Una elección entre extremos que se definirá en el centro.
El derechista José Antonio Kast y el izquierdista Gabriel Boric se juegan este domingo la presidencia de Chile en una segunda vuelta a la que llegan prácticamente empatados en medio de gran incertidumbre.
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Kast venció en la primera con poco más de dos puntos porcentuales sobre Boric, la menor diferencia desde que en 1999 Ricardo Lagos superó por 0,4% a Joaquín Lavín, al que luego derrotó en el balotaje por poco margen.
Más de 20 años después, Boric busca un hito: ser el primero en remontar la desventaja de la primera vuelta y ganar la presidencia en la segunda.
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Si venciera, además, en marzo de 2022 se convertiría con 36 años en el mandatario más joven de la historia del país.
Si en cambio el candidato de derecha radical, Kast, consolida su ventaja, se producirá la paradoja de un país que tras el estallido social de 2019 votó ampliamente por redactar una nueva Constitución y confío la tarea a una mayoría de izquierda e independientes, y la presidencia de un político que rechazó la formación de la Constituyente y ha mostrado simpatías con el régimen militar de Augusto Pinochet, creador de la actual Carta Magna.
Gane quien gane se consolidará un cambio en Chile, ya que es la primera vez desde el retorno a la democracia en 1990 que la presidencia no se la disputan los partidos tradicionales de centro-izquierda y centro-derecha.
Boric supone un giro más a la izquierda que el que representó Michelle Bachelet (presidenta de 2006 a 2010 y de 2014 a 2018) y busca responder a las exigencias sociales que se plasmaron en el estallido de 2019 como por ejemplo reducir la desigualdad, un sistema fiscal más progresivo y mayor presencia del Estado en salud, pensiones o educación.
Kast, por su parte, también lleva más al extremo a la derecha, representada en los últimos años por el actual presidente, Sebastián Piñera, quien termina su segundo periodo con más de un 70% de desaprobación de su gestión.
Con nueve hijos y cercano al movimiento católico Schoenstatt, Kast ya postuló a La Moneda en 2017, donde obtuvo el cuarto lugar con un 8% de los votos.
Aunque sigue muchos de los postulados de mandatarios como Donald Trump o Jair Bolsonaro (a quien visitó en Brasil), Kast es menos combativo que ellos en público.
En los debates de campaña se ha mostrado tranquilo, con un estilo pausado que calza con su mensaje de orden y estabilidad.
Algunos de los ejes de su programa son la seguridad, la economía y la migración, temas en los que ha sabido reflejar la preocupación de una parte del electorado.
Pretende darle al mercado más libertad de acción y reducir en lo posible la participación del Estado en la economía en un momento en el que el estallido social de 2019 mostró que hay una exigencia de que el Estado se implique más en las políticas sociales.
Boric, por su parte, entró en la arena política al formar parte de un grupo de líderes estudiantiles que hace una década encabezó las protestas que sacudieron al país en demanda de una educación gratuita, libre y de calidad.
Inició su aventura parlamentaria en 2014 al convertirse en diputado por la región más austral del país, Magallanes.
Fue reelecto con una alta votación en 2017 y terminó erigiéndose como una de las figuras protagónicas durante el estallido social de 2019, al buscar un acuerdo para una salida institucional a la crisis que dio luego pie a la Convención Constituyente y que hoy trabaja en una propuesta de nueva Constitución para el país.
Pero lo que en principio era una batalla entre extremos ahora se ha matizado.
Las propuestas radicales con que ambos llegaron a la primera vuelta se han limado (algunas incluso han desaparecido de los programas) conforme han necesitado acercarse al centro, buscando los sufragios que necesitan para imponerse en el balotaje.
Kast y Boric son conscientes de que deben generar alianzas y ganar votos entre más del 46% del electorado que no confió en ellos en primera vuelta y que ahora, si decide regresar a las urnas, tendrá que decantarse por opciones que no fueron su preferencia inicial.
Por ello también buscan movilizar a millones de personas que no acudieron a las urnas en la primera vuelta, cuando la abstención llegó al 53%.
La baja participación se convirtió en crónica en Chile desde que se implementó en 2012 el sufragio voluntario y desde entonces solo el plebiscito por la nueva Constitución el año pasado superó el 50% de participación.
Con un voto muy fragmentado, Kast se impuso con casi el 28% de apoyos en noviembre, mientras que Boric no llegó al 26%.
El 53,74% que sumaron entre los dos candidatos es el menor porcentaje de sufragios acumulados para quienes pasaron al balotaje en toda la historia de este mecanismo en Chile.
En este sentido, para muchos puede pesar ahora más el voto en contra que a favor, lo que quizás genere menos incentivos para ir a votar y haga que la participación vuelva a ser baja.
