La historia del narcotráfico colombiano se ha hecho famosa en el mundo entero gracias a las series y libros sobre los excéntricos y sanguinarios capos de los cárteles de cocaína que comandaron el negocio en los 80.
Pero antes de ese famoso episodio, en el extremo norte de Colombia hubo boom del narcotráfico que se prolongó entre mediados de los años 60 y mediados de los 80 y transformó a toda una región.
MIRA: Los desgarradores testimonios de los voluntarios que recogen los cuerpos de los migrantes muertos en el desierto de Sonora
A este periodo se lo conoce como el de“la bonanza marimbera”, por el tipo de droga con el que se traficacaba: la marihuana. Su nombre viene de marimba, como se le llamaba entonces al cannabis en esta región.
“El negocio de la marihuana y el de cocaína en Colombia se desarrollan más o menos de forma paralela. Pero es la marihuana la primera que produce toda una economía regional”, explica Lina Britto, profesora de la Universidad de Northwestern, en EE.UU., y autora del libro “El boom de la marihuana”.
Historiadores como ella consideran que la marihuana es la mercancía con la que Colombia pasa de ser un país cafetero a ser un país de narcóticos, con un rol central en el mercado de las drogas estadounidense.
La bonanza marimbera fue el capítulo inicial de la larga historia de narcotráfico en el país, que ha dejado miles de muertos y que ha hendido sus tentáculos en la economía, la política y la cultura nacional.
El epicentro de esta historia fue la Sierra Nevada de Santa Marta, un sistema montañoso que alcanza los 5.000 metros de altura a apenas 23 kilómetros de la costa Caribe.
La desértica península de La Guajira servía como plataforma de exportación de la marihuana.
Antes de la bonanza marimbera, la actividad económica de la región se desarrollaba principalmente alrededor de la empresa bananera norteamericana United Fruit Company.
Hasta los 60, Bogotá y Santa Marta, la capital y ciudad más importante de la región, no estaban conectadas por tren, que era en esa época el eje de la vida económica y del comercio del país.
La economía de la marihuana fue, en parte, la que aceleró la modernización de esta región, en la que la mayor parte de los sectores sociales se articularon alrededor del tráfico de esta droga, según explica Britto.
Los cachacos, como se llamaba a los migrantes que habían llegado del centro del país, algunos huyendo de la violencia bipartidista entre liberales y conservadores de los años 50, se encargaban de cultivar y cosechar la marihuana.
Los jóvenes locales, de Magdalena y La Guajira, eran los intermediarios que llevaban a lomo de mula la mercancía desde las faldas de las montañas hasta los puertos y las pistas de aterrizaje.
Y los exportadores, muchos miembros de las élites locales políticas y económicas, eran los que tenían contacto directo con los compradores estadounidenses.
“Tenían la conexión precisamente por su posición de clase, porque habían estudiado en Estados Unidos o por sus negocios de contrabando”, explica Britto.
Las alianzas más exitosas eran en las que un exportador colombiano y un comprador estadounidense tejían una relación de confianza y lealtad.
La mayoría de los habitantes de la región se vieron impactados por la bonanza marimbera, tanto por la abundancia que trajo como por la violencia que después desató.
“No era algo marginal ni oculto, sino que todos estaban involucrados. La economía de las drogas ilícitas en Colombia se termina convirtiendo en el dínamo, en el vórtice de la vida económica de una región. Eso fue lo que pasó con la marihuana”, dice Britto.
La historia de la bonanza marimbera le pertenece también a Estados Unidos.
Los compradores norteamericanos iban hasta Colombia a recoger la mercancía y se encargaban de introducirla en Estados Unidos, a diferencia del tráfico de la cocaína, en el que los cárteles colombianos controlaban toda la cadena de distribución.
En esta época, la marihuana en Estados Unidos se había convertido en un símbolo de la resistencia, de la disidencia política frente a la guerra de Vietnam. La generación del baby boom (nacida en la posguerra), que había crecido con el mito del sueño americano, se atrevía a cuestionarlo.
Colombia fue el principal proveedor de marihuana para esa contracultura.
Del lado colombiano, “la juventud ya no era una juventud campesina que estaba contenta viviendo en el campo, sino que quería urbanizarse y conseguir ascenso social”, dice la autora de “El boom de la marihuana”.
“La marihuana les da una salida, una opción”.
La atención de los gobiernos de Washington y Bogotá sobre lo que pasaba en la Sierra Nevada y La Guajira llegó tardíamente.
No fue sino hasta mediados de los 70, cuando la bonanza marimbera llegó a su clímax, que los dos gobiernos se coordinaron para abordar el problema. Y lo hicieron desatando toda su fuerza represiva.
