Los resultados contradijeron una vez más las encuestas previas: este domingo, los colombianos dijeron “No” a los acuerdos de paz negociados durante más de cuatro años por el gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).Seguir a @Mundo_ECpe Más noticias sobre Colombia [AQUÍ] !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Y a la hora de explicar un resultado que tomó a muchos por sorpresa, las miradas apuntan al mecanismo con que se llevó a cabo la consulta: el plebiscito.
No es la primera vez que esta herramienta de participación directa es cuestionada por ciudadanos y expertos: ya pasó recientemente con el Brexit en Reino Unido.
Mientras algunos defienden los referendos como un modo de dar voz a una ciudadanía con poder muy acotado en los sistemas democráticos representativos, otros consideran que no siempre resulta buena idea preguntar sobre cuestiones complejas o dar a los votos un carácter vinculante.
En BBC Mundo analizamos el mecanismo colombiano con Yanina Welp, directora para América Latina del Centro de Investigación sobre Democracia Directa de la Universidad de Zúrich.
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La sorpresa en el resultado, tal como ocurrió con el Brexit, ¿tiene que ver con la dinámica de los referendos?
Creo que necesitamos bastante análisis, pero sí entra en la línea de lo que pasó en Reino Unido: se esperaba un resultado ajustado, pero el opuesto al que se salió. Y en el caso de Colombia es especialmente complicado porque lo que está en juego es la paz.
Hay un problema con el plebiscito como mecanismo en general, y digo eso aun cuando yo estoy a favor de las consultas directas. Pero en este caso hay lo que podemos llamar “efecto de manipulación”, incluso para quienes estuvieron a favor del “Sí” desde el principio.
Tiene que ver por un lado con que hubo muy poco tiempo para la campaña. Se firmaron los acuerdos, que son centenares de páginas, casi no hubo un debate público real sobre qué implican esos acuerdos y se le pidió a la gente que legitime una decisión tomada por la élite. Hay que poner en discusión qué es decidir y si sirve hacerlo en un plebiscito: porque no se le está pidiendo que decida, sino que avale.
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¿Cree que el tiempo de campaña influyó en el resultado? A Colombia le llevó muchos años llegar hasta ahí y se vio una necesidad de sellar los acuerdos más temprano que tarde...
La primera impresión es que fue un error de juicio. Las declaraciones del líder de las FARC, Timochenko, de que iban a reflexionar e intentar que el proceso siga adelante, sugieren que tal vez no había necesidad de darse tanta prisa. ¿Para qué convocar la consulta entonces? Hubieran hecho un amplio proceso de reuniones para explicar, para deliberar, y se hubiera dado la posibilidad de que si un grupo grande de la población quería votar, entonces tuvieran que reunir firmas para un referendo. Pero dejar la iniciativa en manos de la ciudadanía.
Tiene un riesgo forzar el proceso, porque hay un componente de manipulación más allá de que uno acuerde con el “Sí”. Y eso es evidente también en la manera en que está formulada la pregunta.
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¿Cree que la pregunta es tendenciosa, como acusaron muchos?
Es que la pregunta no fue “¿Aprueba usted los acuerdos de paz?”, sino “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”, y la respuesta a eso es de sentido común. Claro que la gente quiere la paz y la paz es el punto de partida de los acuerdos, pero hay mucho más detrás de eso. Cómo se formula la pregunta es clave para un referendo. Y en ese contexto, la campaña que se realiza es una campaña de miedo por ambas partes, bastante brutal por cierto.
¿Había manera de hacerla distinta, o la fórmula que se elige para el postulado de un referendo es siempre controversial?
Había mejores maneras, me parece que había que preguntar “Sí” o “No” a los acuerdos de paz, todo eso de la paz estable y duradera sobra. Y luego, como sugiere Jürg Steiner (profesor emérito de la Universidad de Berna, en Suiza, y experto en política deliberativa), hubiera sido buena idea plantear otras sub preguntas: ¿Sostiene que no hay que acordar de ninguna manera con las FARC? ¿O apoya la apertura de nuevas formas de negociación? Porque no es lo mismo. Ya está probado que hacer varias preguntas en un plebiscito funciona; hacer una consulta es muy caro y fue una oportunidad desaprovechada.
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En ese sentido, es posible que la gente no haya respondido a la pregunta formulada, sino que la haya usado para expresar su descontento con el gobierno en un sentido más amplio.
