Hace más de dos semanas, los colombianos se tomaron las calles, en una de las protestas contra el gobierno nacional más extendidas y masivas que se han visto en Colombia en los últimos 40 años.
Pero lo que más sorprende a muchos, en una nación que estuvo sumida en un feroz conflicto interno durante cinco décadas que dejó cerca de tres millones de víctimas, ha sido la forma pacífica en que se han desarrollado la mayor parte de los reclamos.
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Aunque las protestas, de acuerdo al gobierno nacional, han dejado el saldo de cuatro personas muertas y pérdidas económicas de millones de dólares, lo cierto es que los analistas coinciden que la mayoría de las movilizaciones que comenzaron el pasado 21 de noviembre han sido pacíficas y, en algunos casos, hasta festivas.
De hecho, de acuerdo a una encuesta de Gallup difundida este jueves, el 70% de los colombianos apoya la movilización. (Mientras que, según el mismo sondeo, la aprobación del presidente Iván Duque apenas alcanza el 30%).
Y para algunos de los expertos consultados por BBC Mundo, no solo el origen de las protestas sino su desarrollo -con elementos inéditos para el país, como un “cacerolazo”- están influenciados por el acuerdo de paz que se firmó con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en el 2016.
De hecho, uno de los puntos que toca el acuerdo se refiere a la participación política, donde se incluyen garantías para que organizaciones y movimientos sociales puedan protestar en el país, lo que además es un derecho incluido en la Constitución colombiana.
“El uso de esa violencia por parte de las FARC fue una de las mayores fuerzas retardatorias de Colombia. Fueron destruyendo el movimiento estudiantil, el movimiento sindical”, le dijo a BBC Mundo Humberto de la Calle Lombana, el líder negociador del gobierno durante el proceso con la organización guerrillera.
“Pero desaparecido ese fenómeno, yo creo que se respira un ambiente más abierto en la política colombiana y eso ha permitido no solo estas movilizaciones inéditas, sino también eventos como el uso de cacerolas para protestar de forma pacífica”, añadió.
Pero, ¿qué tan real es que las protestas que se han desarrollado de forma pacífica puedan relacionarse con el acuerdo firmado en el 2016?
Otra forma de comunicarse
El grueso de las protestas se inició el pasado 21 de noviembre, cuando se realizó la primera jornada de movilización convocada por varias organizaciones sindicales.
La idea era protestar en contra de las reformas que proyectaba el gobierno en cuestiones como pensiones e impuestos, pero pronto se unieron exigencias como el cumplimiento integral del acuerdo de paz, derecho a una educación de calidad y garantizar la vida de los líderes sociales -han sido asesinados 155 en lo que va de 2019- y seguridad dentro de los territorios indígenas.
Y fue allí donde comenzaron a notarse las las primeras diferencias con manifestaciones anteriores: la diversidad de actores sociales y políticos que salieron a la calle, desde representantes de distintos estamentos de la sociedad civil a artistas y estudiantes.
“Lo que sí es cierto es que son las principales movilizaciones de la sociedad civil tras el final del conflicto con las FARC. Y en ese sentido, tienen un tono muy distinto a las movilizaciones que hubo en el pasado”, le dijo a BBC Mundo la analista política Sandra Borda Guzmán, docente de la Universidad de los Andes.
Para Borda Guzmán, durante décadas en Colombia la protesta social siempre fue estigmatizada, “era vista como un ejercicio en que la izquierda radical e ilegal que infiltró la sociedad civil y utilizaba las movilizaciones como otro brazo de lucha”.
“Y por eso, durante años, la gente no salía a la calle porque no quería que la calificaran de guerrillera”, señaló.
“Hoy en día el tono es distinto. Ahora la gente que está saliendo a marchar es mucho más diversa. No solo hay gente de izquierda, sino también muchos de centro, y sobre todo, mucho ciudadano común y corriente que está saliendo a protestar de una forma más tranquila a como se hacía en el pasado”, anotó.
Para la analista, lo importante -y lo más novedoso- es que los colombianos están encontrando nuevas forma de comunicarse entre ellos y de circular sus ideas.
“Es una cosa distinta, hay sectores sociales que no hacían parte antes, lo que ha convertido a las protestas en un acto cultural, por ejemplo. Miembros de las orquestas filarmónicas han salido a apoyar las protestas, colectivos creativos… la gente quiere darle un tono positivo”, señaló.
