Ucrania ha anunciado el hallazgo de cámaras de tortura en varios edificios de la recientemente liberada ciudad de Kherson, el mayor territorio que cayó en manos de las tropas rusas desde el inicio de la invasión el pasado 24 de febrero.
Además, empiezan a surgir testimonios de personas que cuentan cómo los rusos mataron, torturaron y secuestraron ucranianos de manera sistemática.
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En Kherson, la fiscalía ucraniana reveló el lunes el descubrimiento de “sitios de tortura” en “cuatro edificios”.
En esos edificios hay “centros de detención provisionales” de antes de la guerra, “donde, durante la toma de la ciudad, los ocupantes detuvieron ilegalmente a personas y las torturaron brutalmente”, señaló la fiscalía, de acuerdo con la agencia AFP.
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Kherson fue la primera gran ciudad en caer en manos rusas tras la invasión el 24 de febrero, pero los ucranianos la recuperaron el 11 de noviembre, en el último gran revés de la ofensiva del presidente ruso Vladimir Putin.
En estos sitios señalados como centros de tortura se incautaron “trozos de porras de caucho, un bate de madera, un aparato utilizado por los ocupantes para electrocutar a civiles”, indicó la fiscalía ucraniana.
La semana pasada, el defensor del pueblo de Ucrania, Dmytro Lubinets, dijo que las tropas rusas eran responsables de torturas “horribles” en Kherson y las acusó de detener y asesinar a decenas de personas, indicó AFP.
Golpizas y descargas eléctricas
Anatoliy Stozkiy le contó a la agencia AFP que fue detenido dos veces en Kherson. Los interrogatorios a los que le sometieron los servicios rusos y prorrusos incluyeron golpes y descargas eléctricas.
Anatoliy formó parte de una unidad de la fuerza territorial de defensa ucraniana desde el comienzo de la invasión rusa el 24 de febrero.
El 2 de marzo los rusos entraron en Kherson. “Después de dos o tres semanas, los rusos encontraron la lista de los que habíamos sido reclutados en la defensa territorial, y comenzaron a arrestarnos”, contó a la AFP en su casa.
“Vinieron aquí. Yo estaba con mi esposa y mi hija de 3 años. Les di mi arma porque amenazaban con matar a mi familia”, explicó. Luego se lo llevaron, encapuchado, a lo que cree era una comisaría cercana.
Lo metieron en una celda y lo “ataron a una silla”. “Tres o cuatro personas me interrogaron. Me golpearon con una porra y me pusieron una pistola o un rifle en la cabeza. Me daban golpes a ambos lados de la cabeza, en la parte de arriba y en las orejas, por lo que no dejaban marcas”, contó.
Los rusos lo interrogaron sobre su arma. “Me preguntaron dónde la había conseguido, quién me la había dado y por qué no la había entregado”.
AFP explicó que le quitaron el pasaporte, tomaron sus huellas dactilares y muestran de ADN y le dijeron que ahora estaba en una base de datos, que debía permanecer en la ciudad y colaborar con los rusos.
Lo liberaron el 4 de mayo, en la calle, con la cabeza tapada.
El 6 de julio lo arrestaron por segunda vez. Eran hombres del Ministerio de Seguridad de la República Popular de Donetsk.
“Vinieron a mi casa y me dijeron: ‘sabemos que ya fue detenido, pero el interrogatorio estaba incompleto. Ahora nos contará a quién conoce y dónde hay depósitos de armas’”, explicó.
“Durante los primeros 5 o 6 días me golpearon. Por la noche no me dejaban dormir. Cada dos horas, entraban en la celda y me obligaban a levantarme y decir mi nombre. No podía acostarme porque estaba sentado, esposado a una tubería”, afirmó.
Cada vez que sus carceleros entraban en la celda, tenía que ponerse una bolsa en la cabeza para no verlos.
“Me ataron de pies y manos y me echaron al suelo. Sujetaron unas pinzas cocodrilo a mis dedos y me electrocutaron”, dijo Anatoliy.
