No hay recurso más vital para el ser humano que el agua. Sin embargo, hoy el acceso a este preciado bien es muy poco equitativo.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), hoy un cuarto de la humanidad no tiene acceso a una fuente segura de agua.
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Se trata de la población más pobre del mundo. Y es que, en reglas generales, el acceso al agua está determinado por la capacidad económica.
Cuanto más rico es un país, más amplia es su red de cobertura. Y, en los países en desarrollo o subdesarrollados, las poblaciones más acaudaladas tienen más disponibilidad de agua que las más pobres, y las urbanas más que las rurales.
Pero no en todos lados ocurre esto. Hay un país en particular que es considerado un ejemplo de que no hace falta ser rico para poder brindarle agua a toda la población por igual.
En esta nota te explicamos cómo Paraguay, un pequeño país mediterráneo anclado entre Brasil, Argentina y Bolivia, logró garantizar el acceso universal al agua de su población, con una distribución más equitativa que la de los países más acaudalados de la región.
Parte del problema con el acceso al agua tiene que ver con que es un bien escaso.
Si bien nuestro planeta contiene más agua que tierra, más del 97% es agua salada, no apta para el consumo humano o el riego.
Y de ese 3% de agua dulce, dos terceras partes está congelada, ya sea en glaciares o hielos.
Esto significa que los casi 8 mil millones de habitantes del planeta dependemos, ya sea de las poquísimas fuentes de agua superficial no salada (lagos, pantanos y ríos, que representan menos del 1% del total de agua dulce) o del agua subterránea, que es nuestra principal fuente.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “el agua subterránea proporciona la mitad de toda el agua utilizada por los hogares de todo el mundo, una cuarta parte de toda el agua utilizada para la agricultura de riego y un tercio del suministro de agua requerido para la industria”.
Pero para aprovechar ese recurso debajo de la tierra -en los lugares donde existe- se requiere equipo e inversión, y para llevarla hasta los hogares hay que construir una red de distribución.
Es por esto que el factor humano es clave para explicar las inequidades que existen en el acceso al agua.
“La crisis mundial del agua hoy es principalmente una cuestión de gobernanza más que de disponibilidad del recurso”, aseguró recientemente el director regional para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Luis Felipe López-Calva.
“El agua es un servicio básico y un derecho humano que los Estados deben garantizar por igual a todos los ciudadanos, sin importar en qué parte del territorio vivan o cuánto puedan pagar por el servicio”, señaló.
López-Calva denunció que “en América Latina y el Caribe, como en gran parte del mundo, el acceso al agua sigue siendo muy desigual”.
Pero resaltó que “estas desigualdades no son inevitables”, y como ejemplo citó a Paraguay.
La 15va economía de América Latina tiene una “cobertura casi universal de acceso al agua potable”, destacó.
Pero los méritos de Paraguay no terminan ahí, dijo. En comparación con otras naciones latinoamericanas que también garantizan un servicio básico a casi toda su población, como Chile, México y Uruguay, este país sudamericano se distingue por ser el que reparte agua de forma más ecuánime.
“En Paraguay hay menos de 2 puntos porcentuales de diferencia en el acceso al agua entre áreas rurales/urbanas o entre los grupos más ricos/pobres”, destacó el funcionario del PNUD.
Esto lo convierte en el país de la región con acceso más equitativo al agua.
Y no solo de la región. Paraguay también ha sido reconocido por la ONG Water Aid por ser uno de los países del mundo que más aumentó la distribución de agua a regiones rurales.
A comienzos de este siglo, cerca de la mitad de los habitantes de estas zonas tenían acceso a este preciado recurso, cifra que hoy se duplicó.
Una vocera de Water Aid dijo a BBC Mundo que, según las cifras más recientes compiladas en 2020 por el Programa de Monitoreo Conjunto de la OMS/UNICEF para el suministro de agua, el saneamiento e higiene (JMP, por sus siglas en inglés) el 99,6% de los paraguayos tienen al menos “un acceso básico” al agua.
Cómo lo lograron
La ingeniera Sara López, máxima responsable de garantizar el acceso al agua potable en el país, explicó que la clave del éxito fue una ley promulgada hace 50 años por el entonces gobierno de facto de Alfredo Stroessner.
La ley 369, de 1972, creó el organismo que hoy dirige López: el Servicio Nacional de Saneamiento Ambiental de Paraguay (Senasa).
Pero no se trata de la típica agencia gubernamental que se encarga de distribuir el agua.
