Antioquia. Una que otra vez, las madrugadas de los habitantes de Doradal, en Antioquia (Colombia), se salen de lo común. Inesperado, callado, lento, sosegado, se pasea un hipopótamo por algunas calles. Quienes aún no duermen lo pueden ver pasar, imponente y tranquilo. Le toman fotos y graban videos. Los más osados lo persiguen. Aunque están acostumbrados, la algarabía se apodera de ellos cuando aparece. Todos aman a Pepe, como de cariño lo llaman.
Pepe es solo un nombre. Nadie puede saber que el hipopótamo que deambula por el casco urbano siempre sea el mismo. Pero los lugareños se convencieron de ello y están seguros de que ese que han visto, los visita porque los aprecia.
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“Es la mascota del pueblo, nosotros lo queremos mucho, lo cuidamos y no queremos que lo saquen de aquí. Él aprendió a convivir con nosotros y nosotros con él”, dicen mientras sacan sus teléfonos y muestran las imágenes que han logrado tomarle.
La última vez que lo vieron fue a finales de mayo. Recuerdan que era un día de lluvias y que el animal salió a dar un corto paseo por el barrio Jorge Tulio Garcés, donde se cruzan las quebradas Doradal y Dos Quebradas, uno de los lugares de acceso que tiene esta especie al casco urbano. Allí también hay un potrero donde en ocasiones lo han visto pastar. Siempre en días de sombra, pues no es amigo del sol.
Rosa Orozco cuenta que desde que tiene memoria el animal se pasea por el pueblo, pero nunca ha escuchado de algún ataque.
“Él es mansito, no es bravo ni grosero, la gente lo rodea, le toma fotos, se divierte en verlo, pero nadie lo ataca. Demás que se siente orgulloso de que todo el mundo lo esté mirando y lo quieran tanto. También sabemos que no lo podemos tocar y que debemos ser prudentes”, expresa desde la puerta de su casa, a pocos metros del lugar por donde sale el espécimen.
La mujer forma parte de una comunidad única en Colombia y América Latina. Según los expertos, única en el mundo aparte de África, pues fuera de ese continente, solo en el Magdalena Medio antioqueño habita una manada libre de hipopótamos. Por ello, Pepe podría ser cualquiera de los casi 50 que hay Doradal.
A una media hora de la casa de Rosa están ubicados los predios donde la manada vive. Allí, en una de las casi 20 lagunas que hay alrededor, inseparables y sumergidos en el agua, hay tres hipopótamos, uno de ellos es una cría. Este cerco líquido es elegido por las hembras cuando van a tener a sus hijos, buscando que la manada no los mate y, más o menos cuatro meses después, regresan al grupo.
Esta laguna es la más cercana a las viviendas, por lo cual es común que los pobladores los vean pastando cuando no hace calor o pasada la medianoche. A menos de un kilómetro están ubicadas la escuelita rural, la tienda y una vía por la que transitan a diario las personas.
Humanos e hipopótamos están separados por un alambrado de púas y el recelo que se tienen unos a otros. En esta parte del corregimiento, los habitantes son mucho más conscientes de que conviven con animales bellos y tranquilos, pero altamente peligrosos.
A lo largo del camino hay señales que indican el riesgo de encontrarse de frente con alguno de estos individuos, que pueden llegar a pesar hasta tres toneladas y media.
A sus 15 años, Diego los ha visto en muchas ocasiones. No les teme, pero sabe con certeza que si se acerca demasiado o los molesta, puede ser catastrófico. Así se lo enseñaron desde que era un niño y aún hoy, la Unidad de Gestión Ambiental Municipal y Cornare, autoridad ambiental a cargo de la situación en la zona, llevan folletos para recordar que aunque no parezca, los pobladores están en peligro.
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“No les tengo miedo, pero sé que si me coge me mata, mi papá me enseñó que cuando vea un hipopótamo, me mantenga lejos. No se pueden joder porque a veces se le tiran a uno y creo que corren a 60 kilómetros por hora y pesan como tres toneladas”, cuenta el adolescente, quien recuerda que alguna vez un tío tuvo que huir luego de molestar a uno de los que estaba en la laguna.
Pablo Escobar llevó los primeros hipopótamos
Un poco más allá de la laguna donde se ven los tres primeros hipopótamos hay otro gran lago en el que hay al menos otros 26, dirigidos por el macho alfa, un espécimen que por mucho los supera a todos en tamaño.
Edilson Cárdenas, coordinador técnico del proyecto de manejo de hipopótamos, explica que esa zona forma parte de los predios de la hacienda Nápoles, que perteneció a Pablo Escobar. Luego de que se le aplicara extinción de dominio, gran parte del área fue destinada a lo que hoy es el parque temático Hacienda Nápoles y otra parte a parcelas para que unas 100 familias campesinas tuvieran sus viviendas.
Cuando comenzó la extinción de dominio, las autoridades se encontraron con los animales salvajes que el exnarcotraficante trajo desde distintas partes del mundo para su estrafalaria finca, esa que lucía una avioneta en plena entrada.
Oberdan Martínez, administrador general del parque, cuenta que entre las especies había tres hipopótamos que Escobar llevó desde un zoológico de Estados Unidos, en la década de los ochenta. Y esos fueron los únicos que no salieron del territorio y que después se apoderaron de los lagos.
