La dramática Operación Overlord era una apuesta muy arriesgada que, sin embargo, no fue hecha totalmente a ciegas: gracias a una serie de mensajes interceptados a los nazis a través de una enorme máquina, los aliados pudieron ver que el engaño estaba dando sus frutos.
En el Día D tendría lugar el mayor desembarco militar de la historia, resultado de un audaz plan del bloque aliado, liderado por Estados Unidos y Reino Unido: confundir a las tropas de Hitler con un ejército fantasma e invadir Francia desde las playas de Normandía.
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Este 6 de junio se cumplen 75 años de aquel histórico día, que permitió liberar a Europa de la invasión nazi y precipitar el comienzo del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Tanques inflables, muñecos con paracaídas e incluso dos muelles artificiales flotantes hicieron posible aquella operación.
Pero también fue el día en que los servicios de inteligencia británicos le dieron a los aliados la victoria en la guerra.
El trabajo de operadores inalámbricos, criptógrafos, científicos y matemáticos permitió descifrar los mensajes intercambiados por Adolf Hitler y sus generales usando una enorme computadora llamada Colossus, la primera electrónicamente programable del mundo.
La tarea consistía en escuchar y grabar las transmisiones de radio alemanas las 24 horas del día para después comparar flujos de datos y descifrar los mensajes, usando la máquina Lorenz.
El resultado son mensajes que reflejan cómo los alemanes fueron engañados y su visión sobre lo que estaba ocurriendo antes del Día D.
Armando la historia
El contenido de esas comunicaciones es relevante porque permitió saber a las Potencias del Eje que su operación estaba siendo exitosa y que los nazis no esperaban que la invasión fuera a tener lugar en las playas de Normandía. Pensaban, en cambio, que ocurriría en el paso de Calais, la zona más próxima a la costa inglesa.
En el Museo Nacional de Computación de Londres (TNMOC), para rendir tributo a la “historia no contada” -no es tan popular como los que trabajaron descifrando Enigma- de quienes lo hicieron posible, Gavin Clarke, curador independiente del museo, diseñó una exposición permanente que se estrenó el pasado jueves.
“Había muchísimo material y era muy difícil de interpretar. (Los nazis) se comunicaban en alemán -alemán militar, para ser más precisos- y los mensajes estaban cifrados”, cuenta Clarke, quien trabajó con los investigadores que analizaron gran parte de aquellos documentos.
“Leímos todo ese material y tratamos de armar la historia”, le explica Clarke a BBC Mundo.
“Son documentos complejos que contienen numerosas listas con información militar que tuvimos que organizar para que cobrara sentido”.
En todo Bletchley Par, en Buckinghamshire, Inglaterra, trabajaban entre 9.000 y 12.000 personas, “haciendo turnos durante todo el día en varias ocasiones en todo tipo de actividades, no solo descifrando códigos”, dice Clarke.
“En ese grupo había matemáticos y lingüistas pero alcanzaron los límites humanos para desencriptar códigos. Entonces se desarrolló la máquina Colossus [en diciembre de 1943], que sentaría nuevos estándares”.
“La tecnología y los algoritmos jugaron un papel muy importante”, señala.
El equipo que trabajó con Colossus en diferentes puestos clave en la subsección de Lorenz tenía unos 42 empleados (mayoritariamente mujeres) a comienzos de 1944 y había ascendido a 100 hacia finales de junio, añade el especialista.
Clarke dice que, pese a que había un número creciente de empleados, “nunca había suficiente personal para hacer ese trabajo; siempre tenían más mensajes de los que podían descifrar, por eso tenían que establecer prioridades”.
Esa “priorización” funcionaba dando más relevancia a los mensajes más largos, para después analizar las palabras y expresiones clave. Cada semana se reunían para debatirlo, cuenta el historiador.
Los investigadores con los que trabajó Clarke tuvieron acceso a unos 600 volúmenes de documentos interceptados a los nazis.
