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La guerra entre Rusia y Ucrania ha despertado el temor por el uso de armas nucleares y las consecuencias que podrían generar en el mundo. Esto es más evidente aún desde que el presidente ruso, Vladimir Putin, aprobó una nueva doctrina que permite respuestas con ese tipo de armas.
El investigador Carl Sagan ya había advertido mucho antes las consecuencias para el mundo en su libro “A path where no man thought”, publicado en 1990 en colaboración con el científico Richard Turco.
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En la obra se plantea un posible invierno nuclear, una idea que se comenzó a desarrollar en la segunda mitad del siglo pasado por el temor de un conflicto nuclear entre las dos grandes potencias de aquel entonces: Estados Unidos y la Unión Soviética.
En el prefacio del libro explican que en ese pasaje de la historia se calculaba unas 60 mil armas nucleares en todo el mundo, de las cuales unas 35 mil eran similares a las que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, en Japón, cuando el presidente estadounidense Harry Truman ordenó el bombardeo en 1945.
Por eso, el interés estaba en advertir que la guerra nuclear representaba el mayor peligro para la humanidad. “Mientras exista esa capacidad de aniquilación mutua, que es redundante y se activa con facilidad, todas las garantías de seguridad sonarán huecas”, explican los autores en el libro.
Carl Sagan fue un astrónomo y divulgador científico estadounidense, más conocido por la serie de televisión Cosmos y por ganar el premio Pulitzer (1978). Falleció en 1996. Trabajó con Richard Turco, científico atmosférico de Estados Unidos, sobre los efectos que podría tener una guerra nuclear.
¿Y qué es el invierno nuclear?
Se trata del efecto que podría tener el uso de armas nucleares en el clima, un factor que es fundamental para que haya vida en la Tierra. La investigación fue el resultado de un trabajo con los investigadores Brian Toon, Tom Ackerman y Jim Pollack para calcular los efectos del uso de estas bombas.
Se estudiaron más de cincuenta casos en los que se podrían usar armas nucleares, ya en ese entonces clasificadas como armas nucleares estratégicas y tácticas. Eso sí, se trata de una investigación en base a datos reales y científicos.
Señalan que “en una guerra nuclear, las potentes explosiones nucleares en la superficie impulsarían finas partículas muy arriba hasta llegar a la estratosfera”. El humo que se produciría sería mucho más dañino que las explosiones mismas generadas por las bombas.
Siguiendo la lógica del efecto invernadero, las partículas de polvo que se encuentran en lo más alto de la atmósfera reflejarían la luz solar, evitando que lleguen a tierra e iniciando un proceso de enfriamiento. “El efecto invernadero disminuye y la superficie de la Tierra se enfría mucho más”, dicen.
Según la publicación, la temperatura podría estar rondando los 15 grados bajo cero con una máxima de cinco grados. Se trata de una estimación. Pero, además del descenso de la temperatura, también se enfrentaría el mundo a incendios, la radiación y lluvia radiactiva. Y los países que no participen directamente, de África, Sudamérica o Asia, también tendrían consecuencias.
“Los no combatientes se enfrentarían a escaseces de alimentos e inanición durante años, todo ello acompañado de unas pandemias globales, especialmente letales a causa de que muchos sistemas inmunitarios humanos estarían afectados por las radiaciones”, indicaron Sagan y Turco.
Las armas nucleares hoy
Tras la caída de la Unión Soviética, las potencias mundiales llegaron a acuerdos sobre el uso del armamento nuclear y la reducción del número de estas armas. Sin embargo, estos acuerdos no han sido respetados del todo y actualmente hay nueve países con capacidad nuclear: Rusia, Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte.
El Instituto Internacional de Investigación para la Paz (SIPRI) señala que hasta enero del 2024 se calcula que hay 12.121 ojivas nucleares, 9.585 están a disposición militar para su posible uso, 3.904 están dispuestas en misiles y aviones. Por otro lado, también hay unas 2.100 ojivas nucleares dispuestas en misiles balísticos.
En cuanto a la posesión, Rusia y Estados Unidos concentran el 90% de estas armas. Rusia tiene 5.580 y Estados Unidos cuenta con 5.044. Pero el país que ha inicado una escalada en la producción de estas armas es China, pasando de 410 ojivas en enero de 2023 a 500 en enero de 2024.
El informe fue publicado en junio de este año y muestra un interés de las potencias mundiales por las armas nucleares. “Lamentablemente seguimos viendo aumentos año tras año en el número de ojivas nucleares operativas”, dijo el director del SIPRI, Dan Smith, en aquel momento. A pocas semanas de acabar el año, parece que la tendencia sigue siendo la misma.
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