear” y hay al menos tres, explicó el experto en armamento de este tipo Stephen Schwartz en un reciente pódcast del Centro para el Control de Armas y la No Proliferación.
De esa forma, cuando Trump ayer salió de la Casa Blanca a las 8 de la mañana, se llevó consigo el maletín; y nada más tomar posesión, el nuevo asistente militar de Biden recibió uno de los dos otros “balones nucleares”.
Se conocen pocos detalles de ese momento crucial, ya que el Pentágono se niega a ofrecer información; pero, poco antes de que comenzara la investidura, un grupo de reporteros pudo ver cómo un hombre entraba al Capitolio con el característico maletín negro, informó el periodista de The Washington Post Mike DeBonis en Twitter.
La “galleta” que verifica la identidad del presidente
No obstante, para lanzar un ataque nuclear, lo más importante no es el maletín, sino una pequeña tarjeta laminada conocida como “galleta” o “código de oro” y que sirve para verificar la identidad del presidente, desveló Schwartz en el pódcast.
Al contrario de lo que muestran las películas, el jefe de Estado no tiene un botón rojo para disparar los misiles y la “galleta” tampoco contiene los secretos códigos nucleares.
Esos códigos están guardados a cal y canto en el Pentágono, de manera que si el presidente quiere lanzar un ataque nuclear lo primero que debe hacer es usar un teléfono especial que tiene su asistente militar y que le conecta con funcionarios del mando encargado de los misiles.
Entonces, el presidente tendría que verificar su identidad usando los códigos alfanuméricos de la “galleta”, por ejemplo “D-E-5”, y solo entonces comenzaría el proceso de lanzamiento, detalló Schwartz.
Cuando Trump se fue a Florida, también se llevó la “galleta” con el código que le permitía confirmar su identidad, pero esa clave quedó anulada en cuanto Biden asumió el poder.
“Un menú” con opciones de ataque
De acuerdo con Schwartz, el “balón nuclear” no esconde sofisticada tecnología militar, como ha retratado Hollywood en la gran pantalla, sino una gran cantidad de papeles, incluidas las instrucciones de un sistema de transmisión que permitiría al presidente hablar con el público en caso de ataque.
También contiene una lista de los lugares en tierra, mar y aire donde podría refugiarse el mandatario en caso de ataque y un archivador con todas las opciones para una ofensiva y que, según Schwartz, se parece a un “menú de comida china” con iconos para mostrar las diferentes posibilidades y especificar el daño que acarrea cada una de ellas.
Según la revista oficial del reputado Instituto Smithsonian, el origen del maletín nuclear está clasificado por motivos de seguridad, pero fue el presidente John F. Kennedy (1961-1963), quien creó los protocolos de ese sistema después de la crisis de los misiles de Cuba.
El “balón nuclear” y la “galleta” suponen una gran responsabilidad y ya han estado rodeados de controversia en el pasado.
Por ejemplo, en 1981, durante el caos que siguió al intento de asesinato de Ronald Reagan (1981-1989), por un momento no se supo dónde estaba la “galleta” con los códigos: los médicos le quitaron la ropa para atenderle y la tarjeta, que estaba en su chaqueta, acabó en una bolsa de plástico.
Por su parte, Bill Clinton (1993-2001) perdió la tarjeta con los códigos durante varios meses, lo que provocó una gran alarma entre sus asesores en cuanto se enteraron.
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