Era la época en la que Nixon había declarado la guerra contra las drogas y nombrado el consumo de drogas como el enemigo público número uno de Estados Unidos.
La estrategia que logró marchitar el negocio consistió en militarizar la región y criminalizar todas las actividades relacionadas con la marihuana y a todos los que participaban en ellas.
Por ejemplo, la Operación Fulminante de 1978, puesta en marcha por el entonces presidente de Colombia Julio César Turbay, consistió en una guerra abierta contra los marimberos en la que participaron 10.000 soldados.
El resultado fue que el negocio se volvió mucho más violento, porque las redes marimberas respondieron a la violencia estatal. Poco a poco, los exportadores se fueron retirando del negocio.
Varios traficantes estadounidenses desaparecieron antes de volver a su país, porque fueron asesinados o capturados. Miles de miles de familias que dependían de la marihuana se fueron quedando sin su sustento.
Con la represión, también se produjo un quiebre en la imagen de los marimberos y de la marihuana en la región.
Al principio, “en la región Caribe, el discurso satanizante de la marihuana no estaba tan arraigado. Se consideraba una rama más del contrabando”, dice Britto.
De hecho, ser marimbero era una actividad con gran legitimidad social, según la historiadora.
Pero desde que comenzaron a ser perseguidos y declarados enemigos públicos del Estado, dejaron de ser vistos como hombres de éxito.
A esto se suma que los grandes medios colombianos y estadounidenses comenzaron a reportar lo que estaba pasando desde el discurso oficial antidrogas.
“Reducen la bonanza marimbera a un asunto étnico y de violencia indígena. Y se pierden por completo que los pioneros del negocio fueron los criollos (mestizos) y no los indígenas”, cuenta Britto.
Eso sí, no siempre las iniciativas del gobierno para acabar con la producción de marihuana funcionaron.
Las fumigaciones con un potente herbicida llamado Paraquat, que fueron autorizadas por el gobierno colombiano, no se pudieron mantener porque eran demasiado controversiales y poco eficientes.
Consumidores y activistas en Estados Unidos denunciaron que la marihuana fumigada con el químico seguía llegando al mercado estadounidense y causaba a sus consumidores problemas respiratorios.
Gracias a la bonanza marimbera, muchos de los involucrados, en todos los eslabones de la cadena, lograron grandes cantidades de dinero.
Fue dinero que terminó en joyas, ropa de diseñadores, licores y fiestas.
Incluso, se usó para patrocinar a conjuntos de música vallenata. “Mucho del surgimiento del vallenato moderno como lo conocemos es producto de la bonanza marimbera”, cuenta Britto.
“También es secreto a voces que el sector turístico de Santa Marta está relacionado con el flujo de dinero que hubo en la época por cuenta del mercado de la marihuana”, agrega.
Para mediados de los 80, las plantaciones de marihuana de la costa norte de Colombia habían perdido importancia por el auge de cultivos caseros en Estados Unidos, la represión de las autoridades y el auge de la cocaína.
El de la cocaína era un mercado diferente, mucho más cerrado que el de la marihuana, en el que unos pocos capos (la mayoría de los cuales venían de otros negocios criminales) acumulaban poder.
Lo que sí heredó la cocaína de la bonanza marimbera fue la persecución coordinada entre Colombia y Estados Unidos.
La violencia de los cárteles contra el Estado en represalia por esa persecución dejó también miles de víctimas.
Mientras tanto, la Sierra Nevada, el centro de la bonanza marimbera, ha seguido siendo protagonista de esa larga historia del narcotráfico en Colombia.
En 2005, llegó a tener 1.262 hectáreas de coca cultivadas. Para 2016, esa planta casi había desaparecido gracias a los esfuerzos por sustituirla por el cacao.
Pero en la región se ha seguido cultivando marihuana, aunque mucha menos que durante la bonanza.
Hoy, es uno de los centros del cultivo de marihuana legal (para usos medicinales) en Colombia y el hábitat de la Santa Marta Golden, una variedad de marihuana nativa muy valorada por sus propiedades terapéuticas.
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
- Maduro dice que Venezuela saldrá “más fuerte” del referendo sobre la disputa con Guyana por el Esequibo
- Referendo sobre el Esequibo en Venezuela EN VIVO, última hora de Guyana, las 5 preguntas y los resultados
- Qué hay detrás del enfrentamiento entre el Papa y los jerarcas ultraconservadores en EE.UU. hostiles a sus reformas
- La aldea perdida donde las mujeres se juegan la vida en las montañas y los hombres se quedan en casa cultivando
- Bombardeos de Israel matan a más de 700 palestinos en Gaza en 24 horas, según Hamás
Contenido Sugerido
Contenido GEC