El cansancio de dos intensas y duras semanas de protestas se vislumbra en sus rostros, pero el ánimo de los miles de indígenas que se declaran “en pie de lucha” contra el Gobierno de Ecuador sigue este domingo más que firme, enardecido por las muertes de manifestantes registradas en los últimos días.
Desde prácticamente todos los rincones del país llegaron a Quito hace una semana para hacerse sentir con más fuerza en la capital, que les recibió con gases lacrimógenos, los mismos que han respirado casi a diario en largas y tensas jornadas de pulso con las fuerzas de seguridad y de escaso e incómodo descanso.
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“De aquí no nos vamos a ir sin respuesta”, afirma a Efe muy contundente la vicepresidenta de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador (Ecuarunari), Nayra Chalán, una de las portavoces del movimiento indígena que lidera estas protestas por la carestía de la vida.
La consigna entre los dirigentes indígenas es clara: no flaquear hasta ver cumplidos los diez puntos de su pliego de demandas, que van desde medidas para aliviar las economías de los hogares más humildes a otras que chocan directamente con la política emprendida por el Gobierno del conservador presidente Guillermo Lasso.
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Así, exigen que se reduzcan y congelen los precios de los combustibles, que se controlen los precios de los productos de primera necesidad, que se condonen deudas a familias campesinas y que se respeten los derechos indígenas, pero también que no se privaticen empresas estatales y que no se incremente la actividad minera y petrolera.
“Hemos visto asfixiadas nuestras economías”, señala Chalán al enarbolar la bandera de aquellas poblaciones que más acusan la desigualdad de una economía que aún no se termina de recuperar la crisis de la pandemia de la covid-19 y que se ha visto golpeada, como el resto del mundo, por la guerra de Rusia en Ucrania.
“Exigimos justicia social. Los diez puntos son equilibrar mínimamente la balanza tan desigual que vivimos en el país”, agrega la vicepresidenta de Ecuarunari antes de dar un discurso en la estatal Universidad Central del Ecuador.
“AQUÍ ESTÁN LOS VAGOS QUE DICE LA DERECHA”
Este campus universitario se ha vuelto en el improvisado centro de acogida de los miles de indígenas llegados a Quito en estos días, y en su Plaza Indoamérica se vive un ambiente festivo con bailes y música tradicional en el que se encuentran prácticamente delegaciones de todos los pueblos y nacionalidades originarias del país.
Allí están los campesinos andinos y, bien formados, como si de una guardia pretoriana se tratase, también los indígenas amazónicos lanza en mano y con un rudimentario escudo de latón que en estos días han utilizado para protegerse de los agentes antidisturbios.
“Estos son los vagos que dice la derecha ecuatoriana. Aquí están los vagos. Si nosotros no producimos en el campo, ustedes no comen. Si nosotros no trabajamos, ustedes no van a comer los billetes que tienen amontonados en los bancos”, dice Chalán.
Como parte de esa multitud está Yaku Pacto, representante de la Federación de Estudiantes Universitarios de Ecuador (FEUE), que le recuerda a Lasso la promesa que hizo en campaña electoral de permitir el ingreso libre a las universidades.
“Muchos de los hermanos han migrado a otros países y han muerto en las fronteras internacionales porque no tuvieron el cupo para estudiar”, lamenta Pacto, estudiante de la Universidad Técnica de Cotopaxi, que viene “de los altos páramos del cantón (municipio) Alausí”.
“NO SOMOS TERRORISTAS NI CORREÍSTAS”
En el ambiente hay un sentimiento generalizado de “indignación”, en particular con el presidente Lasso, al punto de que algunos demandan su destitución en la Asamblea Nacional (Parlamento) por considerarlo el principal responsable de las muertes de manifestantes ocurridas en las protestas.
También le reprochan que desde el Gobierno se les ponga la etiqueta de violentos, pese a que ha habido episodios aislados de gran violencia como el incendio y la quema de un cuartel policial en la ciudad de Puyo, en cuyos patios quedaron incinerados 18 vehículos, y el ataque a un convoy militar cerca de Quito, que dejó 17 militares heridos.
“Nos están discriminando. Nos dicen que somos terroristas, que somos correístas... nosotros somos indígenas de corazón y luchamos por nuestros derechos”, alega a Efe el joven Marcio Marcatoma, que llegó a Quito seis días atrás desde el cantón de Guamote, en la provincia de Chimborazo.
Su intención es permanecer expectante hasta ver satisfechas las demandas del movimiento indígena, en un conflicto que podría encauzarse por la vía del diálogo después de que el sábado hubiese una primera toma de contacto entre Gobierno e indígenas y el presidente derogase el estado de excepción decretado por las protestas en seis de las veinticuatro provincias del país.
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