En un salón de actos en las afueras de Moscú está sucediendo algo inusual.
Un grupo de mujeres critica públicamente a las autoridades rusas. Sus maridos se encuentran entre los 300.000 reservistas movilizados por el presidente Vladimir Putin para la guerra en Ucrania en el otoño de 2022.
Y los quieren en casa.
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“¿Cuándo se considerará que nuestros maridos han cumplido con su deber militar?” pregunta María. “¿Cuando los traigan de regreso sin brazos ni piernas? ¿Cuando no puedan hacer nada porque son sólo vegetales? ¿O tenemos que esperar a que los envíen de regreso en ataúdes de zinc?”.
Las mujeres se conocieron a través de las redes sociales y formaron un grupo llamado “El camino a casa”.
Tienen opiniones diferentes sobre la guerra. Algunas afirman que la apoyan. Otras se muestran escépticas ante la “operación militar especial” del Kremlin.
Lo que parece unirlas es la creencia de que los hombres movilizados ya hicieron su parte justa en la lucha y deberían regresar a casa con sus familias.
Es una opinión que las autoridades no comparten.
En Rusia, la crítica pública de cualquier cosa relacionada con la guerra conlleva un riesgo.
La mayoría de las oradoras eligen sus palabras con mucho cuidado. Saben que actualmente en Rusia existe una serie de leyes para castigar la disidencia. Sin embargo, su frustración es palpable.
“Al principio confiábamos en nuestro gobierno”, dice Antonina. “¿Pero deberíamos confiar en ellos ahora? No confío en nadie”.
Las mujeres del grupo están aquí para compartir sus historias con el concejal local, Boris Nadezhdin. Desde el principio él se mostró crítico con la “operación militar especial”.
Curiosamente, Nadezhdin es uno de los pocos críticos del gobierno a quien se le ha permitido aparecer en la televisión nacional desde la invasión rusa a gran escala de Ucrania.
Es un invitado ocasional en programas de entrevistas de televisión.
En este momento, el político está tratando de aparecer en las papeletas de las elecciones presidenciales. Sostiene que la guerra ha dañado la popularidad interna de Vladimir Putin.
“Putin era muy popular en Rusia porque después de los años 1990 trajo estabilidad y seguridad”, me dice Nadezhdin.
“La estabilidad y la seguridad fueron las principales razones para apoyar a Putin. Ahora cada vez más personas han comprendido que la estabilidad y la seguridad se han acabado”.
Las mujeres rusas que hacen campaña por el regreso de sus maridos, hijos o hermanos movilizados han recibido críticas de diferentes sectores.
Los partidarios del Kremlin retratan a las mujeres como títeres occidentales.
En una entrevista reciente con el sitio de noticias Fontanka, el parlamentario ruso Andrei Kartapolov, quien dirige el comité de Defensa de la Duma rusa, afirmó que el llamado a la desmovilización es obra de “los enemigos [de Rusia]”.
Parecía sugerir que el ejército ucraniano o la CIA estaban detrás de esto.
Kartapolov también invocó la Segunda Guerra Mundial.
“¿Te imaginas una delegación de esposas que llega al Kremlin en el otoño de 1942 y le dice a Stalin: 'Deja que esos hombres que fueron llamados a filas en 1941 se vayan a casa. Ya llevan un año luchando'? A nadie se le habría ocurrido jamás hacer eso”.
Maria Andreeva, cuyo marido y primo fueron reclutados y enviados a Ucrania, considera insultantes los comentarios de Kartapolov.
“Se atreve a comparar la operación militar especial con la Segunda Guerra Mundial”, me dice María.
“En aquel entonces, el objetivo de Rusia era la supervivencia. Habíamos sido atacados. Hubo una movilización total y la ley marcial. Es todo lo contrario de lo que está sucediendo ahora”.
María dice que no sólo está haciendo campaña para recuperar a sus familiares. Quiere evitar que más rusos sean llamados a filas y enviados al frente.
