Muchos lo enterraron políticamente cuando fue encarcelado por corrupción, pero Lula, ícono inoxidable de la izquierda de Brasil, busca un tercer mandato con la promesa de volver a aquellos días de progreso cuando posibilitó que millones de personas salieran de la pobreza.
Luiz Inácio Lula da Silva, autodefinido “joven de 76 años”, resucitó cual “ave fénix” en la política tras la anulación de su condena por la Corte Suprema, y este domingo encara su sexta elección presidencial, frente al actual mandatario, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
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Y las encuestas lo muestran como ganador, algunas incluso en la primera vuelta del domingo.
“Quiero probar que un metalúrgico (...) va a arreglar este país, y el pueblo va a volver a comer tres veces por día”, prometió por estos días el exsindicalista salido de la pobreza en un mitin en Sao Paulo. “Haremos lo que ya hicimos”.
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Dos veces presidente entre 2003 y 2010, Lula dejó el poder con una popularidad de casi 90% tras una gestión en la que 30 millones de los más de 200 millones de brasileños salieron de la pobreza.
Y se granjeó un enorme prestigio internacional como piloto del “milagro” económico brasileño, empujado por los altos precios de las materias primas.
Aunque de ganar, no podrá contar con la misma bonanza: si bien la economía da señales de mejoría, con crecimiento, menos inflación y más empleo, está lejos de la prosperidad de los años 2000.
Orígenes
Una diminuta cabaña de barro, réplica de la de su familia cuando nació el 27 de octubre de 1945, recuerda sus orígenes humildes en el empobrecido noreste de Brasil.
Séptimo hijo de un matrimonio analfabeto, Lula fue abandonado por su padre antes de que la familia emigrara, como millones de coterráneos, a la industrializada metrópoli de Sao Paulo.
Fue vendedor ambulante y lustrabotas. A los 14 años inició su formación de tornero, perdió un meñique al manipular una máquina y al final de la década de 1970, como líder del sindicato de los metalúrgicos, lideró una histórica huelga que desafió a la dictadura militar (1964-1985).
Disputó las presidenciales de 1989, las primeras tras la democratización, y luego en 1994, 1998 y 2002, cuando resultó ganador y se convirtió en el primer jefe de Estado brasileño salido de la clase obrera.
“Me hubiera gustado ser doctor, pero tuve la suerte de que ustedes me dieron el primer diploma de mi vida, el de presidente de la República”, lanzó en un mitin.
Y “probé (...) que un tornero mecánico sin diploma universitario era capaz de hacer más cosas por el pueblo que los doctores que habían gobernado este país”.
Corrupción
Lula coronó su doble mandato consiguiendo la sede del Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos de Rio-2016.
Pero su trayectoria política se vio empañada por escándalos de corrupción.
Fue reelegido pese al caso del “Mensalao”, una millonaria contabilidad ilegal montada por el Partido de los Trabajadores (PT) -que cofundó en 1980- para comprar el apoyo de congresistas.
Terminó igualmente envuelto en el Caso Lava Jato, la mayor operación anticorrupción de la historia del país, enfocada en una gigantesca red de sobornos en torno a la petrolera paraestatal Petrobras.
Fue condenado en 2017 a nueve años y medio de prisión por la obtención de un apartamento de una constructora a cambio de contratos públicos, aunque siempre defendió su inocencia.
Estuvo 19 meses en prisión. En marzo de 2021 recuperó sus derechos políticos con la anulación de su sentencia por irregularidades procesales.
Perdió a un hermano y a un nieto de siete años mientras estuvo entre rejas.
“Me quedé tranquilo, preparándome como Mandela se preparó durante 27 años, como Ghandi se preparó toda su vida, para salir de prisión sin rabia”, dijo el expresidente, definiéndose como un “Lulinha paz y amor” en Sao Paulo.
Relevo
Padre de cinco hijos y sobreviviente de cáncer, Lula se casó por tercera vez en marzo con la socióloga Rosangela da Silva, “Janja”.
“Podía vivir mi vida con ‘Janja’ y dejar la política”, pero “tengo una causa, que es levantar los derechos del pueblo brasileño”.
Lula ha monopolizado el liderazgo de la izquierda brasileña. De nueve elecciones en democracia, incluida la del domingo, solo se habrá ausentado de tres.
“Drenó un poco el oxígeno” de cualquier posible relevo generacional, explicó a la AFP Leonardo Paz, consultor para Brasil del International Crisis Group. “No dio mucho espacio para que jóvenes políticos de la izquierda crecieran”.
De cualquier forma, adelantó que no aspirará a gobernar ocho años si gana.
“Todo el mundo sabe que un ciudadano con 81 años no puede querer la reelección”, indicó esta semana. “La naturaleza es implacable”.
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