El homicidio de Moise Kabamgabe, congoleño de 24 años que vivió en Brasil más de la mitad de su vida, ha prendido las alarmas. Kabamgabe, quien de niño huyó con su mamá de la guerra, exigió el pago de dos días de trabajo como mozo, pero el empleador no solo no cumplió, sino que lo asesinó golpeándolo con una madera.
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“Este no es un caso aislado”, dice Karina Quintanilha, investigadora de la Universidad Estatal de Campinas y abogada especializada en migración y refugio. “Lo que está detrás es la violencia en contra de las personas negras, una violencia que el Estado practica y que suele terminar en muerte. En Brasil, como víctima de la violencia policial, tenemos un George Floyd cada 23 minutos”, explica en referencia al afroamericano asesinado por la policía en el 2020.
Quintanilha anota que, en consecuencia, la situación que viven los migrantes africanos es grave: muchos trabajan en trabajan en condiciones extrema precariedad y padecen la misma violencia que Kabamgabe. El origen de estos abusos, destaca la especialista, está en la historia de la nación.
“Sabemos que Brasil es un extensión del Congo. Hasta el siglo XIX, el 70% de la población esclavizada era de la tierra de Kabamgabe. Esta migración se ve reflejada en nuestra cultura, en la samba. También en el idioma“.
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Los gobernantes, sin embargo, tuvo muy en claro que el color y la procedencia de los extranjeros debían ser controlados. Según Quintanilha, diferentes gobiernos y hasta el siglo XX, optaron por políticas eugenésicas, tratando de estimular la migración de europeos blancos, así como la prohibición, criminalización y expulsión de los africanos.
“Las consecuencias las vivimos hasta hoy. La extrema derecha que hoy gobierna Brasil rechazó la ley de migración aprobada en el 2017. Además, hubo movilizaciones virtuales y en la calles que señalaban esta legislación como una amenaza al país”.
¿Qué mandaba dicha ley? Quintanilha explica que derogaba el estatuto del extranjero heredado de la dictadura y compatibilizaba las políticas migratorias con la Constitución Federal de Brasil de 1988. Y cuando parecía que los derechos de los migrantes por fin serían defendidos por la legislación, Sergio Moro -recordado por su papel en el juicio Lava Jato y ahora candidato a la presidencia- apareció y, mediante una serie de leguleyadas, creó barreras, como, por ejemplo, una norma sobre deportaciones sumarias.
“Con la extrema derecha en el poder se han normalizado las tentativas de silenciamiento a los movimientos que denuncian racismo estructural. El mejor ejemplo es Marielle Franco. Todavía no se sabe quién la mandó a mandar. Mientras tanto, hay datos que comprueban que la xenofobia y el racismo aumentaron en el país”.
“Hoy por hoy, sabemos que los migrantes sienten más miedo, más inseguridad, a razón de casos de discriminación, ataques y discursos de odio que parten de grupos de poder”.
Lo que se palpa, explica Quintanilha, es una gran contradicción en las políticas migratorias, “sobre todo en estos tiempos de pandemia”. “Hay muchas denuncias que señalan que el Estado intermedia para que los migrantes interiorizados [parte del programa del gobierno que busca distribuir su presencia en el interior del país], en su mayoría venezolanos y haitianos, terminen en trabajando para grandes corporaciones en labores esclavizantes”.
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La migración en la actualidad
Quintanilha explica que, en la actualidad y como parte de los flujos migratorios Sur-Sur, habrían tres tipos de migración africana al Brasil. La primera es la de los estudiantes que suelen venir de países de lengua portuguesa. La segunda es la de trabajadores con visas de trabajo, que pueden ser profesores o que son parte de algún tipo de intercambio entre empresas trasnacionales.
