“Era como si la celda siempre estuviera conmigo”. La frase es del actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y se la dijo a la revista Playboy durante una entrevista realizada en 1987.
Hablaba de cómo se había sentido meses después de haber salido de la cárcel, donde estuvo encerrado durante siete años por asaltar un banco para ayudar a financiar al movimiento guerrillero del que formaba parte: el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Y sus años en prisión, y cómo esa experiencia lo definió, están relatados en el último libro del periodista nicaragüense Fabián Medina, “El preso 198, un perfil de Daniel Ortega”.
Según su autor, el libro nace de la curiosidad por conocer a un personaje que ha estado en la historia de Nicaragua en los últimos cincuenta años, primero como un revolucionario que ayudó a derrocar al ex gobernante de facto Anastasio Somoza y en la actualidad como el presidente que ha ordenado la represión de los manifestantes que protestan en contra de su gobierno y exigen su renuncia.
“Ortega es uno de los principales personajes de la historia de Nicaragua. En 100 años seguramente se estará hablando de él, pero conocemos muy poco de su vida”, le dice a BBC Mundo el periodista de “La Prensa”.
Y, para Medina, Ortega nunca dejó de ser el preso No. 198.
“Salió el hombre, pero la cárcel se fue con él. La llevaba dentro”, explica.
“Esa condición ha marcado toda su vida, desde las relaciones familiares, sentimentales, hasta sus vicios, manías y la forma de ejercer el poder”, afirma.
- Incómodo en libertad -El ahora presidente de Nicaragua entró a prisión cuando tenía 22 años y salió de 29 años.
Pero después de salir, no se sentía cómodo en libertad.
“En la cárcel, yo había desarrollado ciertos mecanismos de defensa para poder sobrevivir. Y de repente, yo me veo liberado de ese ambiente y tenía que adaptarme a una vida totalmente nueva… la libertad”, dijo Ortega en una de las entrevistas recopiladas en el libro.
“Uno se encuentra de pronto en un ambiente donde no hay persecución, ni peligro… ¡y eso se siente tan extraño!”, confesó entonces.
En libertad se sentía tenso.
“Sufría de claustrofobia. Si yo entraba a un cuarto, inmediatamente me quería salir de él. Si me subía a un carro, comenzaba a sentirme desesperado. Era como si la celda siempre estuviera conmigo. Durante meses, sufrí en esas condiciones. Luego logré sobrepasar esa situación”, contó Ortega.
Y el perfil elaborado por Medina sugiere que muchas de las explicaciones a los comportamientos del presidente que gobernó Nicaragua en los años 80 y que regresó al poder en 2007 podrían encontrarse en ese momento de su vida y en las rutinas que conlleva vivir tras las rejas.
- Su día a día -A Ortega le gustan los espacios cerrados, suele comer de pie, se le ve poco en espacios públicos y vive atrincherado en su casa del barrio El Carmen de Managua.
Además, sus amigos más íntimos son esas personas con quienes compartió prisión.
Incluso, al menos tres de su primer grupo de escoltas fueron carceleros suyos, guardias somocistas con los que hizo amistad cuando estuvo en la cárcel.
“Creo que su actitud de prisionero se derrama en todos los aspectos de su vida, tanto los personales como los del ejercicio del poder”, dice Medina, quien para este proyecto entrevistó durante los últimos cinco años a unas cien personas cercanas a Ortega.
“Aunque él ya tenía un carácter retraído, según quienes lo conocieron antes, la cárcel acentuó su ostracismo”, afirma el periodista, quien considera que precisamente ese es su sello de gobierno, ya que ha habido ocasiones en las que Ortega desaparece durante meses.
El escritor Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017 y quien fue vicepresidente de Ortega durante su primer mandato (1984-1990) lo describe en el libro así: “Es un hombre popular, come de pie, le gusta comer queso, come con la mano. Como un preso”.
Otro entrevistado, que prefirió el anonimato asegura: “Daniel padece el síndrome del prisionero. Siempre está aislado, come de pie y en sus oficinas siempre construye una especie de celda, un cuarto muy pequeño con una cama y unos libros donde se refugia cuando está atribulado”.
- ¿Cómo llegó a la cárcel? -En julio de 1967, Ortega participó en el asalto a la sucursal Kennedy del Banco de Londres.
La idea del asalto, relata Medina, surgió luego de un viaje de Ortega a la montaña, donde algunos guerrilleros le hablaron de la necesidad de conseguir dinero para sobrevivir.
Ese robo lo llevó a prisión.
Ese mismo año, Ortega también participó en el asesinato del sargento Gonzalo Lacayo, de la Guardia Nacional somocista.
Él mismo lo ha confesado en varias entrevistas a diferentes medios de comunicación.
“Era el especialista en torturas y el Frente tomó la decisión de ejecutarlo”, dijo Ortega en el 2009.
Por ese caso, sin embargo, nunca fue enjuiciado. Y siete años más tarde logró salir de la cárcel, junto a 13 prisioneros más, gracias a una audaz maniobra de sus compañeros del FSLN.
El 27 de diciembre de 1974 un comando de guerrilleros sandinista tomó de rehenes a un grupo de ministros de Somoza durante una fiesta en la casa de uno de sus allegados, un episodio que en Nicaragua se recuerda como “el asalto a la casa de Chema Castillo”.
Para soltarlos, pedían la liberación de sus presos.
Ortega salió de la cárcel hacia el aeropuerto de Managua rumbo a Cuba, donde recibió entrenamiento guerrillero.
Dos años más tarde, regresó a Nicaragua, a la clandestinidad, donde se sentía mejor que estando libre.
“Y fue entonces cuando me sentí bien. ¡Me sentí formidable! Desapareció la claustrofobia, todo lo demás desapareció.
Acostumbraba permanecer en los barrios de Managua, pasaba días y días en cuartos diminutos, solamente en ropa interior porque hacía tanto calor… trabajaba, elaboraba mensajes, comunicaciones, salía por las noches a establecer mis contactos, sostenía reuniones“, aseguró Ortega en una entrevista recopilada en el libro de Medina.
“Había presión por parte de la Guardia Nacional que pasaba cerca, de las fuerzas de seguridad que vigilaban el área. Yo me movía de barrio en barrio, de un lado a otro. Algunas casas de seguridad caían. Teníamos que encontrar lugares para escondernos. Se daban batallas y algunos compañeros caían. Pero me sentía cómodo, me sentía bien. Me sentía muchísimo mejor que cuando había estado en completa libertad”, contó el hoy mandatario.
La cárcel también le dejó a Ortega marcas en el cuerpo, una cicatriz en la sien y muchas otras en las rodillas.
Y las torturas que sufrió quedaron reflejadas en algunos poemas que escribió en sus años de prisionero. Como en la primera estrofa de este titulado “En la prisión”:
Patéalo así, asíen los güevos, en la caraen las costillas.Pasá el chuzo, la verga de toro,hablá, hable hijueputa,a ver el agua con sal,hablaaaaá, que no te queremos joder…
Y la gran paradoja es que el libro de Medina recuerda estos episodios justo cuando el gobierno de Ortega está siendo acusado de ejercer una brutal represión que también incluiría torturas, entre otras graves violaciones de derechos humanos.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos asegura que desde el pasado 18 de abril cuando iniciaron las protestas en contra de Ortega en Nicaragua han sido asesinados por la represión estatal más de 300 nicaragüenses.