El rey Carlos III ofreció el siguiente discurso a la nación y a la Mancomunidad de Naciones, que ofrecemos aquí íntegro:
“Me dirijo hoy a ustedes con sentimientos de profunda tristeza. A lo largo de su vida, su Majestad la reina, mi amada madre, fue una inspiración y un ejemplo para mí y mi familia, y tenemos una sentida deuda con ella, la mayor que una familia podría llegar a tener; por su amor, cariño, guía y ejemplo.
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La reina Isabel II fue una vida bien vivida; una promesa con el destino cumplida y lamentamos profundamente su pérdida.
Esa promesa de servicio de por vida la renuevo yo hoy con todos ustedes.
Junto al duelo personal que siente toda mi familia, también compartimos con tantos de ustedes en Reino Unido, en todos los países en los que la reina fue jefa de Estado, en la Mancomunidad de Naciones y alrededor del mundo, un profundo agradecimiento por más de 70 años en los que mi madre, como reina, sirvió a los pueblos de tantos países.
En 1947, en su vigésimo primer cumpleaños, prometió en un discurso desde Ciudad El Cabo para la Mancomunidad de Naciones dedicar su vida, fuera corta o larga, al servicio de sus pueblos.
Eso fue más que una promesa: fue un profundo compromiso personal que definió su vida entera.
Hizo sacrificios por sus tareas. Su dedicación y devoción como soberana nunca vacilaron a través de momentos de cambio y de progreso, a través de momentos de alegría y celebración y a través de momentos de tristeza y pérdida.
En su vida de servicio vimos ese amor por la tradición junto a ese compromiso sin temor por el progreso que nos hace grandes como naciones.
El cariño, la admiración y el respeto que inspiró se convirtieron en el sello de su reinado. Y como todos los miembros de la familia real pueden atestiguar, combinó esas cualidades con calidez, humor y una certera capacidad de ver lo mejor en la gente.
Rindo tributo a la memoria de mi madre y honro su vida de servicio. Sé que su muerte provoca una gran tristeza a muchos de ustedes y comparto esa sensación de pérdida sin medida con todos ustedes.
Cuando la reina llegó al trono, Reino Unido y el mundo aún estaban enfrentando las privaciones y los efectos de la Segunda Guerra Mundial y todavía vivíamos las convenciones de tiempos pasados.
En el curso de los últimos 70 años, hemos visto a nuestra sociedad convertirse en una con muchas culturas y creencias.
A su vez, las instituciones del Estado cambiaron. Pero, a través de los cambios y los desafíos, nuestra nación y la gran familia de reinos -de cuyos talentos, tradiciones y logros estoy tan inefablemente orgulloso- han prosperado y florecido. Nuestros valores han permanecido, y seguirán permaneciendo, constantes.
El rol y los deberes de la monarquía también se mantendrán, así como la particular relación del soberano y la responsabilidad hacia la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia en la que está profundamente arraigada mi propia fe.
En esa creencia, y los valores que inspira, he crecido para apreciar el sentido del deber a otros, y guardar el mayor respeto por las preciadas tradiciones, libertades y por responsabilidad de nuestra historia y nuestro sistema de gobierno parlamentario.
Como hizo la propia reina con esa devoción inquebrantable, yo también me comprometo solemnemente, en el tiempo restante que Dios me conceda, a mantener los principios constitucionales que están en el centro de nuestra nación.
Y vivan donde vivan en el Reino Unido, en los reinos y territorios alrededor del mundo, y sean cuales sean sus creencias u orígenes, procuraré servirles con lealtad, respeto y amor, como he hecho a lo largo de mi vida.
Mi vida por supuesto cambiará a medida que asumo mis nuevas responsabilidades. Ya no me será posible dedicar tanto tiempo ni energía a las organizaciones benéficas y asuntos que me preocupan profundamente. Pero sé que ese importante trabajo continuará en las confiables manos de otros.
Este también es un momento de cambio para mi familia. Cuento con la estimable ayuda de mi querida esposa, Camila. En reconocimiento a su leal servicio desde nuestro matrimonio hace 17 años ahora se convierte en reina consorte. Se qué aportará a las demandas de su nuevo rol la continua devoción al deber en la que yo tanto he confiado.
Como heredero mío, William asume ahora los títulos escoceses que tanto han significado para mí. Me sucede como duque de Cornualles y asume las responsabilidades del Ducado de Cornualles que yo he cumplido durante más de cinco décadas.
Hoy estoy orgulloso de convertirle en príncipe de Gales, Tywysog Cymru, el país cuyo título he tenido el gran privilegio de llevar durante gran parte de mi vida y mi trabajo.
Con Catherine a su lado, sé que nuestros nuevos príncipe y princesa de Gales continuarán inspirando y liderando nuestras conversaciones como país, ayudando a que lo marginal pase a estar en un puesto central, donde se le pueda prestar ayuda vital.
También quiero expresar mi amor por Harry y Meghan mientras continúan construyendo sus vidas en el extranjero.
En poco más de una semana nos reuniremos como nación, como Mancomunidad de Naciones y comunidad global, para dar sepultura a mi amada madre. En nuestor dolor, recordemos y saquemos fuerza de la luz de su ejemplo. De parte de toda mi familia, solo puedo ofrecer mi más profundo y sincero agradecimiento por sus condolencias y apoyo. Significan mucho más para mí de lo que jamás podría expresar.
Y a mi amada mamá, en el momento en que empiezas tu último gran viaje para acompañar a mi querido papá fallecido, simplemente quiero decir: gracias. Gracias por tu amor y tu devoción con nuestra familia y la familia de las naciones que serviste de forma tan diligente todos estos años.
Que los ángeles y sus cantos te acompanen a tu eterno descanso.
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