Una joven que dejó la universidad y apostó por un innovador emprendimiento. Apoyada en contactos familiares e inversionistas multimillonarios su idea comenzó a salir a flote, hasta convertirse en un ‘unicornio tecnológico’. Esta es la historia de Elizabeth Holmes, la mujer que alguna vez fue llamada “la nueva Steve Jobs” y que esta semana se acaba de entregar a la justicia estadounidense para cumplir su condena de 11 años tras las rejas.
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Nacida en Washington D.C. en 1984, hija de un funcionario del gobierno y una ama de casa, Elizabeth mostró desde sus primeros años un creciente interés por las ciencias. Estudió en la Escuela St. John’s de Texas y pasó algunos semestres de la secundaria en China, en los que inició una empresa con la que vendía programas de computación a jóvenes universitarios. A su regreso, ingresó a Stanford (California) para seguir la carrera de Ingeniería Química.
En el 2003, luego de realizar una pasantía en el Instituto del Genoma de Singapur, decidió abandonar la universidad para fundar Theranos, una compañía con la que buscaba revolucionar la industria de los análisis de sangre.
Mediante modernos equipos, Holmes aseguraba que estos incómodos exámenes podían ser reemplazados por la extracción de apenas unas gotas que permitirían realizar cientos de estudios diferentes.
NACE UN UNICORNIO
En el mundo tecnológico se conoce como empresa unicornio a aquellas que consiguen estar valorizadas en mil millones de dólares o más -sin necesidad de estar en bolsa- y representan, claramente, el sueño de cualquier start-up.
Hace 20 años existían apenas 12 compañías de este tipo. Entre las más famosas estaban Google, Ebay o Yahoo!
Holmes, desde el inicio, soñó con que Theranos formase parte de aquella selecta lista. Y lo logró.
Con apenas 19 años, la joven encontró entre los contactos familiares a sus primeros inversionistas. Tim Draper, reconocido inversionista además de padre de una de sus mejores amigas, fue uno de ellos. El empresario decidió apostar un millón de dólares a la idea de Holmes. Más allá del dinero, la apuesta de Draper sirvió como arrastre para otros.
Victor Palmieri, exfuncionario del Departamento de Estado y amigo personal del padre de Holmes, también se sumó.
Poco a poco, Theranos comenzó a llenarse de inversionistas cada vez más poderosos. En sus 15 años de existencia se sumaron la secretaria de educación Betsy DeVos, con US$100 millones; los fundadores de la cadena Walmart, con US$150 millones; el magnate mexicano Carlos Slim, con US$30 millones; y el acaudalado Rupert Murdoch con otros US$125 millones, por solo mencionar a algunos.
Para el 2014, Holmes había recaudado más de 400 millones de dólares y a su puerta tocaba un periodista de la revista Fortune.
Luego fue portada de Forbes, donde la nombraron como “la mujer más joven en convertirse en multimillonaria” al estimar que su fortuna personal era de 4,5 mil millones de dólares a los 30 años.
La revista Time la nombró una de las personas más influyentes del mundo ese mismo año. Theranos, a la par, contaba con unos US$700 millones de fondos gracias a sus inversores y la compañía fue valorizada en US$9 mil millones.
Este meteórico ascenso, sin embargo, estaba a punto de convertirse en una brutal caída.
EL FIN DEL SUEÑO
Aquella repentina fama que había obnubilado a Holmes sería la misma causante de su desgracia. Uno de los tantos perfiles escritos sobre ella, esta vez de la revista The New Yorker, despertó las alarmas en Adam Clapper, un bloguero que comenzó a sospechar sobre los milagros que prometía Theranos.
Desde el 2012, Theranos mantenía problemas con la cadena Safeway por incumplir plazos dentro de un contrato que buscaba llevar sus prometedores Edison y miniLab -nombres de sus equipos- a los más de 800 centros que buscaba renovar. Dicho trato se resolvió en el 2015.
Sin embargo, su resolución fue opacada por un jugoso trato firmado en el 2013 entre Theranos y la megacadena Walgreens, con el que la empresa de Holmes estaría a cargo de realizar los análisis de sangre en más de 40 localidades.
Mientras esto pasaba, Clapper se dejaba llevar por su olfato investigador y escudriñaba entre los secretos de Theranos. Así encontró a Richard Fuisz, un investigador que mantenía una larga disputa legal con la compañía de Holmes pues sospechaba de sus promesas tecnológicas.
Posteriormente, se uniría a ellos Alan Beam, exdirector de laboratorio de Theranos que les confirmaría que lo que sucedía en la compañía de Holmes era un burdo engaño.
En resumen, Theranos realizaba sus exámenes en máquinas tradicionales, no eran suficientes unas pocas gotas de sangre, por lo que estas debían ser diluida en agua para alcanzar la cantidad mínima necesaria y esto, a su vez, aumentaba las posibilidades de que los resultados salieran alterados.
Así lo reveló en octubre del 2015 John Carreyrou, un prestigioso periodista del diario The Wall Street Journal, cuando Clapper, Fuisz y Beam acudieron a él.
El destape fue devastador para Theranos. El caso terminó llegando hasta la justicia federal y tanto la compañía como la propia Holmes fueron acusados de cargos penales.
