Keir Rodney Starmer se convertirá en el nuevo primer ministro de Reino Unido después de llevar al Partido Laborista a lo que se pronostica como una victoria aplastante en las elecciones generales celebradas este 4 de julio.
Bajo su liderazgo, la agrupación -que había tenido un giro hacia la izquierda en la última década- se acercó al centro del espectro político para atraer a más votantes.
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La jugada le salió bien y, tras 14 años fuera del poder, el Partido Laborista volvió por la puerta grande. Los conservadores del actual primer ministro, Rishi Sunak, sufrieron un estrepitoso desplome.
Pero la de Starmer no es una historia común. En muchos sentidos, no es el típico político. De hecho, no ingresó al Parlamento hasta los 50 años, después de una exitosa carrera como abogado.
Y a diferencia de la mayoría de los parlamentarios, llegó a la Cámara de los Comunes con el título de caballero, que le otorgó la reina Isabel II en 2014 en reconocimiento a su papel como director del Ministerio Público, el fiscal penal de mayor rango en Inglaterra y Gales.
Los antecedentes del líder laborista como abogado de derechos humanos de alto nivel podrían sugerir una educación privilegiada. Pero en realidad este político de 61 años, hijo de un fabricante de herramientas y una enfermera, proviene de un entorno relativamente modesto.
Starmer rara vez pierde la oportunidad de describirse a sí mismo como de “clase trabajadora”. En esto hizo hincapié en sus enfrentamientos verbales con Rishi Sunak, el último primero ministro conservador, que es uno de los políticos más ricos del país.
Después de la escuela, se convirtió en el primer miembro de su familia en ir a la universidad. Primero se graduó en derecho en la Universidad de Leeds y más tarde completó sus estudios con un posgrado en Oxford.
Se especializó en derechos humanos y su trabajo lo llevó al Caribe y a África, donde defendió a presos condenados a muerte.
Su trabajo en casos de derechos humanos de alto perfil provocó incluso rumores de que él fue la inspiración del personaje de Mark Darcy, el abogado formal pero apuesto de la novela y la película “El diario de Bridget Jones” y sus secuelas. Sin embargo la autora, Helen Fielding, lo negó en una entrevista.
En sus primeros años en Londres, Starmer recordó haber vivido en “un apartamento de mala muerte” encima de un burdel.
Uno de sus compañeros de apartamento en ese momento, el periodista Paul Vickers, lo describió como un “gran fiestero”.
Su vida familiar no fue perfecta. Starmer ha dicho en varias ocasiones que su padre era un hombre frío y distante, aunque reconoció haber aprendido de él “un sentido del deber y un fuerte sentido de orgullo y dignidad en el trabajo”.
Su madre sufrió durante la mayor parte de su vida la enfermedad de Still, una afección autoinmune que la llevó a no poder hablar ni caminar. El deterioro de la dolencia llevó a los médicos a amputarle una pierna.
Con respecto a su esposa, Starmer reconoció que las cosas tampoco empezaron bien con ella. En una entrevista en el canal ITV, el político recordó cómo conoció a Victoria.
“Estaba llevando un caso ante el tribunal y el resultado dependía de si los documentos eran exactos o no”, contó el laborista.
“Le pregunté a mi equipo quién los había redactado y me dijeron que era una abogada llamada Victoria, así que dije: 'Vamos a llamarla'”.
Cuando habló con ella, la interrogó sobre los documentos pero antes de que la conversación terminara escuchó un comentario de ella.
“'¿Quién diablos se cree que es?', oí. Y luego me colgó el teléfono”, confesó en la televisión. “Y no me quedó otra que estar completamente de acuerdo”, agregó.
Para resarcirse, Starmer la invitó a salir a un pub. Eso fue a principios de la década de los 2000 y la pareja se casó en 2007. Tienen dos hijos.
Tras el triunfo del Brexit, la consulta popular que terminó con Reino Unido fuera de la Unión Europea, Starmer fue durante cuatro años el encargado dentro del laborismo de todo lo relacionado con esta problemática salida del bloque.
El político, que llegó a manifestarse incluso a favor de un segundo referéndum, tuvo durante todo este tiempo una conflictiva relación con su antecesor al frente del partido, Jeremy Corbyn, vinculado con el ala más a la izquierda del laborismo.
Tras la dura derrota de los laboristas en las elecciones generales de 2019, que afianzaron al carismático político conservador Boris Johnson en el poder, Starmer se presentó como candidato para liderar su partido y ganó en abril de 2020.
En su discurso de victoria, prometió llevar a la agrupación “hacia una nueva era con confianza y esperanza”, pero todavía quedarían sinsabores en el camino.
En 2021, los conservadores arrebataron a los laboristas el asiento de Hartlepool, una localidad al noreste de Reino Unido que jamás había tenido un diputado conservador por ese distrito electoral.
Eso significó un duro golpe para los esfuerzos de Starmer de recuperar el apoyo en los núcleos laboristas tradicionales.
El resultado fue tan malo que, según una biografía, el líder laborista comunicó a su personal que iba a dimitir porque lo sucedido mostraba que el partido estaba retrocediendo y lo veía como un rechazo personal. Dijo que estaba “amargamente decepcionado” por los resultados.
“Fueron unas horas difíciles”, dijo un asesor.
Al final, no renunció, pero lo sucedido provocó un replanteamiento de políticas y una reorganización de su equipo al más alto nivel.
La atención se centró firmemente en recuperar a los votantes laboristas perdidos ante los conservadores de Boris Johnson en el antiguo corazón laborista: el llamado Muro Rojo.
Pero también se produjeron reacomodamientos internos. Starmer suspendió a su predecesor en el cargo, Jeremy Corbyn, en medio de una investigación por antisemitismo en el interior del partido.
Esto implicó que Corbyn no pudo presentarse como candidato laborista al Parlamento en estas elecciones generales.
Otros políticos laboristas también afirman que se les ha impedido presentarse como candidatos y apuntan a una purga a la izquierda dentro del partido realizada por Starmer, a quien acusan de alinearse con otro líder laborista histórico: el ex primer ministro Tony Blair.
Al igual que Blair, Starmer ha tratado de espantar los temores que genera el laborismo en los sectores más conservadores de la sociedad.
Por ejemplo, aseguró a los votantes que el Partido Laborista no emprenderá una ola de gastos sin financiación. Esto ha significado diluir o descartar algunas de sus propuestas más radicales.
En febrero, abandonó uno de sus mayores compromisos de gasto: invertir 28.000 millones de libras (US$35.000 millones) al año en políticas verdes.
Esto ha contribuido a que sea atractivo para un electorado más amplio pero, también, a que otros votantes lo vean como un político “tibio”.
Starmer ha sido acusado muy a menudo de no emocionarse por nada, aunque el líder laborista contestó: “Hay una enorme pasión en mí, pero la pasión viene en diferentes formas y tamaños” para cada persona.
En los próximos días, Reino Unido conocerá otras facetas de este político laborista, cuando se mude al 10 de Downing Street, la oficina del primer ministro británico.
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