La cantidad de humedales, las posibilidades de alimentación y la idoneidad de esas tierras, sumado a que había machos y hembras en el trío, permitieron que la reproducción fuera acelerada.
De hecho, cuando Cornare se dio cuenta de que existía la presencia de hipopótamos en la zona, hace unos 10 años, contaron aproximadamente 26 individuos, cifra que casi se ha duplicado.
Esta realidad significa una grave problemática para David Echeverri, biólogo de la entidad ambiental. Su mayor preocupación es que haya algún ataque que termine en una desgracia, por lo cual, lleva esta década, con ayuda de Cárdenas y otras personas, buscando soluciones para mantenerlos alejados de las comunidades, que se sigan reproduciendo y que se dispersen por otras zonas de la región.
Ya les han llegado rumores de que los hipopótamos han llegado a Puerto Boyacá (Boyacá) y a Puerto Nare y Puerto Berrío, municipios vecinos de Puerto Triunfo (Antioquia). Asimismo, les han dicho que los han visto en Cimitarra (Santander), pero esta versión no está confirmada.
“En las lagunas de Doradal, uno sabe que están ahí sumergidos, en un espacio específico. Otra cosa es verlos en el río Magdalena, es un espacio en el que no se puede hacer un cerco para poderlos aislar, la dificultad es mucho mayor”, explica el biólogo.
Aprender sobre estos animales ha sido un proceso difícil, lleno de ensayos y errores, difíciles de estudiar porque permanecen la mayor parte del tiempo dentro del agua.
Muchos creen que los tres hipopótamos originales aún están en el territorio y que uno de ellos es el macho alfa. Algunos más jóvenes se han ido en grupitos a sus propias lagunas, en ocasiones, desplazados por el jefe de la manada.
Los que viven más cerca de los animales han notado que los más jóvenes son más sociables y no huyen tan fácil ante la presencia de luz o ruido. Tal vez, porque se han adaptado mucho más a la convivencia con humanos. Esta es la razón por la cual salen campantes a las zonas pobladas.
Causan problemas ambientales
Aunque no es una situación frecuente, algunos campesinos han denunciado que pequeños grupos de hipopótamos les dañan cercos, lastiman el ganado e, incluso, se han metido a los tanques de piscicultura, causando estragos.
La gente ha contado que cuando esto pasa, les han hasta disparado, pero no les pasa nada, así como tampoco sufren al llevarse por delante alambrados y cercos. “Son animales con conformación muy rústica, han permanecido exitosos evolutivamente hace muchos años”, manifiesta el biólogo.
En este momento, han logrado que solo haya cuatro lugares por los cuales los animales pueden salir, de 20 que había antes. Esto ha posibilitado que sus paseos por el casco urbano sean menos frecuentes.
Asimismo, para que no se desplacen a buscar alimento, personal del parque temático Hacienda Nápoles, que no es responsable de los animales, les proporciona comida dos veces al día.
Algunas personas van hasta la orilla del lago para llevarles zanahorias, heno, repollos y lechugas, de modo que los animales sepan que allí pueden comer. “Los animales ya están muy familiarizados con las personas que los alimentan, no los atacan, ya han desarrollado el respeto hacia ellos”, sostiene Cárdenas.
Quien también está familiarizada con personas que la alimentan es Vanessa, la única hipopótamo que forma parte de la colección del parque, entre la que también hay elefantes, cebras, felinos y otras especies. Ella es la consentida de la zona y muchas personas la visitan a diario.
Sumergida en su propio lago, que está encerrado, sale cuando escucha su nombre, pues sabe que los curiosos le darán una dosis de zanahoria, que recibe con cautela. Apoya su gran cabeza sobre la madera que la separa de los turistas y abre una enorme boca para recibir el manjar.
Vanessa llegó a la Hacienda Nápoles en 2007, coincidiendo con la apertura del parque al público. Fue entregada por Cornare junto a otros animales silvestres, la mayoría producto de decomisos y entregas voluntarias.
A la hipopótamo la encontró la comunidad, tras ser abandonada por la manada y rechazada por su madre, relata el administrador del sitio. De ella hay gigantes estatuas rosadas y coquetas a lo largo del parque y todos en el pueblo saben de su existencia y de que vive en una “libertad controlada”.
También saben de la libre manada, aunque no todos tengan idea de la cantidad de hipopótamos que la componen. Lo único cierto es que en este corregimiento de tierra caliente hay réplicas de hipopótamos por doquier. En las tiendas, los restaurantes, los almacenes, el parque principal.
En todas partes hay esculturas de distintos tamaños que representan la especie que se ha convertido en parte de su identidad y en foco de turismo, razón por la cual también abundan imágenes de estos animales en lapiceros, camisetas, gorras, llaveros, pocillos y otros recordatorios que los visitantes pueden llevarse.
Aun conociendo los riesgos que corren, en Doradal se respira la esencia de esta especie. Es por ello que está en curso un proyecto de acuerdo, que busca crear el Carnaval del Hipopótamo.
Será una fiesta que tendría una duración de una semana y busca promover actividades gastronómicas, culturales y artísticas, explica el concejal José Celín Gómez, ponente de la propuesta, quien agrega que el evento no solo se realizaría en Doradal, sino en otros corregimientos y veredas de Puerto Triunfo para mantener viva la imagen de este ejemplar, que hoy es un símbolo entre los habitantes.