Joselyn Chuquillanqui trabajó para Starbucks durante casi 7 años hasta que la empresa la despidió en julio.
La joven de 28 años sabía que esto podía suceder.
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Aunque disfrutaba de su trabajo como barista, desde hacía un tiempo se había organizado con otros empleados de la cadena en Nueva York para unirse en un sindicato.
Poco después, asegura, su jefe comenzó a castigarla por faltas que pasaban por alto en otros colegas, como llegar unos minutos tarde a su entrada, a las 05:30 de la mañana.
Perder la llave de la tienda en julio, la cual apareció después en el interior del establecimiento, pareció ser la gota que derramó el vaso: en su notificación de despido, Starbucks señaló que hubo un patrón de retrasos y el incidente clave.
“Definitivamente fue algún tipo de represalia. Nunca he visto a nadie ser despedido por llegar menos de 5 minutos tarde”, dice Joselyn, que había trabajado para Starbucks desde 2015 y era supervisora de turno.
Los organizadores sindicales dicen que el caso de Joselyn es parte de una represión nacional en la que más de 75 activistas sindicales han sido despedidos y algunas tiendas cerraron mientras la empresa intenta evitar que el movimiento sindicalista se arraigue en sus filas.
Con casi 9.000 tiendas en EE.UU., Starbucks niega que haya represalias.
La empresa dice que respeta el derecho de los trabajadores a organizarse y que cerró las tiendas por cuestiones de seguridad.
Pero no hay duda de que ve al sindicato como una amenaza.
“No creemos que un tercero deba liderar a nuestra gente, por lo que estamos en una batalla por los corazones y las mentes de nuestra gente. Y vamos a tener éxito”, dijo el jefe Howard Schultz en una conferencia en junio.
Nacido en una familia de clase trabajadora en Brooklyn, Schultz ya ha presenciado varios movimientos sindicalistas en la empresa, en la que se desempeñó como director ejecutivo de 1987 a 2000 y nuevamente tras la crisis financiera de 2008.
El ejecutivo ha prometido reparar la relación de la empresa con su personal y “reinventar el papel y la responsabilidad de una empresa conocida”.
La alta dirección ha organizado decenas de reuniones sobre el tema, con el objetivo de conocer las quejas laborales y ha anunciado una inversión de más de US$1.000 millones en salarios más altos, elevando el pago promedio a unos US$17 por hora.
Cuando los aumentos salariales entraron en vigor el 1 de agosto, la empresa deliberadamente no aplicó los aumentos al personal de las tiendas sindicalizadas, pues consideró que se debe negociar un cambio en las prestaciones como parte de un contrato más grande.
“Compartir el éxito a través de victorias y beneficios con nuestros socios es uno de nuestros valores fundamentales, y lo ha sido durante 50 años”, dijo Schultz en mayo. “Nuestros valores no son y nunca han sido el resultado de demandas o interferencias de ninguna entidad externa”.
A nivel mundial, los sindicatos representan una pequeña fracción del personal de la empresa, sobre todo en Chile.
Evan Sunshine, de 20 años, trabajaba en un Starbucks en Ithaca, Nueva York, que votó a favor de sindicalizarse en abril y que la empresa cerró recientemente, alegando dificultades para arreglar una falla en la cocina.
Evan le da crédito al sindicato por ayudarlo a que su trabajo fuera transferido a otra tienda, pero dice: “Muchos trabajadores están comenzando a cansarse y los de otras tiendas que no se han sindicalizado podrían querer hacerlo, pero tienen miedo debido a toda esta reacción negativa”.
Risa Lieberwitz, profesora de derecho laboral en la Universidad de Cornell, dice que las empresas en EE.UU. a menudo superan los límites de la ley, ya que las protecciones y sanciones por violarlas son notoriamente débiles.
Dice que el riesgo más grave para la empresa puede ser que la lucha afecte su marca.
Este año, un grupo de inversores le envió una carta a Starbucks pidiéndole a la compañía que adopte una postura más neutral, señalando que la empresa tiene un largo historial de enfocarse en clientes progresistas, aliándose con causas como Black Lives Matter.
“La opinión pública siempre es importante, particularmente cuando tienes una corporación muy grande y conocida a la que le gustaría presentarse como progresista”, dice Lieberwitz. “Si se ve este tipo de contradicción... eso realmente puede dañar la reputación de la compañía”.
Por ahora, parece que Starbucks está dispuesto a correr ese riesgo.
En la tienda de Joselyn, los empleados decidieron no afiliarse al sindicato en mayo con una votación de 5 a 6.
El sindicato impugnó los resultados alegando prácticas desleales.
Joselyn dijo que su gerente difundió rumores de que le estaban pagando por su trabajo sindical, recortó sus horas y advirtió al personal que se les negarían los ascensos y otros beneficios.
“Fue realmente decepcionante”, dice ella. “Se burlaron de las vulnerabilidades de las personas y me denigraron. Y así es realmente como ganaron”.
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