Carreyrou, por su parte, fue galardonado con un Premio Pulitzer por su trabajo de investigación, el mismo que luego se convertiría en el libro “Mala Sangre: Secretos y Mentiras de una start-up de Silicon Valley”.
La historia de Holmes también ha sido llevada a la pantalla chica, con la miniserie The Dropout, basada en un podcast del mismo nombre producido por ABC News.
UNA FIGURA DIFÍCIL DE DESCIFRAR
La de Holmes es, hasta ahora, una figura curiosa y difícil de descifrar.
Por un lado está su innegable afición por las ciencias, su admiración por figuras como Steve Jobs que la llevaron a imitar su característica forma de vestir y sus habilidades de convencimiento que le permitieron recaudar millones de dólares en base a promesas.
Por otro lado, sin embargo, encontramos a una persona capaz de mentir hasta sobre el perro que posee. Como en el 2017, cuando aseguraba a todos que el can de raza usky que había comprado era en realidad un lobo. O, más grave aún, cuando se presentó ante el Congreso de Estados Unidos para evadir todos los cuestionamientos que había contra ella y su compañía.
Estas particularidades llevaron a que pareciera que hablamos de dos personas diferentes cuando recordamos que, por un lado, fue nombrada embajadora del emprendimiento juvenil por el exmandatario estadounidense Barack Obama; y, por otro, que se encontraba en un festival musical en medio del desierto mientras su compañía liquidaba todas sus acciones y despedía a sus aproximadamente 800 empleados por sus problemas legales.
No termina de sorprender, tampoco, que Holmes haya aprovechado hasta en dos oportunidades de sus embarazos para postergar al máximo el proceso judicial en su contra. A finales del 2020 se conoció que esperaba un hijo con William Evans, heredero de una cadena de hoteles con quien se casó en el 2019.
El nacimiento del bebé, en julio del 2021, le permitió postergar las audiencias en su contra hasta el 31 de agosto del 2021. En enero del año siguiente fue sentenciada a 11 años y 3 meses de prisión por fraude y colusión para defraudar, pero logró evadir la cárcel por unos meses gracias a un segundo embarazo del que se tuvo conocimiento en octubre del 2022.
Esta semana, finalmente, Holmes llegó hasta la prisión federal Bryan, en Texas, para dar inicio a su condena y terminar de poner fin a lo que pudo ser una de las carreras más prometedoras de Silicon Valley.
"Tras la sentencia a Holmes, habrá más aversión al error en Silicon Valley"
- ¿Qué otros casos similares al de Holmes podemos encontrar?
En el mundo de la tecnología se dieron muchas desilusiones cuando se produjo la crisis de las llamadas empresas “punto com” (en los primeros años de los 2000). Entonces, no sólo hablamos de una en particular si no de toda una generación. Si bien los fundadores de esas empresas fueron fundamentalmente varones, hubo también mujeres. En el caso de Holmes, hubo una sobreexpectativa por su condición de “girlboss” (chica jefa).
- ¿Qué efectos tuvo la caída de Holmes en el resto de la industria? ¿Generó una mayor desconfianza hacia los nuevos 'unicornios tecnológicos'?
Así es. Con la sentencia en contra de Holmes, los análisis de negocio en Silicon Valley empezarán a ser algo más rigurosos no tanto en lo que corresponde a los prototipos o “modelos mínimamente viables”, sino en el seguimiento de las “promesas de venta”. En general, Silicon Valley es un lugar sui generis, con una cultura muy basada en una confianza y una valoración del fracaso como una oportunidad –“fracasa hasta que lo logres”- que definitivamente se ha afectado. Ahora habrá más aversión al error.
- ¿Por qué Theranos y sus famosas pruebas de sangre fueron consideradas tan innovadoras?
Recordemos que cuando aparece Theranos (comienzos del siglo XXI), se estaba saliendo de la crisis de las empresas punto.com, es decir todas las páginas de comercio electrónico que se desarrollaban sin mayores activos que un sitio web, un nombre de dominio y un buen sistema de logística. Muchas de esas empresas fueron sobrevaloradas y al fracasar, dejaron de ser atractivas, por las deudas incobrables que dejaron.
El sector se movió, entonces hacia otro tipo de desarrollos tecnológicos como los sensores y dispositivos inteligentes en ciernes -se empezaba a hablar del internet de las cosas-. Y uno de los sectores más proclive al uso de esos dispositivos era, sin duda, el de salud. Así que la elección del sector sobre el que iba a trabajar Holmes fue acertado. De ahí la alta expectativa, además del impacto social que su producto iba a tener. Lastimosamente, la promesa de valor de su dispositivo no acabó de concretarse.
- ¿Cuánto habría cambiado la industria si funcionaba como prometían?
Si hubiese funcionado su producto “Edison”, probablemente se habría mejorado mucho el desarrollo de la telemedicina, como una aplicación natural de lo que hoy llamamos transformación digital, es decir, la posibilidad de digitalizar cualquier tipo de información para luego predecir escenarios o simularlos. En este caso, los asociados al control de enfermedades y datos biológicos.
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