Rara vez se le permitió ir al baño. Orinaba en botellas vacías que le daban en la celda.
“Durante las dos primeras semanas oriné sangre. Mis riñones estaban en mal estado. En las celdas había agujeros en la pared y podía comunicarme con otros reclusos. Esto me permitió no perder la cordura”, agregó.
Fue puesto en libertad el 20 de agosto, después de un mes y medio de detención.
“Me rompieron la pierna”
La cadena CNN entrevistó a ucranianos que, bajo la condición de anonimato, narraron las torturas a las que fueron sometidos durante la ocupación de Kherson.
Uno de ellos es Oleksander (nombre ficticio), quien narró que los guardias rusos ejecutaban a los presos ucranianos por sus cánticos o tatuajes proucranianos.
Después de que los rusos se retiraran de Kherson, prendieron fuego al centro de tortura donde estuvo Oleksander “para destruir las pruebas de sus crímenes”, dice el testigo.
Oleksander le dijo a CNN que fue detenido por la policía rusa en su departamento. Lo acusaron de ser un criminal. Asegura que le rompieron la pierna de manera deliberada al arrodillarse sobre ella mientras le retenían.
Agrega que en la cárcel los rusos “maltrataban a todo el mundo, nos tenían hambrientos, nos utilizaban como mano de obra gratuita para reparar sus vehículos militares, nos golpeaban como querían”.
Rusia niega las acusaciones de crímenes de guerra y asegura que muchos de sus soldados detenidos han sido víctimas de ajusticiamiento por parte de tropas ucranianas.
“Simularon que me ejecutaban”
Otro testigo, identificado como Kosta por CNN, contó que los rusos sospechaban que él formaba parte de una red clandestina de saboteadores que tenía como objetivo a funcionarios rusos e instalaciones que estaban bajo su control.
Kosta dice que después de que los activistas clandestinos ucranianos hicieran explotar un vehículo de la policía rusa cerca de su departamento de Kherson, once rusos fuertemente armados se presentaron en su puerta y entraron por la fuerza para llevárselo.
Asegura que su nombre estaba en una base de datos manejada por los rusos y que estos conocían los detalles de sus teléfonos móviles.
Fue acusado de haber sido miembro de “Sector Derecho”, una organización nacionalista de extrema derecha con que se movía en los ámbitos político y militar. Él le dijo a CNN que no pertenece a dicha organización.
Aún estando ahora en libertad, Kosta dice que le cuesta adaptarse a su nueva vida y que teme que los colaboradores rusos, que aún andan sueltos, puedan atacarle.
Kosta detalló a CNN cómo fue su detención: “Un tipo se me acercó con una pistola, con una pistola en la cabeza y empezó a hacerme preguntas. ¿Sabe lo que va a pasar con su mujer? ¿Si no nos dices la verdad? Dije que sí, que se lo diría a todo el mundo, que empezara a hacer preguntas. Dicen que no, que nos lo dirás sin preguntas”.
Agrega que cuando lo llevaron a una comisaría y lo metieron en una celda, la tortura psicológica empeoró. “No hay nada que pueda prepararte para ello”, dice.
Recuerda que de nuevo le pusieron una pistola en la cabeza, le dijeron que hablara —de nuevo sin preguntas— y apretaron el gatillo. “No estoy seguro de que toda la vida pasara ante mis ojos, pero fue realmente aterrador”, explica.
Después del simulacro de ejecución, dice a CNN, los rusos probaron con falsas electrocuciones. “Me pusieron la electricidad en los testículos... pero no encendieron la corriente”.
Dijo que se había preparado para quebrarse si la tortura se volvía muy física. “Entiendo que [con] la tortura real nadie puede soportarla”.
Recuerda también que en las celdas situadas debajo de la suya se podía oír a la gente gritar y llorar por sus madres mientras les golpeaban para que confesaran.
Kosta finalmente fue liberado porque los rusos no tenían pruebas en su contra. Pero asegura que sigue con miedo debido a lo ya mencionado, en Kherson permanecen ocultos colaboradores de los rusos.
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