Europa depende en gran medida del gas ruso y eso, en las actuales circunstancias, es un grave problema.
Moscú ha reducido a menos de la mitad el suministro por el Nord Stream, el mayor gasoducto submarino del mundo que abastece a Alemania.
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Rusia atribuye el recorte a averías provocadas por las sanciones económicas de occidente, pero las autoridades europeas lo consideran una represalia del gobierno de Vladimir Putin.
Y lo que es peor: temen que en cualquier momento corte el suministro por completo.
Si esto sucediera se avecina un frío invierno, aunque no todos los países europeos sufrirán por igual.
Uno de ellos tiene la capacidad de obtener y acumular mucho más gas del que necesita: España.
La UE consume anualmente unos 400.000 millones de m3 (400 bcm) de gas natural.
Pero los países de la región en conjunto apenas producen 75 bcm al año.
Esto no siempre ha sido así: entre finales de los años 1990 y principios de los 2000 se alcanzaron los 200 bcm anuales, pero el agotamiento de los yacimientos de gas del Mar del Norte, la falta de inversiones y las restricciones al fracking, entre otros motivos, redujeron drásticamente la producción.
En las últimas dos décadas Europa ha aumentado progresivamente su dependencia del gas extranjero y, en especial, del ruso.
La UE compró a Rusia el año pasado 155 bcm, un 45% de sus importaciones de gas y alrededor del 40% de su consumo total, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Un 15% del gas natural que llega a Europa se usa para producir electricidad, un 20% es de uso industrial y la mayor parte, alrededor de un 40%, sirve para calentar los hogares.
Aproximadamente la mitad de los hogares de los 448 millones de habitantes de la Unión Europea usan calefacción de gas.
Es por eso que, si Putin cierra el grifo, el próximo invierno podría ser inusualmente duro en los fríos estados del norte y el este de Europa, parte de ellos altamente dependientes del gas ruso.
“El impacto dependerá de la magnitud del corte. Si es un corte parcial, podría suplirse con suministros de países como Estados Unidos, Catar o Nigeria. Si es un corte total, es probable que sea necesario racionar el suministro en Europa”, explica a BBC Mundo el experto en energía Jorge Sanz Oliva, exdirector de Política Energética y Minas de España.
En el caso de Alemania, que ha dependido casi en exclusiva del flujo directo de gas natural ruso, la situación es especialmente grave por la falta de alternativas.
“Es lamentable que Alemania no tenga una sola estación regasificadora a diferencia de España, que tiene ambas opciones: una tubería con Argelia y las opciones de regasificación”, asegura otro experto del sector, Jorge Morales de Labra, director de la empresa española de servicios eléctricos Próxima Energía.
La regasificación consiste en transformar gas licuado y devolverlo al estado gaseoso para su uso final.
Tener plantas regasificadoras aporta independencia energética, ya que permite importar gas natural licuado (GNL) en buques metaneros de cualquier país sin depender completamente -como es el caso de Alemania- de conexiones por tubería con los vecinos.
España es el tercer país con mayor capacidad de regasificación del mundo, con el 32% de toda la UE, según datos de Gas Infrastructure Europe (GIP).
Además, acapara aproximadamente un tercio de la capacidad de almacenamiento de GNL en la región.
“A diferencia de Alemania, cuya política ha sido fiarse de Rusia, la de España ha sido no fiarse de Argelia. Tenemos un gasoducto pero, ante la posibilidad de que nos falle, tenemos que tener suficiente capacidad para importar gas por barco como para satisfacer la demanda nacional”, afirma Morales de Labra.
En los primeros 4 meses de este año España importó el 35% de su gas de Estados Unidos -en forma de GNL-, el 23% de Argelia, el 14,8% de Nigeria y el 7,1% de Rusia, según la empresa nacional de transporte y gestión gasísticas Enagás.
La conexión directa con Argelia, sus generosas reservas -en este momento se encuentran a cerca del 80%-, su escasa dependencia del gas ruso y su volumen de regasificación sitúan a España en una posición cómoda en plena crisis energética.
El país ibérico es capaz de adquirir, procesar y acumular mucho más gas natural del que consume, unos 30 bcm anuales.
Pero, ¿hasta qué punto puede actuar como centro de almacenamiento y distribución de gas en la UE en tiempos de crisis como el que se avecina?
La respuesta es que España sí puede aportar gas a sus vecinos europeos pero, según los expertos, quedaría lejos de salvar al continente del frío este invierno.
El principal escollo es la limitada capacidad de los gasoductos que hoy conectan España con el resto de Europa.
Las dos conexiones existentes, que atraviesan los Pirineos desde las provincias de Guipúzcoa y Navarra, permiten enviar a Francia unos 8 bcm anuales, es decir, aproximadamente el 2% de la demanda europea en 2021.
