Hace dos años, Alexei Navalny fue envenenado.
El 20 de agosto del 2020, el opositor del Kremlin y de Vladimir Putin viajaba de Tomsk a Moscú cuando, sin explicación, se desmayó. Para salvarle la vida fue llevado a Alemania, donde pasó 18 días internado. Pronto se supo que se trató de un intento de asesinato con Novichok, un neurotóxico prohibido en el mundo.
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A las autoridades rusas no les pareció un caso tan importante como para darle seguimiento. De hecho, un año después del atentado contra su vida, Amnistía Internacional denunció que, así como no se abrió “una investigación significativa”, Moscú bloqueó los intentos por llegar a la verdad, incluso, “ignorado los firmes indicios de que agentes del Servicio Federal de Seguridad ruso estuvieron implicados”.
¿Por qué querían terminar con su vida?
La BBC anota que Navalny “lleva más de una década destacando por sus críticas a las políticas de Putin y su campaña contra la corrupción que denuncia en Rusia”. Sus armas: las redes sociales.
Él habría cobrado protagonismo desde el 2008 debido a su blog, pero también luchó en otros frentes. Por ejemplo, se convirtió en accionista minoritario de “las principales compañías petroleras, bancos y ministerios”.
La BBC escribe: “Antes de las elecciones parlamentarias de 2011, [...] instó a los lectores de su blog a votar por cualquier partido excepto Rusia Unida -el de Putin-, al que apodó el ‘partido de los criminales y ladrones’, una frase que se popularizó”.
Y agrega: “Rusia Unida ganó las elecciones, pero con una mayoría muy reducida, y su victoria se vio empañada por acusaciones generalizadas de manipulación de votos que provocaron protestas en Moscú y otras ciudades importantes”.
En el 2011, Navalny fue arrestado por ser parte de una de las protestas. Su nombre tenía precio.
Dos años más tarde, acusado de malversar fondos, fue encarcelado. Sin embargo y sin muchas explicaciones, fue liberado y participó en las elecciones por la alcaldía de Moscú. Quedó segundo con el 27% de los votos.
Finalmente, la sentencia fue anulada porque el Tribunal Europeo de Derechos Humanos determinó que tuvo un proceso imparcial. Ya para el 2017, “fue condenado por segunda vez y recibió una sentencia suspendida de cinco años”. No fue un decisión antojadiza: en el 2018 intentó postularse a la presidencia de Rusia, pero se lo prohibieron por estar condenado.
-En la actualidad-
Hoy que se cumplen dos años de su envenenamiento, Navalny ha declarado por redes sociales:
“Toda esta situación desenmascaró a tal punto a Putin y a su sistema, mostró no solo el carácter criminal sino también la disfuncionalidad y el fracaso su régimen, que influyó en todo el sistema político de Rusia”.
La sentencia llega ahora que pesa sobre él una condena de nueve años de cárcel efectiva. Mientras tanto, Occidente pide su liberación.
Ned Price, vocero del Departamento de Estado de Estados Unidos, sostuvo que desde que se inició la guerra contra Ucrania, el Kremlin intensificó “su represión contra la disidencia y los medios independientes” con “amplias leyes de censura que conllevan duras penas de prisión”.
Y añadió:
“El Kremlin busca evitar que el pueblo de Rusia se entere de las atrocidades que sus fuerzas de seguridad están infligiendo a los civiles ucranianos, y también de las innecesarias bajas militares rusas por esta injusta guerra”.
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