“No queremos una segunda ola de movilización”, afirma. “Estamos en contra de que se utilice a civiles en un conflicto militar. Y queremos que todos los ciudadanos rusos comprendan que esto también podría afectarles a ellos”.
“Algunas personas actúan como avestruces. Meten la cabeza en la arena y tratan de no pensar en lo que está pasando. Puedo entenderlos. Es difícil aceptar que, en tu país, el Estado no te necesita para ser feliz. Simplemente te trata como material biológico. Pero si la gente quiere sobrevivir, tarde o temprano tendrá que reconocerlo y decir que no está de acuerdo”, añade María.
¿Qué posibilidades hay de una “segunda ola” de movilización en Rusia? En diciembre pasado, el presidente Putin pareció descartarlo... por ahora.
En directo en la televisión rusa, el líder del Kremlin afirmó que en 2023 las autoridades rusas habían conseguido reclutar casi medio millón de voluntarios para luchar en Ucrania.
“¿Por qué necesitamos la movilización? Tal como están las cosas, no es necesaria”, concluyó el líder del Kremlin.
Por supuesto, “tal como están las cosas” no significa “nunca va a suceder”. Las situaciones pueden cambiar.
Por ejemplo, en marzo de 2022, el presidente Putin declaró: “Los soldados reclutados no participan ni participarán en los combates. Tampoco habrá una convocatoria adicional de reservistas. Sólo participan soldados profesionales”.
Seis meses después se anunció una “movilización parcial”.
Para crear conciencia, María y otras esposas de reservistas movilizados han iniciado una nueva tradición.
Todos los sábados se ponen pañuelos blancos en la cabeza y viajan al centro de Moscú. Cerca de las murallas del Kremlin depositan flores en la Tumba del Soldado Desconocido. Los claveles rojos son colocados por la Llama Eterna. Es su forma de protesta pacífica.
En su canal de Telegram, “El camino a casa” explica que estas flores son para honrar “las vidas de los seres queridos. Para honrar la memoria de los muertos en todas las guerras. Para honrar la memoria de nuestros muchachos”.
El grupo también cree que depositar flores es una forma de decir “nunca más”.
¿Pero qué tan consciente es la sociedad rusa? ¿Cuánto interés hay por parte del público en lo que dicen las familias de los reservistas movilizados?
Antonina dice que desde que reclutaron a su pareja, no ha sentido mucho apoyo de quienes la rodean. Cuando recibió sus papeles de convocatoria en octubre de 2022, él le pidió a sus amigos que estuvieran atentos a Antonina.
“Me invitaron a celebrar el Año Nuevo con ellos hace un año”, dice. “Pero toda la noche me dijeron que mi marido estaba totalmente loco por haber ido allí [a Ucrania]”.
Antonina afirma que, a pesar de que le diagnosticaron úlcera de estómago, su pareja fue enviada a una unidad de asalto en Ucrania. Dice que él la llamó por teléfono el 4 de diciembre.
“Estaba llorando. Estaba asustado. Sonaba como si estuviera diciendo adiós”.
Ella dice que volvió a llamar el 13 de diciembre. Esa fue la última vez que supo de él. Agrega que después le dijeron que su compañero resultó herido en combate.
“Hay algunas personas que quieren luchar. Se ofrecen como voluntarias y firman contratos”, dice Antonina. “Déjenlos pelear. Pero envíennos de regreso a nuestros maridos que no quieren estar allí. Cumplieron con su deber con la patria. Envíenlos a casa”.
“Solía tener un enorme respeto por Vladimir Putin. Ahora soy más neutral. Todavía me cuesta creer que él sepa que este tipo de cosas están sucediendo. Pero si realmente nos ve como traidoras y parias por querer que nuestros maridos regresen, no entiendo por qué tiene esta actitud hacia los ciudadanos que alguna vez votaron por él”, concluye.
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