La tercera es la más significativa numéricamente: la de africanos y africanas en situación de refugio, los que huyen de los conflictos geopolíticos, desempleo estructural o de problemas ambientales. Ellos eligen Brasil casi por descarte: las fronteras de Europa y Estados Unidos están cerradas, en muchas naciones se ha suspendido el derecho a refugiarse, la expansión los centros de detenciones de migrantes, etc.
“Se trata de una migración de tránsito. Muchas veces, los africanos buscan la condición de refugio para pasar un tiempo aquí, hasta que puedan seguir viajando por las rutas alternativas y peligrosas que, sobre todo, se dirigen a EE.UU.”.
Los migrantes suelen llegar de Angola, Guinea-Bissau, Nigeria, Senegal, Congo, Ghana, mientras que los refugiados principalmente de la República Democrática del Congo. Ellos se concentran, principalmente en Sao Paulo, Río de Janeiro y Niterói, y sus vidas se suelen desarrollar en la informalidad.
“Aun cuando tengan diplomas universitarios y experiencia, los africanos encuentran muchas barreras para acceder al mercado formal”.
El caso de Kabamgabe retrata a la perfección la situación: llegó al país muy pequeño, se le podría considerar ciudadano, y solo encontró un trabajo sin contrato, sin derechos laborales y en la extrema precariedad.
“La ley de migración del 2017 ponía en la mesa el derecho a la regularización migratoria y otros más. Pero sabemos que a la mayoría de migrantes africanos se les niega las solicitudes y, al final, terminan en un limbo jurídico que fomenta violaciones de derechos sistemáticas”.
Y aunque quizás todavía sea muy pronto para decir que la tragedia de Kabamgabe marca un punto de quiebre en la sociedad brasilera, es verdad que ha hecho visible las condiciones en las que viven los migrantes africanos.
El sábado que pasó, cientos de personas se reunieron en Sao Paulo, Salvador, Belo Horizonte y Brasilia, para reclamar por su muerte. Quintanilha concluye:
“El caso de Kabamgabe ha repercutido de una manera inédita: en más de 20 ciudades se organizaron protestas, gritando: ‘Justicia para Moise’, ‘Las vidas de los migrantes negros importan’. Esto debería traer un cambio real, así como más desafíos a las políticas migratorias”.
OTRA MIRADA
Contesta Andrea Pacheco Pacifico, profesora de la Universidad Estatal de Paraíba especializada en migración y desplazados.
- ¿Qué nos dice sobre Brasil el asesinato del refugiado Moise Kabamgabe?
Brasil no es una sociedad abierta. Hay ese falso conocimiento, esa idea falsa de que Brasil es amigable con los migrantes y extranjeros. No es así en la práctica. Hace 200 años se habla de los brasileros como los cordiales, pero las estadísticas muestran que somos complemente diferentes. Principalmente, la discriminación es económica y racial.
Económica porque hay personas afrodescendientes adineradas que no sienten la discriminación que sí los afrodescendientes que no tienen dinero y que están abajo de la pirámide social desde la clase media, clase media baja hasta los pobres.
En la universidad tenemos intercambios estudiantiles y cuando llegan visitantes de otros países que tienen la tez clara, los invitan más a reuniones sociales, los acogen; en cambio, los que son de África, de Cabo Verde o haitianos.
Hay más discriminación con los haitianos, congoleses, senegaleses al sur del país. En el oeste, como la sociedad es más mestiza, la discriminación es velada. Pero en el sur, en Estados como Santa Catarina o Paraná, cuya población predominante es blanca de origen europeo, no aceptan a estos grupos. Coincidentemente, la mayoría de estos migrantes están en esa zona.
- ¿La actualidad de Brasil juega a favor o en contra de los refugiados africanos?
La discriminación racial contra los africanos es una de las características de los brasileros. Ahora, en un país que es derecha y aun cuando se habla con mayor claridad de discriminación, los medios muestran a los grupos que discrimina y así ellos se sienten protegidos. Por lo que hemos visto, tengo la impresión de que ellos se sienten así.
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