Al príncipe Felipe (1921-2021) hay que tomarlo en la medida justa. Como el mortal que fue, estuvo lleno de contradicciones, de comentarios mordaces y desatinos, infidelidades y, al mismo tiempo, lealtad a la corona inglesa.
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“Fue el menor de cinco hijos. De niño pasó muchas penurias: su madre fue internada en un hospital psiquiátrico y su padre lo abandonó. Luego fue auxiliado por sus familiares, quienes le daban dinero, ropa. Fue un niño pobre”.
Así lo describe el historiador y especialista en la realeza Arnaldo Mera Ávalos, quien recuerda que al príncipe de Dinamarca y Grecia Felipe le tocó vivir épocas turbulentas, tiempos en los que las casas reales eran golpeadas.
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De hecho, Mera anota que Felipe fue el pariente vivo más cercano de las hijas del zar Nicolás II, quienes fueron fusiladas en 1918. “Él prestó su ADN para resolver el misterio de unos huesos hallados en las afueras de una mina de carbón, lugar en donde ahora se sabe que fue enterrada la familia real rusa”, agrega.
La vida en la casa real inglesa tampoco fue un sueño, en tanto tuvo que desprenderse de varias cosas, como, por ejemplo, los títulos nobiliarios con los que nació.
“Para casarse, lo obligaron a hacerse ciudadano británico, por lo que perdió sus títulos de príncipe de Dinamarca y Grecia, y se quedó solo con su apellido Mountbatten”, explica el historiador.
Quizás esas experiencias, cuenta Mera, hicieron que desarrollara una personalidad “difícil” que causó “algunos inconvenientes a la familia real”.
Al respecto, el diario “The Telegraph” recogió una serie de eventos en los que el príncipe demostró su poco tino y carácter peculiar.
En una ocasión, un biógrafo de la reina Isabel II le preguntó cómo creía que era percibido. “No lo sé. Como un esposo refugiado, supongo”, respondió. Y agregó: “No soy más que una maldita ameba. Soy el único hombre en el país al que no se le permite dar su nombre a sus hijos”.
Tal vez en respuesta a esas palabras, la monarca permitió que sus hijos se apellidaran Mountbatten-Windsor.
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“Ella lo amó por encima de todo. Te doy otro ejemplo: cuando se casaron, se prohibió que las hermanas de Felipe asistieran a la boda porque estaban casadas con príncipes alemanes con vínculos al nazismo. Pero en el desfile de coronación, aparecieron detrás de la reina”, anota Mera.
En una visita a Ghana, le comentaron que el Parlamento estaba compuesto por 200 miembros. Él respondió: “Ese es el número correcto. Nosotros tenemos 650 y la mayoría de ellos son una maldita pérdida de tiempo”.
La agencia AFP también destaca que “su naturaleza abierta frecuentemente lo metió en problemas”, y recuerda otro incidente. En el 2002, durante un viaje a Australia, Felipe preguntó a un líder aborigen si se seguían tirando lanzas. El rostro feliz de su interlocutor cambió por completo.
ESPOSO, PADRE Y PRINCIPE CONSORTE
“The Telegraph” recuerda que, durante una entrevista a la BBC por sus 90 años, le preguntaron a Felipe por los logros que lo hacían sentir más orgulloso. “No, eso es preguntar mucho”, respondió.
El periodista intentó obtener una respuesta y le consultó por algún éxito. “A quién le importa lo que piense al respecto. Es ridículo”, contestó.
La anécdota invita a pensar si se trataba de un hombre resentido, celoso de su esposa la reina, y de tener que estar siempre relegado a un segundo plano.
Para Mera, hay tres puntos a tener en cuenta. El primero es que la idea de convertirse en monarca estaba descartada desde el inicio. Por una ley medieval, solo los hijos del rey anterior pueden ocupar dicho sitio, por lo que, en caso de que la reina hubiera fallecido, Carlos III se hubiera convertido en el rey.
“En Inglaterra existe el título de príncipe consorte. Aun si Carlos hubiera heredado el trono siendo muy pequeño y bajo la regencia de Felipe, quizás su título hubiera variado a príncipe regente. Pero nunca rey”, explica.
Aun cuando Felipe sabía esto, ¿sería posible que le molestara? Mera hace referencia al segundo punto, el síndrome de los príncipes consortes, y recuerda a los de Holanda y Dinamarca, quienes padecieron enfermedades nerviosas, pero anota que este caso es distinto.
El príncipe de Inglaterra se supo acomodar a su situación. “Felipe cumplió a cabalidad su papel al lado de la reina”, sentencia.
Lo otro que apunta el especialista es que en la casa mandaba él. “Eso lo dicen los biógrafos de la reina. Ella era la soberana del país, pero él tomaba las decisiones sobre los hijos”.
Con eso en mente es imposible no pensar en Felipe como esposo y padre. El portal Infobae recuerda el testimonio de la nieta de Malena Nelson, “una mujer con una belleza de esas que dejan sin recursos”, quien afirmó que sí hubo un amorío entre ambos.
“Si alguien le insinuaba a Felipe que la fidelidad no era una de sus características, respondía: ‘¿Se han puesto a pensar que en los últimos 50 años nunca he podido salir de casa sin que me acompaña un policía?’, la respuesta sería creíble. Pero entonces el lector recuerda las escapadas de Carlos con Camila o las del rey de España con sus amantes”, se lee en el artículo.
CORTOCIRCUITO Y MANO DURA
De los temblores que sufrió su relación con la reina se recuerda la conversación que ambos tuvieron en Lisboa, en 1957.
“Nunca se llegaron a separar. Pero en esa ocasión se encontraron luego de no verse por mucho tiempo. Él regresaba de un viaje largo por la mancomunidad y ella estaba en una visita de Estado”, anota Mera.
Sobre la relación con sus hijos, el historiador evita calificarla como mala. Lo que sí afirma es que Felipe no tuvo un padre al lado y que, como buen oficial de la Marina, quiso imponer la mano dura.
“No lo estoy disculpando sino tratando de entenderlo. En esa época tenían deberes reales, como viajes a los países de la Commonwealth, por lo que la reina también estuvo alejada de sus dos primeros hijos”, dice.
Por lo que Mera sabe y ha leído, Felipe tuvo un papel relevante en su círculo más íntimo. Según él, por ejemplo, el príncipe apoyó a Diana cuando se hizo novia de su hijo Carlos.
“Podrá haber sido el príncipe consorte, pero era la piedra de la vida familiar”, explica.
¿Qué significa su muerte para la corona inglesa? Mera contesta: “Se está empezando a cerrar el capítulo de Isabel, al que le seguirá el breve reinado de Carlos III. Es el momento del cambio generacional”.
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