Ketanji Brown Jackson hizo historia este jueves.
Con 53 votos a favor, la jurista de 51 años se convirtió en la primera mujer afroestadounidense en ser nombrada jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos.
Los demócratas y tres republicanos del Senado votaron a favor de su nombramiento luego de que el pasado febrero el presidente de EE.UU., Joe Biden, la nominara para reemplazar al juez Stephen Breyer, quien anunció su retiro.
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“En esta votación, los 'sí' son 53, los 'no' 47. Y esta nominación es confirmada”, dijo la vicepresidenta de EE.UU., Kamala Harris, quien asumió su función de presidenta del Senado en la sesión.
La mayoría demócrata aplaudió y ovacionó el resultado. Chuck Schumer, el líder de la mayoría, lo calificó como un “día jubiloso” para Estados Unidos.
La senadora por Alaska Lisa Murkowski, una de los tres republicanos que votaron a favor de la jueza Jackson, dijo que su decisión era, en parte, una señal de “rechazo a la corrosiva politización” en torno a los procesos de confirmación.
La nueva magistrada “aportará a la Corte Suprema una experiencia en tribunales que pocos pueden equiparar dado su historial en litigios”, añadió Murkowski.
En 233 años de historia de la Corte Suprema, es la tercera persona de la comunidad negra en sentarse en el máximo tribunal del país, después de los jueces Thurgood Marshall (fallecido en 1993) y Clarence Thomas (actualmente en el cargo).
Con la llegada de Jackson, la composición de la Corte Suprema -clave en muchas decisiones del país- quedará con una representación de seis jueces conservadores y tres progresistas, incluida Jackson entre estos últimos.
Al nominarla para la Corte Suprema, el presidente Biden dijo que Jackson es “una de las mentes legales más brillantes de la nación”. Su trayectoria es amplia.
Nacida en Washington DC en 1970, creció en Miami en los años en los que aún había efectos de la segregación racial en el sureste del país.
“Mis padres me enseñaron que, a pesar de las muchas barreras que tuviera que enfrentar al crecer, si trabajaba duro y creía en mí misma y en Estados Unidos, podría hacer cualquier cosa o ser cualquier cosa que yo quisiera ser”, dice Jackson.
“Fue mi padre quien me inició en este camino. Cuando yo era niña, lo vi estudiar y se convirtió en mi primer ejemplo profesional”.
En la escuela secundaria fue campeona de debate y presidenta de su clase.
Jackson posee dos títulos de la Universidad de Harvard, institución a la que ingresó con solo otros tres compañeros afroestadounidenses.
“En esos primeros momentos en los que te preguntas si perteneces, ella fue el ancla. Luego se aseguró de que todos lo fuéramos. Ella es la que se convirtió en el cimiento de todos nosotros”, dice su excompañera Lisa Fairfax.
En esa época conoció a su esposo, Patrick Jackson, que era estudiante de medicina de Columbia y proviene de una familia blanca de Boston.
Jackson actualmente forma parte del influyente Tribunal de Apelaciones de EE.UU. para el circuito de DC.
Previamente estuvo en la defensa pública, lo que la convierte en la primera jueza de la Corte Suprema en haber sido abogada pública ante los tribunales.
En 2012, el entonces presidente Barack Obama nominó a Jakcson como jueza del tribunal de distrito de DC. Durante los ocho años que pasó ahí escribió más de 500 opiniones.
Entre ellas, dictaminó que Donald F McGhan II, el exabogado de la Casa Blanca del presidente Donald Trump, tenía que testificar en la investigación sobre la intromisión de Rusia en las elecciones de EE.UU.
Al ser nominada, la jueza Jackson habló de su familia y sus mentores legales y modelos a seguir.
Dijo que al trabajar como secretaria del juez Breyer (al que sustituye) de 1999-2000, aprendió lo que se necesitaba para ese cargo: “el más alto nivel de habilidad e integridad, civilidad y gracia”.
La jueza Jackson también habló brevemente sobre su enfoque de la ley: “He sido juez durante casi una década y me tomo muy en serio esa responsabilidad y mi deber de ser independiente”.
“Decido los casos desde una postura neutral. Evalúo los hechos, interpreto y aplico la ley a los hechos del caso que tengo ante mí, sin temor ni favoritismo, de conformidad con mi juramento judicial”.
Pero, durante las 30 horas de audiencias de confirmación, muchos republicanos consideraron que hubo fallas en sus decisiones pasadas.
La criticaron por no responder si se deberían agregar escaños a la Corte Suprema (algo que rechazan los republicanos) y por no querer definir el término “mujer”. También la acusaron de indulgencia en casos de pornografía infantil.
Sin embargo, los demócratas dijeron que tiene “todas las credenciales” para el máximo cargo al que fue confirmada.
Algunas de las decisiones en su carrera judicial fueron repasadas en las audiencias de confirmación.
El senador Dick Durbin se refirió a acusaciones de que “tiene un patrón de dejar libres a los delincuentes de pornografía infantil”.
Fue señalada por haber dado sentencias “indulgentes” a procesados y abogar por reducir sus penas cuando fue vicepresidenta de la Comisión de Sentencias de EE.UU., que asesora al Congreso sobre las pautas federales de sentencias.
Las afirmaciones son engañosas, según varios sitios de verificación de hechos.
“Nada podría estar más lejos de la verdad”, dijo Jackson, quien eludió las críticas a sus sentencias que en ocasiones estuvieron por debajo de las pautas emitidas por el Congreso, pero no muy diferentes a las de otros jueces.
Optó por hablar del daño causado por los delincuentes sexuales y de las vidas que habían sido destrozadas Describió la gama de castigos que los procesados recibieron a través de sus fallos.
Otro de sus momentos cuestionados fue haber sido defensora pública de detenidos de Guantánamo.
Los republicanos criticaron que hubiera dado “servicios legales gratuitos para ayudar a los terroristas a salir” de la prisión militar.
La jueza dijo que a los defensores públicos se les asignan casos y no eligen a quién representar, y que todos los acusados tienen “derecho a representación y a ser tratados de manera justa” bajo el sistema de justicia de EE.UU.
Pero reconoció que defender a los detenidos significaba, a veces, ayudar a liberar a personas que luego estaban en contra de los intereses estadounidenses.
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