Porque la misma ley implementó un nuevo modelo comunitario que descentralizó el manejo del agua, creando una nueva figura: las Juntas de Saneamiento, que reciben asistencia técnica y capacitación de parte del Senasa.
“Son organizaciones comunitarias constituidas por vecinos de cada localidad, y son quienes operan y mantienen los sistemas de agua”, dijo López a BBC Mundo.
La funcionaria estimó que en la actualidad en Paraguay operan unas 4.000 Juntas de Saneamiento, que van desde las más pequeñas, en los pueblos más chicos, hasta las más grandes, que se encargan de llevarle agua a hasta 50.000 habitantes.
También hay otras 1.000 Comisiones de Saneamiento, como se conoce a los grupos comunitarios que aún no han obtenido la personería jurídica que otorga el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, del que depende el Senasa.
Y es que otra particularidad de la ley de agua es que puso al organismo que se encarga de supervisar la distribución de este preciado recurso bajo la órbita de esa cartera, ya que, según López, el acceso a una fuente de agua segura es un tema de “salud preventiva”.
López explicó que las Juntas se conforman de apenas cinco personas: un presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y vocal, que se eligen a través de una Asamblea Constitutiva.
“Trabajan ad honorem, no perciben un salario o dieta y son reemplazados cada cinco años”, señaló.
Sin embargo, operan “como una empresa comercial, contratando a operarios, administradores, técnicos y plomeros” entre otros.
Estos profesionales sí reciben un sueldo, que se obtiene de las tarifas que se cobran por el agua.
“Hay una tarifa básica por un consumo básico mensual, que es de 12.000 a 15.000 litros al mes, y quien usa más paga más”, señaló la funcionaria.
En cuanto a los precios, “la primera tarifa se define con ayuda del Senasa, pero después cada Asamblea determina los precios”.
López comenta que “el agua es barata en Paraguay”, ya que se paga en promedio unos US$3 por 12.000 litros.
“Las Juntas de Saneamiento pueden operar los sistemas porque son sencillos”, explicó la funcionaria.
“Se perfora un pozo más o menos de 150 metros y el agua se impulsa por bombeo a un tanque elevado, desde donde se distribuye por gravedad. No necesita otro tipo de bombeo”, dice.
La perforación está a cargo del Senasa, que también suele aportar los tanques de agua.
“El sistema es sencillo de operar y mantener para gente que no está muy calificada”, destaca la funcionaria.
“Como el agua que sale del pozo es de buena calidad, lo único que pedimos es que se desinfecte el sistema”, afirma.
Por su parte, Walter Godoy, asistente de proyectos del Senasa, explicó a BBC Mundo que el Estado financia el 82% de las obras, mientras que las comunidades aportan el resto.
“El 15% de los costos de la comunidad es la mano de obra para instalar la cañería y los predios donde se colocan, y solo se paga un 3% en efectivo, que equivale a entre US$70 yUS$100”, afirmó.
“En las comunidades indígenas, el Estado financia el 100% de las obras”, agregó.
Este virtuoso sistema comunitario, que aprovecha la disponibilidad de agua subterránea, ha permitido a Paraguay duplicar el acceso al agua segura en pocas décadas.
“En el 90 teníamos una cobertura del 50% del país, pero con este modelo pudimos incrementar rápida y fuertemente la cobertura en toda la república”, dice López.
“Si comparamos este aumento con el experimentado por otros países, Paraguay se destaca como uno de los países que más ha mejorado en el mundo”, destacó por su parte López-Calva, del PNUD.
“Este cambio no es resultado de un repentino aumento en la cantidad de agua disponible en el país, sino el resultado de inversiones intencionales para mejorar la gobernanza del agua”, resaltó.
Aunque el sistema de Juntas de Saneamiento ha permitido a Paraguay llevarle agua a casi toda su población, hay una pequeña franja que sigue excluida, reconoce la directora general del Senasa.
“En la regional oriental del país, donde vive el 97% de la población, hay abundante agua subterránea y ahí se cubre a las poblaciones más vulnerables y más dispersas, pero en el Chaco paraguayo, en el este, hay muchas comunidades indígenas, unas 200.000 personas, y ahí la fuente es más difícil porque el agua subterránea es salada”, explicó.
Por este motivo, allí la principal fuente de agua es la captación de agua de lluvia, proceso dificultado por la extrema sequía que ha vivido la región en los últimos dos años.
“Creo que en el Chaco no estamos llegando a las poblaciones más pobres, al menos no de una manera sostenible, porque llegamos, pero después de un tiempo hay que volver”, lamentó la funcionaria.
“Esa es la materia pendiente, donde debemos efectuar mayor esfuerzo”.
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