Con ambos gasoductos a pleno rendimiento España podría aportar a sus socios 5,6 bcm entre agosto y el próximo marzo.
Este es el período en el que la Unión Europea planea reducir su consumo de gas en 45 bcm, el 15% respecto al año pasado, según el reciente plan de emergencia de Bruselas.
El plan contempla excepciones para algunos países, entre ellos España, donde la cifra quedaría en torno al 7%.
Por otra parte, la UE y España han iniciado conversaciones para retomar el proyecto del gasoducto Midcat, ideado hace 15 años pero abandonado por su inviabilidad económica.
Se trata de un tercer gasoducto que uniría España con Francia (en este caso desde la provincia de Gerona al noreste) y que, según el plan original, aportaría un máximo de 7,3 bcm al año desde el país ibérico al resto de Europa.
De salir adelante el proyecto, sin embargo, los resultados llegarían a largo plazo. De hecho, ni siquiera hay estimaciones sobre cuándo podría ponerse en marcha.
Y, en la lucha por aliviar la crisis energética, tampoco faltan las soluciones pintorescas.
La presidenta de la Asociación de Agencias de Viajes Independientes de Alemania, Marina Linnhoff, propuso al Gobierno alemán otorgar un bono de 500 euros a los jubilados para que viajen a España y no gasten el preciado (y escaso) gas en su país.
“Es mejor viajar contra Putin que congelarse por culpa de Putin”, declaró a un diario alemán.
“Estas medidas, que nos pueden parecer una barbaridad, desde el punto de vista energético tienen mucho sentido porque se consume mucho menos gas en España y además lo hay de sobra”, indicó el director de Próxima Energía.
“Este tipo de cosas seguramente las vamos a ver este invierno”, aseguró.
Hasta este año Argelia era el principal proveedor de gas de España, que desde hace meses ha ido reduciendo su dependencia del país norteafricano en medio de fuertes tensiones entre los gobiernos de ambos países.
El gobierno argelino cortó en octubre de 2021 el flujo del mayor de sus gasoductos con la península ibérica, el Magreb-Europa (MBE), ya que este atraviesa Marruecos, país con el que mantiene unas conflictivas relaciones y rompió lazos diplomáticos.
De este modo, queda solo el Medgaz, un gasoducto directo entre Argelia y España con 10,5 bcm de capacidad máxima anual.
España reabrió recientemente el Medgaz para suministrar gas a Marruecos, lo que provocó la ira de Argelia, si bien Madrid prometió que el contrato excluye el gas argelino y solo contempla envíos de GNL regasificado de otros proveedores.
Además, el reciente apoyo de Madrid a Rabat en el conflicto sobre el Sáhara Occidental, territorio ocupado por Marruecos sin la aprobación de la ONU, tensó recientemente las relaciones entre Argelia y España, y el suministro se ha visto afectado, con cortes para “reparaciones” que se asemejan a los implementados por Rusia.
“En realidad la crisis diplomática con Argelia no está teniendo una influencia notable en el suministro; si acaso podría tener un impacto en la revisión de precios. En cualquier caso el contrato de Naturgy (la empresa importadora española) con Argelia es uno de los secretos mejor guardados del sector energético y no se sabe a qué precio le compra el gas”, afirma Morales de Labra.
Los precios del gas siguen en niveles inusualmente altos en toda Europa y de eso España no se podrá escapar, igual que sus socios de la UE.
El mercado TTF holandés -el de referencia en la UE- llegó a superar días atrás los 200 euros (US$204) por megavatio hora (MWh), cuando hace dos años rondaba los 15 euros (US$15,3).
“La forma más eficiente de reducir el consumo es permitiendo que el precio del gas se incremente, para que aquellos consumidores que más fácilmente puedan reducir su consumo lo hagan, minimizándose así la disrupción que supone la escasez de gas”, explica Jorge Sanz Oliva
El exdirector de Política Energética y Minas cree que este incremento desmedido de precios obligará a los gobiernos europeos a “establecer ayudas directas (mediante cheques o transferencias) a los consumidores vulnerables, para que éstos puedan hacer frente a esos incrementos en el coste del suministro de gas”.
El director de Próxima Energía, por su parte, destaca que la UE puede hacer poco para controlar los precios por su todavía excesiva dependencia de Rusia.
“Nadie sabe cómo va a evolucionar el precio del gas porque depende claramente de lo que haga el Kremlin y eso nadie lo sabe. Así, cualquier movimiento en una turbina puede mover los precios arriba y abajo”
“Reducir el 15% del gas en algunos países puede tener sentido para evitar restricciones mayores en invierno pero, desde el punto de vista del precio, no ha afectado en absoluto. Afecta más cualquier declaración de Putin que todo lo que haga la UE en reducción de consumo energético”, asegura.
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