Entre todos aquellos mensajes, algunos muestran de manera más evidente que otros la situación del ejército alemán durante aquel 6 de junio de 1944 (y cómo fueron presa del engaño).
Clarke destaca cuatro mensajes, que interpreta así:
8074 (de HW 13 217)
En este mensaje explican el estado del ejército alemán en Italia (lo cual fue importante porque los oficiales del norte de Francia fueron trasladados a Italia). Además, se menciona por primera vez al Ejército Panzer, una fuerza de 10 unidades blindadas que los nazis tenían en Francia y que no habrían querido involucrar demasiado en Normandía.
7996 (de HW 5 487)
En él se discute cómo el “enemigo” (bombardeo de Aliados y actividad parcial) estaba afectando a los suministros alemanes.
7999 (de HW 5 487)
Las observaciones de los envíos de los Aliados y las conclusiones sobre el posible tamaño de la invasión forzó a los alemanes a concluir que deberían esperar la primera ola de ataque. Discuten cómo los Aliados preferían seleccionar rutas marítimas “cortas” (como de Dover a Calais/paso de Calais, en lugar de las playas de Normandía). También revela que los alemanes no tenían ni idea de dónde tendría lugar la invasión y discuten una plétora de fechas.
7995 (de HW 5 487)
Desarrolla cómo los militares alemanes desconocían totalmente “dónde” tendría lugar la invasión. Discute una serie de posibilidades (como la Bretaña francesa) y cómo los Aliados necesitarían puertos funcionales para aterrizar ese gran ejército que estaban esperando (y citan una larga lista de posibles puertos).
Lo más importante sobre aquellos mensajes es que “validaron totalmente” la Operación 43, señala Clarke.
En mayo de 1943, los Aliados desarrollaron la Operación 43, destinada a crear un ejército “ficticio” -junto a falsas maniobras, falso tráfico marítimo y tanques inexistentes- que más adelante, en el Día D, permitiría engañar a los nazis.
“La idea era hacerles 'ver' a los alemanes cuán grande era su Fuerza Aérea y hacerles creer que desembarcarían en otro lugar”, dice Clarke. “Y efectivamente, ellos no tenían ni idea de dónde se iba a producir el desembarco”.
“Está muy claro por cómo se comunicaron los alemanes entre ellos en esos mensajes que estaban esperando que ocurriera en la región de Calais”.
Lo segundo, agrega, es que las comunicaciones “permitieron a los aliados tener un mejor conocimiento sobre el estado del ejército alemán, lo poco preparados que estaban y que, además, estaban atravesando dificultades en cuanto a suministros y personal”.
“El juego de la información ayudó a los aliados a ganar la guerra y validó su estrategia”, concluye. “Es difícil saber cuánto habría durado la guerra de no haber sido así pero, sin duda, ayudó a que acabara antes”.
La mayoría de los historiadores coinciden en que el trabajo de los servicios de inteligencia en Bletchley Park permitió acortar la guerra dos años.
Una máquina colosal
Colossus fue creada por el ingeniero postal Tommy Flowers. Era, como indica su su nombre, colosal: pesaba cinco toneladas y tenía una dimensión de dos metros de alto, cinco metros de ancho y tres metros de profundidad.
Las diez máquinas que la integraban fueron desmanteladas al final de la guerra y los planos que se usaron para construirla fueron destruidos.
En 1994, se inició un proceso para reconstruir Colossus. El resultado puede ser visitado en el Museo Nacional de Computación de Londres.
Margaret Bullen fue de las operadoras de Colossus. Tenía 17 años cuando empezó a trabajar en Bletchley Park.
“Lo primero que hicimos fue firmar la Ley de Secretos Oficiales. No creo que mis padres supieran lo que hice”, le dijo a la BBC.
Debido al secretismo de la operación, no pudo hablar de ello durante décadas.
Clarke quiere que su trabajo se reconozca: “La historia de Enigma es conocida, pero no tanto la de Colossus. Tenemos que hablar más sobre ella”.