Pasadas las 7 de la mañana del jueves 11 de marzo del 2004, miles de pasajeros, entre ellos trabajadores y estudiantes, transitaban por la estación Atocha, ubicada en el corazón de Madrid, cuando de pronto varias explosiones sacudieron el edificio en el momento en el que un tren entraba procedente de Alcalá de Henares. Ese sería el comienzo de lo que después ha sido considerado como el peor atentado yihadista en la historia de España.
Como reseña la agencia AFP, las explosiones ocurridas a las 07:37 de la mañana arrojaron a cientos pasajeros contra el suelo o las paredes de los vagones. Los sobrevivientes trataban de salir y alcanzar las escaleras mecánicas de la estación en medio de la nube de humo que se levantaba en el lugar. Todo ello en medio de los gritos de los heridos.
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Luego vinieron las imágenes de Atocha que dieron la vuelta al mundo y que los españoles no olvidan: decenas de cadáveres tirados en la vía férrea, vagones destruidos como latas de sardinas y los servicios de emergencia desbordados para atender a los miles de heridos.
Después del atentado en Atocha le siguieron otras dos bombas en el tren 21435, cuando iba a salir de la estación Del Pozo, en el barrio de Vallecas.
A las 07:38 de la mañana, otra bomba explotaba en un tren de Cercanías, en el 21713, en Santa Eugenia, en la Villa de Vallecas.
Un minuto después, a las 07:39, explotaban otras cuatro bombas en el tren 17305 en la calle Tellez, en Pacífico, a 500 metros de la estación de Atocha.
Luego, la policía provocó otras dos detonaciones en Atocha y El Pozo.
El pico máximo de llegada de heridos a los hospitales se produjo entre las 8:45 y las 9:45, lo cual provocó el colapso de las áreas de emergencia en los hospitales Doce de Octubre y Gregorio Marañón, y hubo que habilitar nuevas zonas de urgencias, recordó El Confidencial.
A las 8:30 de la mañana ya se había activado el Plan de Catástrofes hospitalario, y a las 9:25 la Comunidad de Madrid hizo un llamamiento a los ciudadanos para que donasen sangre.
La pista yihadista y el posible móvil del ataque
¿Qué había pasado? Un grupo de terroristas dejó 13 bolsas de deporte llenas de explosivos y metralla en cuatro trenes de Cercanías de Madrid. Explotaron 10 de ellas en vagones llenos de gente.
Los terroristas mataron a 192 personas de 17 nacionalidades, entre ellos cuatro peruanos. Hubo más de 1.800 heridos; un centenar con secuelas incapacitantes de por vida, de acuerdo con el diario español El País.
Horas después de los atentados, el gobierno del presidente conservador José María Aznar acusó al grupo separatista vasco ETA de estar detrás de los ataques en los trenes. Incluso el entonces ministro del Interior, Ángel Acebes, llegó a decir que “ETA ha logrado su objetivo”.
Los ataques se registraron tres días antes de las elecciones generales del 14 de marzo del 2004, que no fueron postergadas y las ganó el socialista José Luis Rodríguez Zapatero.
España estaba dividida por la decisión de Aznar de involucrar al país en la invasión de Irak del 2003 impulsada por el entonces presidente de Estados Unidos George W. Bush y por el entonces primer ministro británico Tony Blair.
Mientras las autoridades políticas hablaban de ETA, los investigadores seguían otra hipótesis: la pista yihadista.
En las horas posteriores a los atentados, un indicio fundamental apuntaló la pista yihadista: se encontraron tres bombas en mochilas que no explotaron.
Además, en la misma noche de los ataques se hallaron siete detonadores y una grabación con versículos del Corán en una furgoneta robada en Alcalá.
El 13 de marzo, recuerda AFP, una cinta de video encontrada cerca de la mezquita de Madrid terminaba por confirmar la pista islamista.
Finalmente, los atentados fueron reivindicados en nombre de Al Qaeda en Europa en “respuesta” a la participación de España en la guerra de Irak.
“El País” resume así la investigación: en apenas 72 horas la policía desveló los datos básicos del complot criminal: el explosivo, los autores y su conexión islamista. En solo tres semanas, el 3 de abril, localizaron en Leganés al comando autor del ataque. Acorralados, siete yihadistas se inmolaron con el explosivo que les quedaba. Mataron a un agente, que se convirtió en la víctima número 193.
Los atentados en Madrid ocurrieron dos años y medio después del ataque del 11 de septiembre del 2001, cuando usando aviones comerciales Al Qaeda acabó con la vida de casi 3.000 personas en Nueva York y Washington, en lo que es considerado el peor ataque terrorista en la historia de Estados Unidos.
En Europa, los yihadistas ya habían atentado en el 2003. En Casablanca, la mayor ciudad de Marruecos, murieron 45 personas, incluidos 12 terroristas suicidas. Y en Estambul, Turquía, hubo 58 muertos y 700 heridos.
Una de las primeras medidas del nuevo Gobierno de Zapatero fue ordenar la retirada de las tropas españolas de Irak.
Desde los atentados del 11-M del 2004,
España ha detenido en su territorio a 1.047 sospechosos de terrorismo en 408 operaciones, según cifras oficiales.
Juicios y condenas
A comienzos del 2007, un total de 29 personas acusadas por los ataques fueron juzgadas. Entre ellos, varios ciudadanos marroquíes que vivían en un barrio popular de Madrid, pero también españoles y un egipcio.
Tras el proceso y las posteriores apelaciones, en febrero del 2014 la justicia española condenó a 18 personas. Tres de ellos, los marroquíes Jamal Zougan y Othman El-Gnaoui, junto al español José Emilio Suárez Trashorras, recibieron penas de entre 34.715 y 42.924 años de prisión. Son los únicos que continúan en prisión.
Zougan fue considerado como el autor material de los ataques, El-Gnaoui como uno de los principales responsables de la célula terrorista, y el minero Suárez Trashorras fue el principal suministrador de los explosivos.
Sin embargo, en virtud de la legislación española los terroristas no cumplirán más de 40 años de cárcel por estos atentados.
Uno de los tres acusados por la autoría intelectual, Rabei Ousmane Sayed Ahmed, alias ‘Mohamed el Egipcio’, fue absuelto por estar condenado por esos cargos en Italia.
Los otros dos, los marroquíes Youssef Belhadj y Hassan Al Haski, fueron condenados a penas de 12 años y 15 años de cárcel, respectivamente, por pertenencia a organización terrorista.
El otro imputado de ser autor material, Abdelmajid Bouchar, fue condenado a 18 años de cárcel por pertenencia a organización terrorista.
El último de los principales responsables, Rafa Zouhier, informante de la policía que habría servido de intermediario en la entrega de explosivos, fue sentenciado a 10 años de cárcel.
Los otros cuatro principales acusados, tanto por autores intelectuales y materiales y por colaboración, para los cuales el fiscal de España pedía casi 39.000 años de cárcel a cada uno, fueron condenados a penas de entre 10 y 18 años de prisión.
En total, las penas ascendieron a 120.075 años de cárcel, frente a los 311.865 años solicitados por el fiscal.
Dos décadas después del 11-M, según el último Informe Anual de Seguridad Nacional, “el vector de amenaza más importante” para España y Occidente son ahora “los actores solitarios y las células autorradicalizadas”, reseñó la agencia AFP.
De acuerdo con el documento, ahora es “más difícil que se puedan cometer en España actos terroristas de compleja ejecución”, debido en gran parte a que la capacidad del Estado Islámico y Al Qaeda de perpetrar atentados en Europa “ha decrecido bastante”.
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