Este domingo se cierra el largo capítulo de la nueva Constitución para los chilenos. Aclamada como la solución a los problemas del país durante el estallido social del 2019, ahora solo la indiferencia y la apatía acompañan a los electores que deberán volver a las urnas para aprobar o rechazar la segunda propuesta de Carta Magna, luego que la primera fuera rechazada el año pasado de manera categórica por el 63% de la población.
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Aunque las cifras de encuestas -que en Chile también han ido perdiendo credibilidad- vienen señalando un triunfo del En Contra, la diferencia entre ambas opciones ha ido acortándose en las últimas semanas. No obstante, pocos esperan una sorpresa.
Lo que no es sorpresivo es el hartazgo que se ha apoderado de la población. La de hoy será la quinta elección vinculada al proceso constitucional y los chilenos sienten que en este camino transitado es poco lo que han conseguido, más aún si después de cuatro años de discusiones políticas terminan donde empezaron: con la misma Constitución de 1980 como el principal texto legal del país.
“El primer proceso -que abarcó entre el 2020 y 2022- sí tuvo mucho interés de la gente y eso uno lo palpaba incluso entre aquellos que antes no estaban interesados en política”, comenta a este Diario el politólogo chileno Christopher Martínez, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Concepción. Sin embargo, luego del rechazo tan contundente que tuvo el primer texto en setiembre del 2022, la gente cambió la esperanza por la desilusión. “Desde mayo del año pasado, cuando se tuvo que elegir a los nuevos consejeros para este segundo proceso, la percepción es que la gente ni siquiera estaba enojada, sino que no sabía nada del tema. Hubo una completa indiferencia” agrega.
En todo este proceso ya quedó claro que el cambio de Constitución no era la solución inmediata para los problemas que agobian a los chilenos, como la desigualdad, la falta de dinero y la criminalidad, pero por lo menos debía brindar el marco normativo para que ciertos asuntos estructurales permitieran cambios urgidos por la sociedad.
- De rechazarse esta segunda propuesta de Constitución, el gobierno de Gabriel Boric ya dijo que no convocará a un tercer proceso por lo que seguiría vigente la Carta Magna de 1980.
- Si se busca un nuevo proceso, será el Congreso quien deberá realizar una modificación constitucional para llevarlo a cabo.
- De ganar el A Favor, se promulgará la nueva Constitución. El texto será publicado en el Diario Oficial dentro de los diez días siguientes a su promulgación y entrará en vigor en dicha fecha.
Sin embargo, las expectativas se pusieron muy altas, mientras que el desempeño de la clase política fue muy baja. Sobre todo, porque han ido cambiando de bando según cómo viraba el color de las propuestas elaboradas. Así, la derecha que nunca quiso que se tocara la Constitución de Pinochet y avaló el Rechazo del primer texto, ahora hace campaña a favor del segundo proyecto.
Mientras que el presidente Gabriel Boric, que siempre abogó por el cambio de Constitución, está ahora en contra y, paradojas de la vida, prefiere que se mantenga el texto elaborado en dictadura.
“Después del plebiscito de entrada, en el 2020, muchos de los mensajes que se daban era de que se iba a refundar Chile, que habría más igualdad. Se colocaron muchas expectativas que no estaban acordes con lo que una Constitución representa, pero luego la gente vio que no se iba a ninguna parte”, analiza Martínez.
Un péndulo
El camino empezó en el 2020, cuando una abrumadora mayoría de chilenos -en plena pandemia y con sufragio voluntario- votó por cambiar la Constitución de 1980 promulgada por Augusto Pinochet, pese a que esta ya había pasado por 70 enmiendas, la más importante en el 2005 durante la presidencia del socialista Ricardo Lagos. Luego, se eligieron -también en las urnas- a los miembros de la Convención Constitucional que se encargaría de elaborar el texto.
Y acá empezó el nudo. Los convencionales, en su mayoría de izquierda, se entramparon tanto en la elaboración de los artículos que terminaron produciendo un texto que ni siquiera tuvo el aval de la propia centro izquierda chilena. Para ellos se trataba de una Constitución progresista, moderna y de avanzada, pero para los chilenos de a pie fue demasiado. Considerar a Chile un estado plurinacional, permitir el aborto, eliminar el Senado y aprobar la instauración de una justicia paralela para los pueblos originarios fueron los artículos más polémicos y dieron el batacazo para que la población rechazara el texto por abrumadora mayoría.
Así, en setiembre del 2022, y con voto obligatorio, los chilenos le dijeron No a la propuesta de Constitución elaborada por la izquierda. De inmediato, se inició el segundo proceso y en mayo de este año se volvieron a elegir a los nuevos miembros que redactarían el nuevo texto (esta vez bajo una modalidad mixta, pero que dejó al ahora Consejo Constitucional con 50 miembros, la mayoría de derecha).
85 millones de dólares ha sido el costo promedio de los dos procesos constitucionales iniciados en el 2020.
46% votaría En Contra de la nueva Constitución, según la última encuesta de Cadem, mientras que 38% lo haría A Favor.
El proyecto presentado -el que hoy será sometido a las urnas- cae en el mismo error de ser dogmático y jalado hacia uno de los polos ideológicos, y ha sido utilizado más como un programa de gobierno que un texto marco que regirá las leyes.
Si bien ahora se considera a Chile un Estado social y democrático de derecho, la nomenclatura no ha sido suficiente para la izquierda, pues se sigue priorizando al sector financiero y no hay mayores avances con respecto a un acceso más igualitario a la salud y la educación.
“Una gran lección que nos dejó el primer proceso fue la necesidad de encontrar espacios de convergencia, pero lo que se hizo fue extremar posiciones y llevarnos a una Constitución excluyente, muy maximalista y que muestra el poco aprendizaje de las élites políticas”, comenta a CNN Chile la académica Claudia Heiss, jefa de la carrea de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile.
La paradoja
Este proceso no solo ha sido complejo y extenuante, sino sobre todo muy confuso. Ya dijimos que el gobierno de Boric va a terminar celebrando el triunfo del En Contra, con lo cual respirará aliviado si se mantiene la constitución pinochetista, algo a lo que siempre se opuso.
De la misma manera, la derecha de José Antonio Kast y sus aliados, han llevado la batuta en este segundo proceso y una victoria los pondría a tiro de gol hacia la próxima campaña electoral. De perder, sin embargo, quedarían expuestas aún más sus divisiones. De hecho, el ala más de derecha de Republicanos ha decidido votar En Contra e incluso abandonar la agrupación.
“El grupo que ha elaborado este nuevo texto está tratando de hacer que esto sea un plebiscito en torno al desempeño o la valoración del gobierno”, advierte Martínez. Por eso, la aprobación o rechazo de la nueva Constitución es, sobre todo, un partido donde está en juego el equilibrio de poderes entre los grupos políticos de derecha e izquierda.
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