¿Podría ser que de alguna manera Valery Hierovkin intuyera lo que se avecinaba? ¿Que el joven soldado de infantería ucraniano sintiera que había una bala de francotirador con su nombre?
Su padre, Yevgeny, un pastor, cree que la respuesta está en un video profético de TikTok que hizo Valery en su última visita a casa en noviembre.
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Reproduce el video en su teléfono y las imágenes de su hijo mayor pasan rápidamente, siempre sombrío, siempre de uniforme, con una canción inquietante sobre el dolor y la ausencia. “No creo que te hayas ido”, dice la letra.
“A veces siento que quizás Valery esperaba morir”, me dice su padre, “porque pasó los dos últimos días de sus vacaciones con nosotros e hizo ese video”.
“Cuando estaba abordando el autobús, dijo: 'Tengo el corazón pesado, no quiero irme', pero yo dije: 'Hijo, tienes que hacerlo. Tú tomaste la decisión, así que tienes que ir'”.
Semanas más tarde, el 1º de diciembre, Valery Hierovkin murió a tiros disparados por separatistas respaldados por Rusia en un frente de combate en el este de Ucrania.
Un proyectil disparado por un francotirador atravesó su casco. Había estado haciendo planes para la vida después del ejército y quería ir a la universidad cuando regresara a casa. En cambio, su vida fue truncada a los 22 años.
Mientras la OTAN se preocupa por una posible invasión rusa en Ucrania, Valery luchó y murió en la guerra que ya está en marcha y que se cobró unas 14.000 vidas, entre soldados y civiles.
Comenzó en marzo de 2014, cuando Rusia anexó la península ucraniana de Crimea después de que un gobierno prorruso fuera derrocado en Kiev.
Luego, los rebeldes separatistas respaldados por Rusia se apoderaron de partes del este.
El conflicto continúa a fuego lento, a pesar de un alto al fuego. Valery fue uno de los 65 soldados ucranianos muertos en los últimos 12 meses.
Conocí a sus afligidos padres en un antiguo jardín de infancia convertido en iglesia evangélica rodeado de imponentes bloques de apartamentos de la era soviética. Se apresuran a explicar que los golpes distantes ocasionales que escuchamos provienen de las líneas de producción de fábricas.
En estos días, la ciudad de Kramatorsk está en paz. Pero no siempre fue así.
Anna Hierovkina irradia calidez, aunque está envuelta en dolor.
Su cuerpo delgado está apoyado en su esposo, un hombre de hombros anchos sentado a su lado. Por turnos uno habla y el otro consuela con una caricia de manos. Están unidos por el amor y por la pérdida.
“Todos los padres piensan que su hijo es el mejor, y lo habíamos estado esperando con impaciencia”, dice, mientras su rostro se ilumina al recordarlo.
“De niño era muy divertido y un poco travieso, pero muy amable. Era muy activo y le gustaba el fútbol. Era como todos los demás, pero lo amábamos. Para nosotros era el mejor hijo”.
Cuando era adolescente, Valery no jugaba juegos de guerra en su computadora. Estaba viviéndola en la realidad. Kramatorsk fue ocupada por fuerzas prorrusas durante tres meses en 2014 y bombardeada en 2015.
“Desde ese momento quiso defender su patria”, me dice Anna.
“Él quería ser voluntario a los 15. Después de terminar la escuela, ese pensamiento nunca lo abandonó. Cuando tuvo la oportunidad de unirse al ejército, se inscribió. Esa era su voluntad, y como padres lo apoyamos. Por supuesto, no creímos que terminaría de esta manera”, dice, con lágrimas en los ojos.
Anna se consuela por la muerte de su hijo. “Estoy orgullosa de mi hijo porque dio su vida por su país”, dice ella. “Dio su vida por Ucrania, por la gente y por su familia. Por eso estoy orgulloso de mi hijo”.
Kramatorsk también está orgullosa. Valery Hierovkin recibió un funeral de héroe con honores militares en la plaza principal.
Los dolientes colocaron claveles rojos en el ataúd abierto. Sus compañeros de armas hicieron fila para abrazar a su madre. Algunos se arrodillaron en el suelo helado mientras sus restos eran llevados por tropas con uniforme de camuflaje.
La guerra no es abstracta aquí, y los lugareños saben que puede haber algo peor por venir.
Yevgeny se está preparando para el próximo movimiento de Rusia. “No estoy entrando en pánico. ¿Estoy asustado? Creo que todos están asustados”, dice.
“No sabes lo que viene, pero la próxima fase de la guerra, si sucede, no será como 2014. Todo será mucho más serio y aterrador”.
La invasión tan temida y tan pronosticada puede que nunca llegue. Rusia puede obtener concesiones de la OTAN y de Occidente sin poner una bota más en el helado suelo ucraniano.
Puede que no haya otra Crimea, o un asalto a Kiev. Tal vez todo esto sea boxeo de sombras de alto riesgo en la nieve.
Pero para Yevgeny y Anna, lo peor ya pasó. Han perdido a un hijo amado. Y hay muchas familias destrozadas en el este de Ucrania. Valery Hierovkin es un soldado caído entre muchos.
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https://www.youtube.com/watch?v=IMfPjrdMnf4