“Yo soy Giorgia. Soy una mujer, soy una madre, soy italiana, soy cristiana”. En una frase, Giorgia Meloni presentó su ideario personal y político. Era el 2019, y el mitin de campaña se hizo viral. Todos empezaban a hablar de la “heredera de Mussolini”, la política que no renegaba del legado del dictador italiano. Pero Meloni acaso no era eso. Los que le prestaron atención la empezaron a ver como la alternativa para salir del círculo vicioso de los políticos corruptos, aquella que decía en voz alta lo que muchos no se atrevían.
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Para entonces, Meloni no era una improvisada en política. De hecho, había sido vicepresidenta de la Cámara de Diputados y ministra de Juventud durante uno de los tantos gobiernos de Silvio Berlusconi.
Sin embargo, su figura empezó a hacerse relevante en medio del auge de una derecha más conservadora en Europa. Era llamada la ‘Le Pen’ italiana, por su populismo, su islamofobia, sus críticas a la inmigración, al ‘globalismo’ y al excesivo control de la Unión Europea.
Su partido, Hermanos de Italia, se fundó en el 2012 y tiene sus raíces en el Movimiento Social Italiano (MSI), grupo al que entró cuando apenas tenía 15 años, y que fue una de las organizaciones que se reciclaron después de la Segunda Guerra Mundial, pero que seguían manteniendo como norte el lema de ‘Il Duce’: “Dios, patria y familia”.
Meloni llegó finalmente al gobierno en octubre del 2022, y como en aquel mitin del 2019, ha reivindicado en estos años su condición de mujer, de madre –renegando de las políticas de género y lo que llama el ‘lobby LGBTQ’– y de su identidad italiana, con el nacionalismo como bandera. Y también de cristiana, en un país mayoritariamente católico frente al avance de la inmigración musulmana.
Cambio estratégico
En sus meses en el poder, Giorgia Meloni se ha dado cuenta de que para ganar protagonismo –y no terminar siendo expectorada por el complejo sistema político italiano– no le sirve estar solo a la derecha de la derecha. Y ser anfitriona de la reciente cumbre del G7 –las siete economías y democracias más industrializadas del mundo– le sirvió de excelente tribuna.
Así, la italiana sacó lustre a su identificación con la Unión Europea, dejando de lado su anterior escepticismo y las críticas acérrimas que tuvo años atrás, plegándose a la OTAN y al apoyo de Ucrania; mostrando su distancia con China y logrando que la palabra ‘aborto’ quedara fuera de la declaración final.
“La gente ha entendido que en esta época la única manera de rebelarse es preservar lo que somos, la única manera de rebelarse es ser conservadores”.
“Desde que llegó al Gobierno, ella ha trabajado bien su perfil internacional. Pero no es que Meloni se haya moderado, sino que ha demostrado ser pragmática”, comenta a El Comercio Steven Forti, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona. “No ha moderado su propuesta, ni su discurso ni el programa de su partido, porque sigue manteniendo políticas identitarias, pero ha entendido que para su supervivencia política y tener más peso en Europa no tiene que cruzar dos líneas rojas: el atlantismo, es decir, defender la pertenencia de Italia a la OTAN y el envío de armas a Ucrania, como lo ha hecho; y no tirar demasiado las cuerdas con Bruselas”.
Por eso, Meloni ha mostrado buenas relaciones con Biden, pese a que es demócrata, y con Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, quien es una conservadora moderada.
Desde que llegó al gobierno en octubre del 2022, Meloni mostró su buena conexión con el primer ministro británico, con quienes comparten su postura contra la inmigración ilegal. Sin embargo, su permanencia en el cargo estaría cerca de terminar pues Sunak se enfrentará pronto a unas elecciones que, se prevé, ganarán los laboristas.
La mirada fulminante que Meloni le lanzó a su homólogo francés en la cena de gala del G7 lo dijo todo. Antes de la firma del documento final, la delegación francesa había presionado para hacer mención explícita al apoyo del aborto, algo a lo que se opone la lideresa italiana. Macron no dudó en criticar la postura de Italia, lo que no fue del agrado de Meloni.
Aunque podrían estar en las antípodas en temas como la migración, el jefe de la Iglesia Católica ha mostrado buena sintonía con Meloni, una ferviente católica. Ambos han mostrado su preocupación por la baja natalidad en el país y no han transado en sus posturas contra el aborto y la defensa de la familia tradicional.
El presidente argentino fue uno de los invitados especiales de Meloni a la cumbre del G7. Ambos mostraron públicamente mucha química y no dudaron en intercambiar risas ante los periodistas. De hecho, Meloni italianizó el lema del libertario escribiendo en su cuenta de X: “Viva la libertà!”.
De la misma manera, Meloni le quiso impregnar otra mirada al G7 al invitar a líderes de las economías emergentes, para mostrar la necesidad del multilateralismo. Así, a la cita también asistieron Narendra Modi, de la India; el presidente argentino, Javier Milei, y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, además de varios jefes de Estado africanos. Y como cereza en la torta, el papa Francisco, quien se convirtió en el primer pontífice en asistir a la cumbre.
“La presencia del Papa fue fundamental y simbólica. Al invitarlo, Meloni ha refrendado el valor del catolicismo y el cristianismo en Italia, e incluso en la Unión Europea, como una cuestión de identidad frente al avance del islamismo por la inmigración”, comenta a este Diario el analista Arturo Ponce Urquiza, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Anahuac.
La nueva derecha europea
Para algunos, la italiana se configura a llenar el vacío que dejó la alemana Angela Merkel, quien fue la indiscutible lideresa europea hasta su salida del gobierno. El francés Emmanuel Macron quiso ocupar el espacio, pero no lo ha conseguido.
Forti no comparte esa opinión: “No creo que Meloni pueda llenar ese vacío. Si sabe jugar bien sus cartas, y tiene el apoyo del Partido Popular Europeo, podría jugar un papel importante, pero aún no se perfila ese momento. Tiene mucho camino por recorrer si quiere tener un liderazgo fuerte dentro de la UE. Aunque Macron y Scholz están debilitados, Alemania y Francia siguen siendo fundamentales. Italia es un país mediano y muy endeudado, con una economía estancada y pocos fondos para grandes proyectos”.
Lo que sí buscaría la primera ministra es empoderar a la derecha europea y unificarla en torno a sus puntos en común, como el combate a la inmigración, que es una de las preocupaciones trascendentales de los europeos. Entre tanto, debe seguir ordenando la casa italiana si quiere sacarse la etiqueta de política radical y resaltar de verdad fuera de sus fronteras.
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