El 5 de mayo de 2021 Lucas Villa Vásquez salió a protestar en la ciudad colombiana de Pereira pero nunca volvió a su casa, fue baleado y murió seis después. Hoy, sus familiares claman justicia por un crimen aún no esclarecido que convirtió a este estudiante en el rostro visible de las protestas sociales.
Villa, de 37 años, era estudiante universitario de Ciencias del Deporte y participó en las protestas contra el Gobierno del presidente Iván Duque, coreando eslóganes de forma pacífica, bailando y motivando al resto de sus compañeros para seguir manifestándose.
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Sin embargo, su voz fue acallada cuando participaba en un plantón en el Viaducto César Gaviria Trujillo que comunica a Pereira, capital del departamento de Risaralda, con la vecina Dosquebradas.
Allí, desconocidos abrieron fuego desde un vehículo hiriéndolo de gravedad, tras lo cual lo diagnosticaron con muerte cerebral y falleció el 11 de mayo.
Sidssy Uribe Vásquez, una de las hermanas de Villa, asegura a Efe que los avances de la investigación de la Fiscalía “han sido muy pocos”, sobre todo si se tiene en cuenta que fue el caso más sonado del estallido social de 2021 y que ya han pasado 12 meses desde que fue cometido el crimen.
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“Hoy es el día (...) en que no nos han dicho nada, no nos hablan de audiencias, ni de ningún imputado, ni de que van a llamar a alguien, de pronto, a indagatoria por los asuntos de la omisión”, asegura la joven.
Lo que denuncia Uribe Vásquez es que el día en que Villa recibió los ocho impactos de bala “hubo omisión por parte de la Policía” y que el cuerpo técnico de investigación (CTI) de la Fiscalía, que es el encargado de recoger las pruebas y hacer las pesquisas, solo llegó al día siguiente del crimen.
“Supimos que se perdió el material balístico ese día y lo que se encontraron fueron vainillas de las que dispara la Policía (...) que no penetran en el cuerpo. Sin embargo, pudimos recuperar una bala que no entró al cuerpo de mi hermano. La tiene la Fiscalía desde el año pasado”, dice la mujer.
Una de las hipótesis de la familia es que el crimen fue perpetrado por una banda criminal conocida como La Cordillera, que incluso es la que al parecer está detrás de las amenazas de muerte contra el candidato presidencial izquierdista Gustavo Petro, en connivencia con la Policía.
“¿La Policía por qué no está siendo investigada si ese día no estuvo? Ese fue el único día en todas las marchas (...) en el que la Policía y la Alcaldía de Pereira no quisieron que interviniera el Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios)”, señala la mujer.
UNA PERSONA ALEGRE
El nombre de Villa fue enarbolado por miles de colombianos que conservaban la esperanza de que se recuperara y que a través del arte pidieron justicia para que atentados como los que sufrió no se repitan.
En videos grabados antes del ataque se ve a Lucas bailando en las calles; saludando a agentes de la Policía, a los que les entregó flores, y vociferando mensajes como “nos están matando”.
“Ha pasado un año y aún es muy duro porque, de cierta manera y no sé si es normal, yo he prolongado el duelo al estar activa recordándolo con las personas, abrazando a aquellos que también lo amaron sin haberlo conocido”, expresa Vásquez.
La joven recuerda a su hermano como lo conocieron los colombianos en los videos, como una “persona muy extrovertida”, como alguien que solía ser el chistoso de la fiesta, el que sacaba el chascarrillo”.
“Sus formas era muy graciosas, no porque fuera ridículo sino porque su forma de ser era muy jocosa”, expresa y recuerda que a él le gustaba escucharla cantar.
PERSECUCIÓN Y TEMOR
Uribe Vásquez decidió convertirse en activista y una de sus banderas es la lucha contra la impunidad en el caso de su hermano, razón por la cual ha denunciado que tanto ella como otros de sus familiares han recibido amenazas y han sido perseguidos.
“El día en que se da el diagnóstico público (de la muerte cerebral de Villa) sin permiso de la familia materna, sin permiso de nosotros (...) a mí y a mis hermanos nos abordó una persona que nos amenazó, informándonos que si seguíamos con lo que estábamos haciendo nos paraban. ‘Paran o los paramos’, nos dijeron”, detalla.
A eso se suma que días después del crimen motociclistas les empezaron a tomar fotos e incluso cuatro personas la siguieron a ella un día en el centro de Pereira, por lo que tuvo que refugiarse en una sede sindical hasta sentirse segura.
“Después de eso, más o menos al mes o a los dos meses de la muerte de Lucas, también me hicieron fotografías, hubo personas tomándome fotografías, perfilándome (...) en los lugares que me reunía con otros ciudadanos que participaron en las manifestaciones”, asegura.
Sin embargo, se mantiene firme en su activismo y espera que pronto se resuelva el caso de Lucas, que fue una de las 83 personas muertas durante las protestas, de las cuales al menos 44 presuntamente fallecieron por acción desproporcionada de la fuerza pública.
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