Bogotá. Las protestas sociales en América Latina han devuelto a las calles a las Fuerzas Militares que durante años han permanecido casi al margen de las crisis políticas de la región.
El ejemplo más claro y contundente de este nuevo papel de los militares se dio el pasado 10 de noviembre cuando el comandante de las Fuerzas Armadas de Bolivia, Williams Kaliman, vestido con uniforme de campaña, forzó la renuncia del presidente Evo Morales, que abandonó el cargo y está asilado en México desde la semana pasada.
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La presión militar se produjo después de que Morales fuera denunciado por la Organización de Estados Americanos (OEA) de manipular las elecciones presidenciales y se viera obligado a convocar nuevos comicios.
Sin ir tan lejos, Chile y Ecuador también han utilizado a las Fuerzas Armadas en el control social de los disturbios y en el mantenimiento del orden público, desplazando a la Policía de sus labores constitucionales.
“La tendencia a la remilitarización se constata, en distintos grados, en el grueso de la región. En Ecuador, Chile o Bolivia se da un uso cada vez más claro para reprimir protestas y criminalizar a la sociedad civil”, declara a Efe Francisco J. Verdes-Montenegro, investigador del Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI).
“En Ecuador o en Chile, las Fuerzas Armadas se han usado como salvavidas de los gobernantes. El caso de Bolivia nos retrotrae un pasado que parecía superado, que las FF.AA. presionen para poner presidentes y condicionar el poder civil”, añade.
RECORDANDO A “LOS MILICOS”
La historia de Latinoamérica está plagada de intervenciones y dictaduras de corte militar que todavía se recuerdan con dolor en todo el continente. Desde Augusto Pinochet en Chile hasta Jorge Videla en Argentina o desde Humberto de Alencar Castelo Branco en Brasil a Juan Velasco Alvarado en Perú, América Latina se ha visto dirigida desde los cuarteles durante gran parte del siglo XX.
“El uso de militares en la respuesta al desencanto social puede traer un recordatorio a esas épocas que había un control extremo militar. Pero es un reflejo de ineficacia de los gobernantes”, destaca Olga Lucía Illera, profesora de la universidad colombiana Jorge Tadeo Lozano y experta en temas internacionales.
Según Illera, no se puede calificar de “golpe militar blando” lo ocurrido en Bolivia estas últimas semanas. Sin embargo, en su opinión, sí esconde un riesgo grave: “La teoría habla de uso de la fuerza donde el militar se hace con el poder y el caso boliviano es una variante nueva. Las Fuerzas Armadas asumen un poder moderador, no van con tanques o armas, entran para solucionar situaciones, intervienen por ineptitud”, considera en declaraciones a Efe.
ORDEN PÚBLICO
La participación de las Fuerzas Militares en el orden público compromete los derechos humanos. Tanto es así que organizaciones como Amnistía Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Naciones Unidas han reprobado el uso de la fuerza excesiva en las protestas de estos días.
Este nuevo papel, para Verdes-Montenegro supone aplicar la “lógica propia de los entornos bélicos” a una protesta social vulnerando garantías y derechos propios de la democracia.
“Desde hace años, de forma paulatina, los mandatarios latinoamericanos han usado ‘como navajas suizas’ a los militares en distintas funciones como policías, bomberos, antidisturbios, etc. en función de sus necesidades y alejadas de las tareas que les corresponden”.
En esta línea, Illera incide en la deshumanización verbal que provocó el presidente Sebastián Piñera cuando dijo que Chile estaba en guerra para referirse al rechazo popular contra la subida de la tarifa del transporte.
COLOR VERDE CAQUI
Pero el color verde caqui no es una nueva tendencia de esta temporada primavera-verano. Como explica Verdes-Montenegro en un reciente trabajo para la Fundación Carolina, el protagonismo del factor militar en la política latinoamericana ha adquirido mayor presencia en los últimos años.
Sin irse muy lejos, basta recordar, en 2010, el auxilio militar al que recurrió el expresidente ecuatoriano Rafael Correa ante las protestas policiales, o el uso “policial” del Ejército en algunos países de Centroamérica para la lucha contra el narcotráfico o la defensa de empresas estratégicas.
En los últimos meses otras historias con uniforme han copado los titulares. Las operaciones militares en las favelas de Brasil ya se han hecho frecuentes en una época en donde el presidente del país, Jair Bolsonaro, es un capitán retirado y su vicepresidente, Hamilton Mourao, se ha mostrado defensor de las FF.AA. durante la dictadura.
En este rearme militar hay que incluir también a México. La propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador de crear la Guardia Nacional de México para defender la seguridad del país refuerza, según los expertos, el carácter militar del orden público.
La apuesta de López Obrador incide en el esquema de seguridad militarizada que ya practicaron, con poco éxito, los Gobiernos anteriores de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, según organismos de derechos humanos.
De otra forma, pero significativa, estos días se han vuelto a ver militares patrullando por las calles de Bogotá. El general Luis Fernando Navarro, máximo comandante militar, ha dispuesto que las tropas se concentren “en máximo estado de alerta”. Esta decisión se produce ante la inminente marcha ciudadana de este jueves que ha polarizado a la sociedad colombiana.
MILITARES HABITUALES
La presencia militar en algunos Gobiernos de la región tampoco es ninguna sorpresa. A medida que se ha ido agudizando la crisis política y social en Venezuela, la Administración de Nicolás Maduro ha ido incrementando el poder de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
“Los militares se han vuelto parte de la estructura de un partido político, ya no es una fuerza profesional en Venezuela, no son Estado, son casi Gobierno”, declara la profesora Illera, que denuncia un uso desproporcionado de la fuerza frente a la oposición venezolana.
En este caso como en Cuba, la fortaleza del Estado se sujeta en gran parte en el apoyo militar interesado -control de empresas estatales, privilegios, etc.- que mantiene el estatus actual sin tener en cuenta los deseos de cambio en la población.
El hecho de que se valore un intervención armada en Venezuela por parte del presidente de EE.UU., Donald Trump, también es un síntoma de que el mensaje de la fuerza está calando en el continente. Hay que recordar que la Administración Trump ya amenazó con mandar al Ejército para controlar las fronteras con América Latina.
Como señala el investigador Verdes-Montenegro, “la remilitarización implica un retroceso de la democracia”. Por eso, en estos días, palabras que ya se tenían olvidadas como dictadura, golpe de Estado o Junta Militar han vuelto a poblar las conversaciones en Latinoamérica.
Fuente: EFE