“Emmanuel Macron quiere que muramos en el puesto”, asegura Hamoudi, un basurero de París, que, como cientos de miles de personas más en Francia, dijo no a trabajar más años, como desea el presidente francés.
“Nos levantamos muy pronto. Algunos de mis compañeros se levantan a las tres de la madrugada. Trabajar hasta los 64 años, francamente, es demasiado”, subraya a la AFP Hamoudi, de 43 años.
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Más de 1,5 millones de personas, según el sindicato CGT, desafiaron esta fría y, en ocasiones, lluviosa jornada de invierno boreal en toda Francia para protestar en las calles, algunos por primera vez.
“Nunca había manifestado porque no me había sentido realmente afectada. Y ahora, que tengo más de cuarenta años, lo siento realmente”, confiesa Aurélie David, una cuidadora de niños en Nantes (oeste), de 42 años.
Tendinitis, ciática, problemas de rótula, de rodillas -”porque estamos en cuclillas, en sillas pequeñas y siempre a la altura de los niños”-,... La lista de consecuencias de la penosidad de su trabajo es larga.
La voluntad del gobierno de Macron de elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años, adelantando a su vez a 2027 la exigencia de trabajar 43 años para cobrar una pensión completa, generó un rechazo generalizado.
Los trabajadores de mayor edad consideran que les penalizará o los abocará a más años de desempleo, los más jóvenes ven más lejano lograr un empleo, los obreros temen que su salud empeore laborando duramente más años...
Bertrand, un pensionista de 62 años, pasó dos en el paro antes de jubilarse. En 2021, un 56% de las personas activas entre 50 y 64 años trabajaba (un 35,5% entre 60 y 64), según datos oficiales.
Con esta reforma, “pasarán más tiempo en el paro. Con 58, 60 años, ya no nos quieren en las empresas. Prefieren a jóvenes en nuestro lugar”, subraya este extrabajador del sector aeronáutico.
Mala vida
Antes del inicio de la marcha en París, en la plaza de la República resuena, como si fuera un presagio, la canción Mala vida del mítico grupo francés Mano Negra, mientras poco a poco se llena de abrigados manifestantes.
“La jubilación antes que la artritis”, “Metro, trabajo, tumba”, “Perder la vida intentando ganársela”... Los franceses que respondieron presente a los sindicatos rivalizan en ingenio para mostrar su descontento.
Entre la muchedumbre, trabajadores de empresas públicas afectados por la desaparición de algunos regímenes de pensión especiales, pero también muchos jóvenes, que convocaron por su parte otra manifestación el sábado.
“Desde siempre, me han dicho: ‘Ustedes los jóvenes no tendrán jubilación’. Seguramente tendré que encontrar soluciones alternativas, pero si puedo bloquear la cosas para que no empeore, lo intento”, dice Léa, de 31 años.
Esta trabajadora temporal del sector público estima que “no se escuchó al pueblo” y que, en un mundo pospandemia, “la mentalidad ha cambiado” y la gente no quiere trabajar “hasta no poder más”, como generaciones pasadas.
“No tengo ganas de morirme antes de aprovechar de mi jubilación. Si dejamos pasar esta, después la retrasarán más y más”, abunda Inés de Bailliencourt, una estudiante de 22 años de Filología Clásica de Burdeos (suroeste).
Con la justificación de un futuro déficit en la caja de las pensiones, Francia fue alargando en las últimas décadas la edad de jubilación, que hasta 2010 era de 60 años, si bien sigue lejos de los 65 años de España o Alemania.
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