Un disparo en la cabeza concluyó con la vida de quien fue en su momento el hombre más buscado del mundo.
Sin embargo, pese a los 28 años que pasaron, todavía se discute quién apretó el gatillo para el balazo que liquidó a Pablo Emilio Escobar Gaviria.
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Son varias las teorías y atribuciones que se han realizado sobre cómo fue la muerte de uno de los narcotraficantes más famosos de la historia y algunas de ellas chocan con la “versión oficial” contada por las autoridades colombianas en su momento.
El relato sostenido en ese entonces señala que fue un oficial de policía el que acribilló al entonces líder del Cártel de Medellín, sin embargo, desde otros bandos salieron narraciones tan distintas que van desde la autoría de paramilitares hasta un suicidio.
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Lo que se sabe de verdad es que el famoso Pablo Escobar murió el 2 de diciembre de 1993, con 44 años recién cumplidos, en la ciudad que convirtió en su refugio y trinchera.
Más de un cuarto de siglo después, en BBC Mundo te contamos cómo fue la caída de quien era llamado el Patrón y que marcó a sangre y fuego una década de la historia de Colombia.
La versión más difundida de la muerte de Escobar, relatada en decenas de libros, series de televisión y películas es que fue dado de baja por el entonces comandante policial Hugo Aguilar junto otros integrantes de las fuerzas de seguridad colombianas.
Este controversial personaje llegó a ser teniente coronel, después fue diputado, gobernador del departamento de Santander y fue condenado por vínculos con el paramilitarismo en 2011.
Este año, en febrero, volvió a ser detenido de manera temporal por presunto enriquecimiento ilícito.
“Tomé el radio y grité: 'Viva Colombia”, cuenta Aguilar sobre el momento de la muerte del narco en su libro “Así maté a Pablo Escobar” (2015).
El policía reivindicó así que él fue la persona que realizó los disparos que alcanzaron al narcotraficante.
El capo narco llevaba meses huyendo de la policía, las fuerzas armadas y un cuerpo élite conocido como el “Grupo de búsqueda”.
Estados Unidos envió agentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por su sigla en inglés) y el Buró Federal de Investigaciones (FBI) para ayudar a dar con el jefe del Cártel.
El gobierno colombiano había quedado muy mal después de que, en 1992, Escobar y sus hombres se escaparon de una cárcel sin mayores problemas.
El centro penitenciario La Catedral fue el lugar donde el narcotraficante pasó menos de 13 meses bajo detención negociada con las autoridades.
Esta prisión fue reacondicionada por la misma gente de Escobar y por ello se pudo constatar después que estaba llena de lujos y comodidades.
La policía colombiana después reveló que el capo pasó el tiempo allí entre juegos de fútbol, fiestas y visitas de su familia y socios en el negocio.
Encontraron varias caletas (escondites para dinero y drogas) entre las paredes de La Catedral, así como muebles finos, armas, equipos de sonido, pantallas gigantes y camas de tres metros, entre muchas otras cosas.
Desde la desaparición de Escobar de allí, su búsqueda se declaró como prioridad nacional y el narcotraficante que empezó sus días en las calles del pequeño poblado de Rionegro, en el estado de Antioquia, se volvió el hombre más buscado del mundo.
Con su esposa y dos hijos recluidos en un hotel de Bogotá y la mayoría de sus hombres presos o muertos, no le quedó más opción que esconderse y resistir en Medellín.
Cada vez más acorralado, cometió errores en sus intentos por sacar a su familia del país, que provocaron que fuera localizado.
Según la “historia oficial”, el mérito de haberlo encontrado y dado de baja corresponde al Grupo de Búsqueda y los servicios de inteligencia colombianos
Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) fue una alianza entre los paramilitares y narcotraficantes enemigos del Cártel de Medellín.
Ellos contaron una versión muy distinta durante todos estos años, atribuyéndose en gran medida el mérito del ocaso del capo muerto hace 26 años.
Según algunos de sus miembros, que incluso escribieron libros sobre ello, su papel fue crucial en el debilitamiento del cártel que en su momento controlaba el 90% del tráfico de cocaína mundial.
Uno de los líderes de los Pepes, Diego Murillo, un paramilitar y narcotraficante conocido como Don Berna, asegura que la bala que perfora el cráneo de Escobar la disparó su hermano.
En su libro “Así matamos al Patrón” (2014), relata su versión de las últimas horas del capo narco y asegura que él presencio su muerte.
“Sus principales colaboradores habían sido dados de baja, otros estaban en la cárcel. El mensaje que enviamos los integrantes de Los Pepes fue contundente: quien le prestara ayuda al 'Patrón', moriría”, narró Don Berna.
El paramilitar, quien en 2008 fue extraditado a Estados Unidos por tráfico de drogas, asegura que su organización mantuvo contactos con la policía durante toda la etapa de búsqueda de Escobar.
Añade que fueron Los Pepes quienes acorralaron y detectaron al narcotraficante más buscado del mundo y no el “Grupo de Búsqueda”.
“Sus movimientos eran lentos debido al gran sobrepeso que tenía. Subió al segundo piso, pues allí había una pequeña ventana que daba al techo de una casa vecina. Pablo corría por el techo cuando mi hermano llegó a la ventana, le apuntó y le disparó en la cabeza con su fusil M16 calibre 5.56.”, cuenta Don Berna.
El líder paramilitar contó que más tarde, ese 2 de diciembre de 1993, la cúpula de Los Pepes festejaría lo sucedido con vino francés cosecha 1948.
Otros miembros de Los Pepes, en entrevistas a la prensa o testimonios judiciales llegaron a decir que el disparo fatal lo hizo Carlos Castaño, un conocido líder de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Una de las frases más conocidas de Escobar es “preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”.
Con esa consigna fue que el narco emprendió una sangrienta guerra contra el Estado Colombiano y que convirtió a Medellín en la capital mundial de los homicidios en la década del 80.
Su famoso lema también sirvió para que se sostenga la hipótesis de que el traficante se suicidó en el techo por donde intentaba huir cuando vio que no tenía escapatoria.
La teoría de que Pablo Escobar se disparó en la cabeza es apoyada por los familiares del narco, como su sobrino Nicolás Escobar, quien estuvo presente en una exhumación de los restos de su tío y, mostrando el cráneo perforado, aseguró que se trataba de un suicidio.
La esposa, María Victoria Henao, y su hijo mayor, Sebastián Marroquín, quienes publicaron libros sobre la vida del patriarca de la familia también dejaron abierta la posibilidad de que así se haya producido el deceso.
“Mi padre siempre nos dijo que el teléfono era sinónimo de muerte porque nos podían rastrear fácilmente y el día que murió nos llamó tanto, que me hace pensar que él quería que la Policía llegara y que quería morir en un combate. Es una manera también de suicidarse”, indica Marroquín, cuyo nombre original era Juan Pablo Escobar.
El funeral y entierro del exjefe del Cártel de Medellín fue acompañado por cientos de personas en Medellín, la ciudad donde se hizo poderoso, desde la que combatió con todo lo que pudo al Estado colombiano y en la que pasó escondido y enfermo sus últimos meses.
Son infinitas las historias que todavía circulan en esta urbe sobre la vida, excesos, derroches y brutalidad del hombre que fue el más buscado del mundo.
Los relatos navegan entre la leyenda y realidad y no podía ser diferente con las narraciones del día en que cayó el Patrón.
* Este artículo fue publicado originalmente el 2 de diciembre de 2018 con motivo del 25° aniversario de la muerte de Pablo Escobar.
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