“Esta segunda vuelta se caracteriza por el discurso anti más que por las fortalezas. La mayoría no estaría votando por identidad partidaria arraigada, sino por voto anti extrema derecha y antiizquierda” como sucedió este año en la elección en Perú entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori, le dice a BBC Mundo Rodrigo Espinoza, politólogo de la Universidad Diego Portales.
Desde la izquierda se alienta el temor a que Kast recupere políticas discriminatorias con mujeres y con las minorías y que el Estado se mantenga lejos de los problemas sociales.
Mientras, el candidato de derecha alimenta el miedo a la inseguridad, la inestabilidad, y la influencia del Partido Comunista en la coalición de Boric.
Espinoza apunta a que un primer motivo del giro al centro es que ambos buscan ganarse el casi millón de votos que obtuvo en primera vuelta Franco Parisi, un outsider que no vive en Chile y que con su tercer lugar logró un éxito con un discurso “antipartidos, antiderecha y antiizquierda”.
Un segundo motivo, afirma el analista, es el deseo de Boric de atraer los votos de la Concertación, la coalición de centro-izquierda que gobernó Chile desde el retorno de la democracia y hasta el primer triunfo de Piñera en 2010, y el de Kast de hacer lo mismo con el centro-derecha.
Y hay un tercer motivo, apunta: ni Kast ni Boric tendrán mayorías de izquierda o derecha a su favor en el Congreso por lo que en aras de la gobernabilidad, deberán alcanzar pactos desde el Palacio de la Moneda.
“Van a tener que salir de la frontera ideológica”, dice Espinoza.
Y ya lo han hecho en la campaña del balotaje.
Boric ha descartado en su nuevo programa el concepto de “lucha social” y ha reducido las expectativas de la reforma tributaria que propone, más cercana ahora a la de Yasna Provoste, la candidata del centro-izquierda en la primera vuelta.
El caso de Kast es incluso más claro.
En la última versión de su plan de gobierno, mucho más moderado, ya no figuran medidas como romper relaciones diplomáticas con Cuba y Venezuela, salirse del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, establecer una “Coordinación Internacional Anti-Radicales de Izquierda” o eliminar el Ministerio de la Mujer.
Tampoco aparecen alusiones a erradicar del currículo escolar la llamada ideología de género o revertir la ley del aborto en los tres causales. También ha excluido su polémica idea de dar un subsidio sólo a mujeres casadas.
Ese giro al centro, sin embargo, puede hacer que el cambio político, que parece consumado por la ausencia en el balotaje de los partidos que gobernaron por 30 años, se desdibuje.
“Lo interesante del remplazo es que todo puede cambiar para quedar igual. En sus trayectos hacia el centro parecería que Boric y Kast compiten como la Concertación (centro-izquierda) y la Alianza (centro-derecha)”, le dice a BBC Mundo Kenneth Bunker, consultor político.
“Cualquiera de los gobiernos quedaría en una situación similar con métodos que no son distintos” a los de los partidos tradicionales en el pasado.
El ganador del balotaje del domingo compartirá poder con el Congreso y con la Convención Constituyente y eso puede generar tensiones.
“El proceso constituyente se juega parte de su destino”, afirma el analista Espinoza.
“Boric ha dicho que protegerá el proceso, prestigiará su nombre y lo acompañará. Con Kast se prevé que use la presidencia para hacer campaña para el rechazo”, agrega.
Se espera que a mediados de 2022 se celebre un plebiscito en el que la población aprobará o rechazará el texto que redactan ahora los 155 miembros de la Convención.
El mayor problema de gobernabilidad para ambos es que ni la izquierda ni la derecha tiene el control de las cámaras del Congreso, por lo que cualquier legislación deberá contar con apoyos de ambos bandos.
De ahí que tanto Kast como Boric hayan moderado ahora sus propuestas.
La reforma del sistema de pensiones con las controversiales AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) es clave en el futuro del país y está en el programa de ambos candidatos.
“Pero los chilenos no tienen claridad sobre lo que propone uno y otro, porque ambos han ido cambiando sus propuestas”, apunta Bunker, que anticipa que debido a la situación política es posible que se imponga finalmente un sistema mixto con un pilar solidario, uno individual y otro contributivo de las empresas.
“Puede que el sistema cambie para terminar más o menos igual. Son los cambios que permite un presidente en minoría y un Congreso dividido”, subraya.
También está en juego el alcance de las reformas sociales exigidas en la crisis del estallido social y en la pandemia y que se plasmaron en el abrumador apoyo a una nueva Constitución.
Y es ahí donde puede estar la clave del triunfo este domingo. Bunker define la elección por la tensión entre la demanda de cambio y la demanda de orden.
“Y no es cuestión de derecha e izquierda. Hay una mezcla de todo en el centro. Los chilenos quieren cambios, pero no a cualquier costo. Quieren cambios con orden. Más derechos sociales, pero graduales, sin comprometer la estabilidad económica, social y cultural del país”, afirma Bunker.
Y ese equilibrio es quizás la clave que dé la presidencia a Kast o a Boric.
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