Sí, en el contexto europeo se ha estudiado que ocurre con frecuencia que la gente no responde a la pregunta que se está tratando de dirimir. En realidad buena parte de la gente vota por otras variables, lo que llamamos preferencias de segundo orden. Si el proceso lo inicia un presidente, muchos votos negativos serán de aquellos que se oponen a su figura, sin más.
Es decir, el voto es apoyo o castigo…
Sí, y por eso hay que analizar cuál es el rol de un presidente convocando a una consulta de este tipo. Yo creo que en un proceso como el de Colombia es importante que haya deliberación pública pero no sé si es conveniente que sea vinculante salvo que la ciudadanía lo pida, y en Colombia eso no estaba en la agenda sino que fue Santos quien lo puso.
Como ocurrió con el Brexit, se establece una estrategia de muy alto riesgo donde el presidente pone “toda la carne al asador”, pero parece que se está poniendo el mismo (al asador). Entonces no debe sorprendernos después que el voto se haga en función de su figura.
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Ahora, no hay muchas instancias de participación ciudadana para expresarse sobre cuestiones puntuales en los sistemas democráticos tal como los conocemos. En ese sentido, el referendo es una herramienta democratizadora, de alguna manera…
Sí, yo estoy a favor de este tipo de consultas directas, pero creo que los diseños institucionales no explican todo, y por “diseño” me refiero a la importancia de quién convoca a la consulta. ¿Es el presidente, es la ciudadanía por recolección de firmas, se hace porque es obligatorio porque lo dice la Constitución? Todos los plebiscitos no son lo mismo. Este año, en Bolivia se activó una consulta obligatoria porque la Constitución del 2009 decía que había que hacerla: el gobierno de Evo Morales tiene mayoría en el parlamento, pasa una reforma para aprobar la reelección para sí mismo, y como la Constitución dice que tiene que haber una consulta, la hace y pierde. En ese sentido, funciona.
El problema de la consulta en Colombia es que el presidente convoca y de alguna manera se convierte en juez y parte. Y la oposición también entra al juego de manera muy complicada. ¿Hay que descartar los referendos? No, pero es mejor que sean obligatorios o pedidos por la ciudadanía, y en Colombia existen los mecanismos susceptibles de ser activados desde abajo.
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¿Por qué un presidente o primer ministro elige entonces recurrir a esta herramienta? ¿Por una mala lectura de los apoyos con que se cuenta, por un deseo de mostrarse democrático?
El proceso de paz en Colombia, después de más de 50 años de conflicto, sin duda es un paso fundamental y puede dar lugar a un nuevo pacto social y, en ese sentido, involucrar a la ciudadanía es una buena idea. El tema es que se hace con poca imaginación y mirando muy poco al contexto: venimos de ejemplos fallidos en Europa y en Latinoamérica hubo algunas luces y muchas sombras. Entonces, ¿por qué recurrir a lo que se está viendo que no funciona?
¿En presidencialismos fuertes, como los latinoamericanos, es inevitable que los referendos queden atados a los mandatarios de turno?
Sí y no. Cuando el presidente en un sistema hiper presidencialista tiene muchas competencias, sumarle la de convocar a un referendo es agregarle todavía una más. Así ocurrió en el referendo constitucional de Venezuela, en 1999, o en el aprobatorio de Ecuador, en el 2007, que se activan porque los gobiernos no tienen mayorías parlamentarias para pasar reformas. Sin embargo, Uruguay también tiene un presidencialismo fuerte y es el país de la región donde mejor funcionan las consultas directas, y esto es porque el presidente no puede activarlas.
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¿Cómo funcionaría un espacio deliberativo como el que propone como alternativa al plebiscito?
Chile, en otro contexto, acaba de tener un proceso de diálogo ciudadano que se considera como un “momento” constituyente, porque todavía no hay una decisión formal de hacer una nueva Constitución, y parece haber funcionado bien. Aunque el chileno es otro contexto, puede ser inspirador.
También la desafección de la ciudadanía frente a los partidos políticos debe ser tenida en cuenta: es indispensable que los partidos participen del debate público, pero los procesos tienen que ser más amplios que los partidos mismos. En Colombia se podría haber seguido seguir un modelo que invitara a distintos actores de la sociedad civil a discutir en público el documento por partes, para que la gente pudiera dar su opinión sobre los acuerdos de otra manera.
Fuente: BBC
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