“La sociedad colombiana está aprendiendo una forma nueva de comunicarse. Y aunque también se registra mucha rabia y frustración, han encontrado en estas movilizaciones el modo de formular sus peticiones de formas que puedan ser entendidas por todos”, concluyó Borda.
Aunque ciertamente no todo fue pacífico y conciliador: en Bogotá se presentaron serios desmanes y actos vandálicos que obligaron al gobierno local de la ciudad a declarar el toque de queda durante la noche del 21 de noviembre.
Algo similar ocurrió en la ciudad de Cali, en el suroccidente del país, donde también se presentaron daños en edificios gubernamentales y locales comerciales.
Además del serio impacto económico que ha traído no solo el vandalismo, sino el paro en general, el toque de queda y las movilizaciones le han costado al comercio cerca de US$400 millones en pérdidas de acuerdo a la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco.
“No pudieron”
Tras las primeras jornadas, la respuesta del gobierno fue condenar los actos vandálicos, pero a la vez señalar que estaba dispuesto a escuchar.
Pero a la vez se escucharon voces que retaban a los manifestantes: “Sembraron pánico con falsas denuncias de ataques a la comunidad. #NoPudieron”, escribió la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez en su cuenta de Twitter.
Los días pasaron y el hecho de que una de las víctimas fatales de las marchas -el joven Dilan Cruz, de 18 años- hubiera muerto como consecuencia del accionar de las fuerzas de contención de las movilizaciones, conocidas como el ESMAD, aumentó la indignación popular.
Sin embargo, hay analistas que, aunque están de acuerdo en que la mayoría de las marchas se han presentado de forma pacífica, señalan que no existe correlación alguna con el acuerdo firmado con las FARC.
“Es cierto que hay una resistencia de la gente, después de todos estos años de conflicto, a la violencia como herramienta para expresarse. El colombiano no cree que la violencia sea el camino”, le dijo a BBC Mundo el exviceministro del Interior y analista político Rafael Nieto Loaiza.
“Sin embargo, han habido protestas mucho más masivas, como la del 2008 en rechazo a las FARC, en la que salieron a la calle casi cuatro millones de personas. O sin ir más lejos, la del 2017 del paro agrario, que tuvo un serio impacto. Yo de verdad no veo que esto sea inédito, ni que tenga relación con el acuerdo de paz con las FARC”, explicó.
Para Nieto Loaiza, la multiplicidad de peticiones y actores dentro de las marchas hace difícil identificar cuál es el objetivo primario de la protesta.
“Además no podemos olvidar que hay un gobierno elegido democráticamente, que hay un Congreso que fue elegido con 19 millones de votos, donde están todas las voces representadas y que es un interlocutor válido para discutir los problemas que aquejan al país. No sé si los líderes del paro representan una mayoría con la que se deba hablar directamente”, indicó.
“Lo que veo es que estas jornadas de paro han comenzado a molestar a los colombianos que desean ir a trabajar. Y eso puede jugarle en contra en los objetivos que los líderes de esta movilización desean alcanzar”, agregó.
Otro país “en tiempo y geografía”
Tal vez una de las imágenes más potentes que han dejado las marchas en Colombia haya sido la de exlíder de las FARC, Rodrigo Londoño, conocido también como Timochenko, caminando por las calles de Medellín, bastión de la derecha y el lugar de nacimiento del líder del partido de gobierno, el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
“Es que una de las intenciones del acuerdo fue que se permitieran y se garantizaran las expresiones populares como éstas. Y lo cierto es que hay un ánimo distinto, la gente quiere mostrar una agenda nueva para diferenciarse de las manifestaciones del pasado”, le explicó a BBC Mundo Sergio Jaramillo, uno de los principales negociadores del acuerdo de paz.
Jaramillo considera que “estas movilizaciones, que se han extendido no solo en el tiempo sino en la geografía, han mostrado que Colombia ha entrado en un nuevo momento”.
En esto está de acuerdo el excandidato presidencial Sergio Fajardo, quien señaló que la respuesta del gobierno debe tener en cuenta la “profunda incertidumbre” que tiene el país, en especial los jóvenes.
“El país cambió. Hay problemas nuevos que se están denunciando una movilización que no creo que tenga reversa. Y yo creo que el gobierno está aturdido con esos cambios”, le dijo Fajardo a BBC Mundo.
“Y que se hayan desarrollado de forma pacífica y en algunos momentos, hasta festiva, se debe a una mezcla de factores que evidencian el punto de inflexión que nos encontramos en Colombia”, concluyó.